Las vacaciones en el Mediterráneo son relajantes. La mayor parte del tiempo brilla el sol y el mar es agradablemente cálido pero refrescante. Por la noche, la gente suele disfrutar de la deliciosa comida al aire libre y regalarse un buen vino de la región. Al entrante le siguen el primer y segundo plato principal y finalmente se sirve la “torta della nonna”. ¡Mi alma zuriquesa se regocija con esta comida mediterránea!
Durante los preparativos de mis vacaciones, cayó en mis manos el libro “Licencia para comer” de mi colega Gunter Frank. Lo leí con gran placer durante los primeros días de mis vacaciones. No es un tratado científico, pero el autor plantea preguntas inteligentes y a menudo da respuestas sorprendentes. Desafía los axiomas médicos, como la afirmación de que los niños engordan cada vez más, que las personas con sobrepeso viven menos, que la grasa de los alimentos es perjudicial, etc. Sus comentarios sobre los alimentos integrales y el hecho de que todos los pueblos llevan miles de años separando laboriosamente el trigo de la paja también me hicieron reflexionar. Por qué la gente ha cocinado frutas y verduras durante miles de años, a veces durante horas, y por qué, según las recomendaciones de nuestros nutricionistas, deberíamos dar preferencia a los alimentos crudos e integrales, es una pregunta provocadora y a la vez justificada.
En la práctica, es decir, durante mis vacaciones, comprobé la observación de mi colega Frank y descubrí que la dieta mediterránea alabada por nuestros nutricionistas tiene muy poco que ver con la comida que la Nonna pone cada día en la mesa. Por mi parte, he buscado en vano en el menú las cinco unidades de verdura y fruta que supuestamente prolongan mi vida, y las verduras del restaurante tradicional estaban bien cocinadas, y sólo los espaguetis estaban al dente…
Mis mejores deseos desde las vacaciones en el Mediterráneo
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