Debido al creciente envejecimiento de la población, también aumenta el número de personas que padecen enfermedades oculares relacionadas con la edad. Las tres causas más comunes de ceguera en los países industrializados son la degeneración macular asociada a la edad, el glaucoma y la retinopatía diabética.
No todas las enfermedades provocan síntomas clásicos y claros en el paciente, por lo que es necesario realizar revisiones oftalmológicas periódicas como medida de precaución. Pero incluso como médico generalista, es útil conocer los síntomas y dolencias de las distintas enfermedades para poder garantizar una derivación específica y oportuna. Presentamos cuadros clínicos seleccionados.
Degeneración macular húmeda
La degeneración macular asociada a la edad es una enfermedad de la parte central de la retina, responsable de la visión nítida. Se distingue entre una forma seca y una forma húmeda de degeneración macular. Por desgracia, la forma seca no es tratable, pero suele progresar lentamente. La degeneración macular húmeda puede causar un deterioro rápido y significativo de la agudeza visual. Especialmente la capacidad de lectura está deteriorada en este cuadro clínico. En este caso, el síntoma más común es la aparición repentina de visión ondulada (metamorfopsia). Dado que la degeneración macular húmeda puede tratarse con medicación en forma de inyecciones en la cavidad vítrea del ojo para evitar la pérdida de agudeza visual central, el paciente debe ser visitado por un oftalmólogo lo antes posible.
Glaucoma
El glaucoma, comúnmente conocido como “estrella verde”, es una enfermedad progresiva del nervio óptico. Debido a la pérdida de células ganglionares de la retina, en el curso de la enfermedad se produce una pérdida del campo visual, que la persona afectada no nota al principio. Si no se trata, existe el riesgo de quedarse ciego a causa del glaucoma. En el pasado, el glaucoma se equiparaba a un aumento de la presión intraocular. Sin embargo, la cantidad de presión intraocular que puede soportar un nervio óptico varía mucho de un individuo a otro. Incluso los pacientes con una presión intraocular dentro de la norma estadística (10-21 mmHg) pueden sufrir glaucoma. Por lo tanto, una simple medición de la presión intraocular no es suficiente para establecer un diagnóstico (Fig. 1 ). También es necesario un examen del nervio óptico realizado por un oftalmólogo. Dado que la probabilidad de desarrollar glaucoma aumenta con la edad, se recomiendan revisiones periódicas por un oftalmólogo a partir de los cuarenta años. Si existen antecedentes familiares de la enfermedad u otros factores de riesgo como la miopía, es aconsejable un examen más temprano.
Una forma especial de glaucoma es el glaucoma de ángulo estrecho o ataque de glaucoma. En este caso, las peculiaridades anatómicas provocan un bloqueo completo del flujo de salida del humor acuoso, lo que hace que la presión intraocular aumente muy bruscamente de forma repentina. Los síntomas típicos de este aumento son las alteraciones visuales y el dolor ocular. Sin embargo, también puede haber síntomas vegetativos generales bastante difíciles de clasificar, como náuseas, vómitos, dolor de cabeza o incluso dolor torácico. Estos suelen llevar primero al paciente a una sala de urgencias médicas generales. Para garantizar una derivación rápida al oftalmólogo, es importante que el no oftalmólogo tratante conozca este diagnóstico diferencial [1]. Es necesario reducir rápidamente la presión intraocular para evitar daños permanentes.
Cataratas
En cambio, la enfermedad que suena muy parecida, “catarata”, es una opacidad del cristalino del ojo, llamada catarata. En el mundo occidental, la cirugía de cataratas es uno de los procedimientos más realizados [2]. En los países en desarrollo, la catarata sigue siendo la causa más común de ceguera debido a la falta de opciones quirúrgicas adecuadas [3]. Los síntomas clásicos son un lento deterioro de la visión, la percepción de una neblina gris y la sensibilidad al deslumbramiento. La necesidad de la cirugía de cataratas depende principalmente de la sensación subjetiva del paciente. Sin embargo, también se ha demostrado que la mejora de la visión tras la cirugía de cataratas conlleva una reducción de la frecuencia de las caídas [4].
Retinopatía diabética
Otra causa común de deterioro visual es la retinopatía diabética asociada a la diabetes mellitus (Fig. 2). Un mal control de la glucemia provoca una falta de aporte de oxígeno a la retina, lo que libera factores angioproliferativos. Éstas pueden dar lugar a la formación de nuevos vasos de mala calidad, que pueden provocar hemorragias y, en caso de crecimiento desfavorable, desprendimientos de retina. Un trastorno de la barrera de los vasos puede conducir a la acumulación de líquido en la retina, lo que, además de la deficiencia de oxígeno, también puede provocar un deterioro de la agudeza visual. La afectación ocular en la diabetes mellitus puede pasar desapercibida durante mucho tiempo. Por este motivo, los pacientes diabéticos deben someterse a un examen oftalmológico al menos cada dos años. Dependiendo de si existen otros factores de riesgo o de si ya se han detectado cambios en la retina, los intervalos de tiempo deben elegirse con mayor precisión [5].
Oclusión vascular arterial retiniana
La oclusión arterial retiniana (OAR) es un infarto de los somatas de los axones del nervio óptico, que forman parte del sistema nervioso central. Se produce un deterioro agudo y significativo de la visión en el ojo afectado [6]. En el 90% de los casos, la RAV es el resultado de una enfermedad interna concomitante como hipertensión, hiperlipoproteinemia, diabetes mellitus, estenosis carotídea o enfermedades cardiacas. Por lo tanto, es necesario un diagnóstico sobre estas enfermedades para prevenir otros trastornos circulatorios también en otros órganos. La probabilidad de sufrir una complicación como un ictus o un infarto de miocardio en la semana posterior a una RAV se multiplica por 44,5 [7]. No existe una terapia confirmada para la RAV.
Un diagnóstico diferencial importante, aunque causal sólo en el 5% de los casos, es la oclusión vascular en el contexto de la arteritis temporal. Existe el riesgo de que el otro ojo también se vea afectado en poco tiempo. Además del deterioro de la visión, también se aprecian otros síntomas como nuevos dolores de cabeza, engrosamiento de las arterias temporales, fiebre, sudores nocturnos o una pérdida indeseada de peso corporal. Si se sospecha de esta génesis inflamatoria, deben realizarse sin duda los diagnósticos de laboratorio correspondientes. Una vez confirmado el diagnóstico de RAV por un oftalmólogo, se recurre sobre todo al médico general o al internista para el tratamiento de las afecciones subyacentes.
Conclusión para la práctica
Puesto que muchas enfermedades oculares están relacionadas con la edad y no todas conducen directamente a la discapacidad visual, es necesario someterse a revisiones oftalmológicas rutinarias con regularidad para evitar efectos tardíos. El deterioro visual agudo, persistente y significativo debe ser evaluado rápidamente por un oftalmólogo para evitar efectos tardíos.
Literatura:
- Nüssle S, et al: Procedimiento de diagnóstico del glaucoma de ángulo cerrado por no oftalmólogos. En: Contribución póster DOG 2019 Berlín; 2019.
- Wenzel M, et al.: Encuesta de BDOC, BVA, DGII y DOG sobre cirugía intraocular ambulatoria y hospitalaria: resultados de 2017. Ophthalmosurgery 2018; 30: 255-266.
- Pascolini D, Mariotti SP: Estimaciones mundiales de la discapacidad visual: 2010. Br J Ophthalmol 2012; 96(5): 614-618.
- Schwartz S, et al: El efecto de la cirugía de cataratas en el control postural. Invest Ophthalmol Vis Sci 2005; 46(3): 920-924.
- Hammes HP, Lemmen KD, Bertram B: Retinopatía diabética y maculopatía. Diabetología 2018; 13(Suppl 2): 222-229. www.deutsche-diabetes-gesellschaft.de/fileadmin/Redakteur/Leitlinien/Praxisempfehlungen/2018/DuS_S2_2018_Praxisempfehlungen_16_Diabetische-Retinopathie.pdf, fecha de acceso: 25.07.19
- Lang GE, Lang SJ: Oclusiones arteriales retinianas. Klin Monatsblätter Für Augenheilkd 2018; 235(1): 109-120.
- Park SJ, et al: Riesgo y períodos de riesgo de ictus e infarto agudo de miocardio en pacientes con oclusión de la arteria central de la retina . Oftalmología 2015; 122(11): 2336-2343.e2.
PRÁCTICA GP 2019; 14(10): 34-35