Aunque a menudo se trivializan, las conmociones cerebrales entrañan riesgos: El riesgo de nuevas lesiones aumenta y la fase de recuperación se prolonga. También pueden producirse complicaciones graves como el “síndrome del segundo impacto”. Poco se sabe hasta ahora de los efectos tardíos.
Existen innumerables ejemplos similares a la situación mencionada en la introducción, que siempre plantean la misma pregunta: ¿Debería haberse reincorporado al atleta tan rápidamente o incluso permitirle continuar sin descanso tras la lesión? Los neurocirujanos canadienses analizaron los 64 partidos de la última Copa del Mundo de 2014 en busca de choques en la cabeza mediante vídeo y observaron características de conmoción cerebral como lentitud para levantarse, desorientación, problemas notables de equilibrio, pérdida de conciencia, marcha inestable y agarre de la cabeza. Un total de 61 jugadores sufrieron 81 choques en la cabeza, de los cuales el 17% no tuvieron ninguna o una característica, el 56% tuvieron dos y el 27% tuvieron tres o más. En el 15% de los casos intervino el médico, en el 56% el árbitro u otros jugadores evaluaron la situación, ¡y en el resto nadie miró en absoluto! De los 67 casos con commotio probable, sólo tres no volvieron al terreno de juego. Llama la atención otra peculiaridad: en los informes obligatorios de la Copa Mundial de la FIFA, los médicos de los equipos sólo informaron de 19 traumatismos craneoencefálicos en los incidentes [1].
Esta “actitud universal”, por así decirlo, que sin duda puede encontrarse en los deportes más amenazados, es cuestionable, por varias razones: En la fase inmediatamente posterior a una conmoción cerebral, el cerebro es más vulnerable y, por tanto, corre un riesgo especial. Tras sufrir una commotio, aumenta significativamente el riesgo de sufrir otra. En tal situación, la fase de recuperación se prolonga considerablemente y aumenta el riesgo de complicaciones graves, por ejemplo, del llamado “síndrome del segundo impacto”. Se trata de un cuadro clínico caracterizado por un edema cerebral difuso, que puede poner en peligro la vida e incluso ser mortal. Otra razón es que las observaciones prospectivas han demostrado que los atletas con SHT leve tienen un riesgo 2,5 veces mayor de sufrir una lesión en las extremidades inferiores. Presumiblemente, este hecho puede explicarse por un control motor deteriorado y un déficit en la programación neuro-muscular.
Hoy en día se sabe relativamente poco sobre los efectos tardíos de la conmoción cerebral. Existen pruebas -no concluyentes- de que las lesiones cerebrales traumáticas recurrentes, incluso leves, pueden contribuir al desarrollo de una encefalopatía postraumática crónica. En la figura 1 se muestra una representación esquemática de las posibles consecuencias de uno o más SHT.
Razones para la banalización
Pero, ¿por qué existe esta actitud tan irresponsable? Para el observador veterano de la escena de la medicina deportiva, resulta sorprendente cómo durante años se trivializó e incluso suprimió la cuestión de la “conmoción cerebral relacionada con el deporte (CRS)”, un hecho que, sin embargo, ha cambiado diametralmente desde hace algún tiempo bajo el liderazgo de federaciones deportivas mundiales como la FIFA (fútbol) y la FIH (hockey sobre hielo). El problema del SHT en el deporte está adquiriendo cada vez más importancia en la literatura sobre medicina deportiva, pero sigue siendo una cuestión abierta si esta literatura se lee en la misma medida en que se publica.
Mientras que en el caso de un traumatismo craneoencefálico grave, el tratamiento inicial se aplica inmediatamente lege artis sobre la base de síntomas claros, en el caso de las llamadas lesiones menores, que naturalmente se producen con más frecuencia en el deporte, la situación sólo puede diagnosticarse con dificultad y posiblemente por ello se trivializa a menudo. Dado que a menudo no se encuentran cambios estructurales en los procedimientos de diagnóstico por imagen, estos traumatismos no se reconocen en absoluto y menos aún se tratan en consecuencia. El atleta, normalmente bastante disimulado, presiona para que continúe inmediatamente y se inicia el círculo vicioso.Además, no hay que olvidar que el personal médico formado muy raramente está presente en el campo deportivo donde se produce el accidente. Sabemos por el hockey sobre hielo, por ejemplo, que los árbitros se sienten incapaces de juzgar una commotio, ¡a pesar de que es un deporte donde esta patología es más común en nuestras latitudes!
La serie de artículos continuará en el próximo número 7 de HAUSARZT PRAXIS.
Literatura:
- Cusimano MD, et al: Evaluación de los eventos de colisión craneal durante el Torneo de la Copa Mundial de la FIFA 2014. Jama 2017; 317(24): 2548-2549.
PRÁCTICA GP 2018; 13(6): 6