El pie humano es una construcción ingeniosa pero igualmente compleja. Las estructuras parcialmente dinámicas del pie le confieren estabilidad, fuerza y una extraordinaria funcionalidad, pero, como casi ninguna otra parte del cuerpo, está sometido a fuerzas considerables, sobre todo en los deportistas, por lo que es susceptible de sufrir una gran variedad de trastornos. Aquí hay que distinguir entre lesiones agudas, síntomas de sobrecarga y enfermedades de la envoltura membranosa.
El pie humano es una construcción ingeniosa pero igualmente compleja. Los dos pies completamente desarrollados contienen aproximadamente una cuarta parte de los huesos del cuerpo humano, es decir, 26 por pie. Estos huesos forman 16 articulaciones, que se mantienen unidas por más de 100 ligamentos y son accionadas por 20 músculos. Estas estructuras, algunas de las cuales son dinámicas, confieren al pie su estabilidad, su fuerza y, por tanto, su extraordinaria funcionalidad, pero quizá más que cualquier otra parte del cuerpo, está sometido a fuerzas considerables, sobre todo en los deportistas, por lo que es susceptible de sufrir una gran variedad de trastornos. Todas las estructuras mencionadas pueden verse afectadas por una lesión. Las lesiones agudas del pie deben distinguirse de los síntomas por sobreuso; en la zona del pie también se dan enfermedades de la vaina membranosa.
“Pie de atleta”
La piel del pie se convierte en un caldo de cultivo perfecto para las dermatomicosis de todo tipo debido a las considerables fuerzas de cizallamiento que actúan sobre ella durante el contacto pie-suelo con los cambios bruscos de dirección, el calzado ajustado y sudoroso, los vestuarios compartidos, así como las duchas y los baños. Por tanto, no es casualidad que el término “pie de atleta” haya encontrado un lugar fijo en la literatura anglosajona. Se calcula que aproximadamente uno de cada tres deportistas padece una infección fúngica (dermatomicosis) en la zona del pie (planta, interdigital), y hasta un 17% tiene también hongos en las uñas (onicomicosis). En realidad, ambas enfermedades van juntas y no deben trivializarse a pesar del resto de la salud de los portadores, ya que son contagiosas. Así que deben ser tratados. Este trastorno de salud común se da a menudo en futbolistas (hasta un 25%), corredores, triatletas, bailarines y tenistas, todos los cuales practican deportes que ofrecen condiciones ideales para la propagación de los patógenos. Como es bien sabido, la terapia de estas infecciones, especialmente la de los hongos de las uñas, es bastante difícil, pero absolutamente factible.
El tratamiento de las dermatomicosis (a menudo la tinea pedis o la pitiriasis alba) es sobre todo tópico (pomadas), el de las onicomicosis es más complejo. Se recomiendan tratamientos locales con fresas y aplicaciones de urea para eliminar la parte infectada de la uña. Si este paso tiene éxito, se suelen utilizar antifúngicos tópicos en forma de laca de uñas. En caso de fracaso, también pueden prescribirse agentes sistémicos, que no figuran en ninguna lista de dopaje. No obstante, sólo deben prescribirse en casos de infestación grave (más del 50% de la superficie ungueal o más de tres uñas a la vez). Incluso cuando se lleva a cabo de forma profesional, el tratamiento sigue siendo una terapia a largo plazo que puede durar hasta un año o más [1,2].
Lesiones agudas
Dada su compleja construcción con 26 huesos y aún más ligamentos, no es de extrañar que las fracturas y las lesiones de ligamentos se encuentren entre las lesiones agudas más comunes. Básicamente, cualquiera de estas estructuras puede lesionarse, ya sea en forma de fractura (se calcula que es aproximadamente el 1% de todas las lesiones del pie) o de rotura de ligamentos.
A continuación se destaca una fractura, la de la base del 5º metatarsiano. Esta lesión, también conocida como “fractura de Jones”, es frecuente, aunque el último término “histórica” designa estrictamente una fractura transversal en la transición de la metáfisis a la diáfisis. Proximal a ésta se encuentra la fractura por avulsión, causada por la tracción de los músculos peroneos, normalmente en el contexto de una distorsión en supinación de la OSG (articulación superior del tobillo), distal a ésta en la región diafisaria se encuentra la fractura por fatiga. Todos estos tipos de fractura pueden tratarse de forma conservadora, si no se dislocan, sin inmovilización con escayola o andador. La fractura se “estabiliza” con un vendaje elástico y la carga se aumenta progresivamente en función del nivel de dolor. Después de 6-8 semanas, se puede esperar una consolidación completa. Una fijación atornillada permite una carga más rápida así como una consolidación más segura y rápida, ciertamente interesante para los atletas [3].
Existe una combinación de lesión ligamentosa y ósea en la región del pie en la denominada lesión de Lisfranc, en la que pueden combinarse fracturas en la base del 2º metatarsiano o de uno de los otros rayos con subluxación del os cuneiforme y lesión del ligamento de Lisfranc. Si hay dolor en la zona del tarso, hinchazón del dorso del metatarso y presencia de un hematoma plantar, debe considerarse este diagnóstico. Las lesiones no siempre son visibles en las radiografías estándar; una tomografía computarizada o, mejor aún, una resonancia magnética, en las que las lesiones de los tejidos blandos son claramente visibles, son las herramientas diagnósticas de elección [4].
Literatura:
- Buder V, et al.: Prevalencia de dermatomicosis en futbolistas profesionales frente a adultos trabajadores no deportistas. EADV 2014; FC09.6.
- Tietz HJ: El hongo siempre avanza. medicalsport 03.10.
- Van Aaken J, et al: Traitement symptomatique des fractures non déplacées de la base du 5ème métatarse: étude prospective. Rev Med Suisse 2007; 3: 32489.
- Abrassart S, Hoffmeyer P: Pièges en orthopédie ambulatoire, le membre inférieur (2). Rev Med Suisse 2011; 1992-1998.
Puede leer la segunda parte de este artículo en el número 12 de HAUSARZT PRAXIS.
PRÁCTICA GP 2017; 12(11): 2