Los trastornos depresivos son uno de los mayores retos médicos de nuestro tiempo por su frecuencia, el sufrimiento individual asociado a ellos y las consecuencias económicas. Además del enfoque bio-psico-social, el modelo del estrés desempeña un papel central en la comprensión actual de la enfermedad. Se ha demostrado que el ejercicio y el deporte intervienen en la regulación del estrés, por lo que deberían ocupar un lugar destacado en el tratamiento de la depresión.
Los trastornos depresivos son frecuentes y afectan a una de cada cinco personas a lo largo de su vida. Causan un gran sufrimiento individual a nivel mental, físico y social. Dado que suelen brotar por primera vez en la adolescencia y en los primeros años de la edad adulta y que el curso posterior suele ser de carácter crónico recidivante, también tienen importantes consecuencias económicas, estimadas en unos 10 mil millones de francos suizos al año en Suiza.
Tanto en el plano genético como en el biológico molecular y psicosocial, se propugnan diversos enfoques etiológicos y también se utilizan terapéuticamente, sin que, no obstante, se logre crear un modelo integrador convincente del desarrollo, el mantenimiento y el tratamiento de los trastornos depresivos. Sin embargo, la estrecha relación causal entre el estrés crónico y la depresión está unánimemente reconocida [1].
Con ejercicio y deporte contra la depresión
¿Qué hay de cierto en la opinión de que la actividad física regular ayuda a las personas a sentirse mejor mentalmente? Y esto independientemente de si previamente se sentían bien y equilibrados o tenían una depresión de leve a moderada. ¿Qué argumentos científicos pueden utilizarse hoy en día para motivarse a uno mismo o a los demás -especialmente a los que sufren depresión- a hacer ejercicio con regularidad? ¿El deporte tiene principalmente un efecto profiláctico o puede demostrarse también un efecto terapéutico? ¿Existe una dependencia dosis-respuesta?
Trastornos graves del estado de ánimo, falta de motivación, falta de interés, agotamiento físico, pérdidas cognitivas, así como ansiedad y melancolía: la depresión tiene muchas caras. La psicofarmacoterapia y la psicoterapia se reconocen como los dos pilares principales del tratamiento. Sin embargo, cada vez hay más pruebas en la literatura sobre el uso prometedor del ejercicio y el deporte. Sin embargo, este enfoque no es en absoluto nuevo, pues ya sabemos por los antiguos griegos que motivaban a los afectados de “melancolía” -la depresión actual- a hacer mucho ejercicio físico por razones terapéuticas.
Incluso hoy en día, los depresivos se mueven cada vez en mayor número bajo el lema “Ponte tus zapatillas de correr – sal de la depresión” para huir literalmente de su enfermedad. Esto es doblemente agotador con el trasfondo del típico agotamiento físico y la falta general de motivación: ¿merece la pena el esfuerzo?
Los pacientes experimentan subjetivamente las medidas de terapia del movimiento no sólo como útiles, sino que también las asocian en particular con menos “efectos secundarios” que la psicoterapia o la psicofarmacoterapia [2]. Esto está relacionado con la observación general de que el deporte puede ser una alternativa válida de tratamiento, ya que los efectos del entrenamiento, como la mejora del estado de ánimo y una mejora significativa de la imagen corporal, pueden producirse desde el principio. Así, se crea una “victoria temprana” a nivel biopsicológico, que motiva a los pacientes a una mayor actividad.
Una revisión reciente, basada en el análisis de la base de datos Cochrane, señala en primer lugar la falta de buenos estudios científicos sobre la eficacia del ejercicio para la depresión [3]. No obstante, los autores concluyen que se pueden conseguir resultados comparables con la actividad física como terapia de ejercicio que con los antidepresivos o la psicoterapia, y que la terapia de ejercicio es superior a los respectivos grupos de control en cuanto a la reducción de los síntomas depresivos (“moderadamente más eficaz”) (Tab. 1).
Incluso un entrenamiento moderado es suficiente
En un metaanálisis a gran escala con un total de más de 81.000 pacientes, se calculó un tamaño del efecto de 0,56, que generalmente se define como un beneficio medio y sólo está ligeramente por debajo del tamaño del efecto de la farmacoterapia y la psicoterapia [4]. De forma análoga a otras formas de terapia, el efecto aumenta con el incremento de la gravedad de la depresión y disminuye simultáneamente con el aumento del estado de forma física, en contraste con el placebo. En general, apenas existen diferencias demostrables de eficacia entre la carga aeróbica (entrenamiento de resistencia) y la anaeróbica (entrenamiento de fuerza) [5].
Aunque faltan datos científicos claros sobre el tipo, la duración y la intensidad del entrenamiento físico y los estudios al respecto han sido heterogéneos y poco operativizados, se puede encontrar el siguiente consenso: un entrenamiento moderado, mixto aeróbico-anaeróbico de 2-3 unidades por semana durante aprox. 20-30 minutos es suficiente en muchos casos para un efecto antidepresivo comprobable, por lo que se muestra un efecto significativo sobre todo en pacientes no entrenados y gravemente deprimidos. En la tabla 2 encontrará consejos sobre cómo proceder si el ejercicio parece ineficaz.
El deporte funciona de forma similar a un antidepresivo
Todo esfuerzo físico se asocia a una excitación simpática, que conduce a una mayor liberación de noradrenalina a través de la activación de la glándula suprarrenal. Según la hipótesis de las monoaminas, la concentración de este transmisor se reduce en el cerebro de los depresivos. Lo mismo ocurre con la serotonina, a la que se suele denominar la “hormona de la felicidad”. La serotonina desempeña una función central en el control de los impulsos, la regulación del humor y el apetito, y mucho más. Aunque no hay pruebas directas de que el ejercicio aumente los niveles de serotonina, no es una buena idea hacerlo. En un estudio científico, se detectó un aumento de los productos de degradación de la serotonina tras la actividad física [6]. Visto así, hay muchos indicios de que el deporte tiene en realidad un efecto cualitativamente similar al de un antidepresivo a nivel de los neurotransmisores.
El estrés se origina en el cerebro
Si la depresión -al igual que diversas enfermedades somáticas- se entiende como un trastorno de estrés, es decir, como una consecuencia sanitaria de la sobrecarga crónica, las consideraciones estratégicas de prevención se convierten automáticamente en el centro de atención. Además de las conocidas variables psicosociales, las posibles influencias positivas de la meditación y la forma física se han estudiado cada vez más científicamente en los últimos tiempos y en el contexto del debate sobre el estilo de vida moderno.
La inactividad física y la obesidad son factores de riesgo bien conocidos del síndrome metabólico y los problemas cardiovasculares. Sin embargo, es menos conocido que los procesos inflamatorios inducidos por el estrés en los vasos sanguíneos y el cerebro son cofactores importantes. El tejido adiposo abdominal y las sustancias mensajeras proinflamatorias (citoquinas) que contiene desempeñan un papel mediador. El estrés crónico, la obesidad y la falta de sueño, tiempo y ejercicio son importantes factores de riesgo y son significativamente más frecuentes en los trastornos depresivos. Durante el estrés, la glándula suprarrenal libera cada vez más adrenalina y cortisol a través de la excitación simpática. Esto, a su vez, provoca no sólo cambios funcionales, sino también estructurales demostrables en el cerebro.
¿El deporte como dopaje cerebral?
Recientemente, también han aumentado las pruebas de que el deporte, al igual que los antidepresivos, aumenta la concentración de la proteína “Factor neurotrófico derivado del cerebro” (BDNF). Éste, a su vez, es responsable del desarrollo de nuevas células nerviosas y se ha demostrado que está reducido en las personas con depresión. El correlato morfológico se encuentra en una reducción característica de células y sinapsis o de volumen en el hipocampo. Al mismo tiempo, se demostró que el estrés inhibe la proliferación de células madre en el hipocampo, lo que a su vez tiene un efecto negativo en el funcionamiento cognitivo. En estudios comparativos, las personas entrenadas deportivamente tienen mayores volúmenes de hipocampo y mayores niveles de BDNF en el suero [7].
¿”Fluir” como objetivo en la terapia deportiva?
Mihály Csíkszentmihályi dio a conocer por primera vez a un público más amplio el fenómeno del flujo de forma detallada en torno al cambio de milenio. El autor lo entiende como una “sensación holística de estar completamente absorto en una actividad que no parece requerir ninguna intervención consciente por parte de la persona que la realiza”. Este estado se percibe como extremadamente ligero y agradable y, en consecuencia, motiva a realizar esta actividad una y otra vez. Entonces, ¿el objetivo de la terapia de movimiento es proporcionar a los depresivos esta experiencia de flujo?
En un estudio de terapia deportiva en el que se utilizó un ergómetro de bicicleta, la resistencia podía controlarse individualmente a través de la frecuencia cardiaca. La zona objetivo se eligió en el rango del 80-90% de la frecuencia cardiaca máxima para garantizar un ajuste óptimo de la demanda y la capacidad y permitir así la experiencia de la fluidez. Por un lado, los resultados mostraron que era posible inducir una experiencia de flujo en los sujetos deprimidos. Por otro lado, también quedó claro que la mejora del bienestar sólo duró muy poco tiempo tras la formación. Así pues, la experiencia de flujo sólo puede describirse como motivacional, pero no como terapéuticamente sostenible [8].
Efectos psicológicos
En su revisión, dos psicólogos alemanes también investigan la cuestión de si el deporte puede influir positivamente en el curso de la depresión [9]. Basándose en la observación de que los depresivos se encuentran en un círculo vicioso de retraimiento social, trastorno del impulso y baja autoestima, probaron la hipótesis de si la terapia de ejercicio y la oportunidad asociada de contacto social conducen a una mejora de la autoestima física y, secundariamente, del estado de ánimo depresivo.
La conclusión de los científicos: “En algunos estudios, el efecto del deporte fue bastante comparable al de la psicoterapia o la farmacoterapia”. Por lo tanto, el refuerzo positivo y el aumento de la autoestima también pueden considerarse un efecto de la actividad deportiva regular.
El deporte fomenta la resiliencia
Resiliencia es el término comúnmente utilizado para describir la resistencia de un individuo a todo tipo de tensiones sanitarias y psicosociales. Además del entrenamiento en atención plena y las medidas psicoterapéuticas, la actividad física puede aumentar la resistencia al estrés psicosocial. Esto puede verse, por ejemplo, en el hecho de que los atletas de competición alcanzan picos de cortisol significativamente más bajos que los no atletas en una prueba de esfuerzo típica [10].
Aparte de los tranquilizantes inespecíficos, no existen sustancias que puedan reducir específicamente la hormona central del estrés, el cortisol, a niveles fisiológicos. El objetivo terapéutico es reducir las cargas alostáticas como la obesidad, la falta de ejercicio, la falta de sueño y la ansiedad. Los cambios en el estilo de vida, así como las medidas psicoterapéuticas, son el objetivo en este caso. Así pues, el deporte puede influir positivamente en la respuesta general al estrés. Además, el aumento de la forma física mejora el cuerpo y la autoestima, y el deporte también puede tener un efecto significativo y socialmente integrador (el aislamiento como importante factor de riesgo de enfermedad depresiva).
¿Cómo funciona el deporte?
La crítica de que el entrenamiento deportivo sólo puede tener un efecto inespecífico encaja con el hecho de que sólo conocemos vagamente la fisiopatología de la depresión, el diagnóstico se hace a partir de un catálogo de síntomas y la eficacia de los antidepresivos también tiene que averiguarse empíricamente. No obstante, la terapia del movimiento ocupa ahora un lugar firme en el tratamiento de pacientes psiquiátricos hospitalizados, especialmente para los trastornos de ansiedad y la depresión. El trasfondo de estas consideraciones es principalmente la potencia neuroplástica en el hipocampo humano y la influencia en los sistemas transmisores de norepinefrina, serotonina y dopamina, que se ha comprobado en experimentos con animales, de forma análoga al mecanismo principal de los antidepresivos. Es posible que el efecto antidepresivo se base también en la influencia de los procesos inflamatorios o en otro mecanismo de amortiguación del estrés aún desconocido en la actualidad.
Aunque no pueda derivarse ningún modelo coherente del efecto antidepresivo del deporte a partir de todos estos enfoques diferentes, existen sin embargo suficientes pruebas científicas de la relación causal lógica entre el estrés psicosocial (carga alostática) y la resiliencia, así como consecuencias físicas-mentales específicas. El deporte puede tener un efecto probado en este sistema clásico, tanto profiláctica como terapéuticamente.
Conclusión para la práctica
- La actividad deportiva tiene un efecto antidepresivo tanto profiláctico como terapéutico a través de la mejora de la resistencia al estrés.
- El grado de eficacia antidepresiva es comparable al de los antidepresivos o la psicoterapia.
- En general, se recomienda un entrenamiento regular (al menos 3× por semana) mixto aeróbico-anaeróbico de intensidad media.
- La terapia de ejercicio no debe sustituir a los pilares probados del tratamiento de la depresión (medicación, psicoterapia), sino complementarlos de forma sinérgica.
Literatura:
- Holsboer F, Ising M: Regulación de las hormonas del estrés: papel biológico y traslación a la terapia. Annual Review of Psychology 2010; 61: 81-109.
- Sexton H, et al.: Intensidad del ejercicio y reducción de los síntomas neuróticos. Un estudio de seguimiento controlado. Acta Psych Scand 1989; 80: 231-235.
- Cooney GM, Dwan K, Greig CA, et al: Ejercicio para la depresión. Base de datos Cochrane de revisiones sistemáticas 2013, número 9.
- Wegner M, et al.: Efectos del ejercicio en los trastornos de ansiedad y depresión. Revisión de metaanálisis y mecanismos neurobiológicos. CNS & Neurological Disorders Drug Targets 2014; 13(6): 1002-1014.
- Bauer K, Felder H: Terapia deportiva para los trastornos depresivos. Revisión sistemática, revista pt para fisioterapeutas 2008; 60: 16-26.
- Brooks A, Ahrendt U: Entrenamiento físico en el tratamiento de los trastornos depresivos. Práctica psiquiátrica 2007; 34: 300-304.
- Erickson KI, et al.: El entrenamiento con ejercicio aumenta el tamaño del hipocampo y mejora la memoria. Actas de la Academia Nacional de Ciencias 2011; 108: 3017-3022.
- Reinhardt C, et al.: La fluidez en la terapia deportiva – un enfoque orientado al estrés. Terapia del ejercicio y deporte saludable 2008; 24: 147-151.
- Holz E, Michael T: Deporte y ejercicio en la depresión. PiD, Psicoterapia en diálogo 2013; 14(3): 61-63.
- Fuchs R, Schlicht W: Salud mental y actividad deportiva. Berna: Hogrefe, 2012.
InFo NEUROLOGÍA Y PSIQUIATRÍA 2015; 13(3): 4-8