La leucemia mieloide crónica es una enfermedad maligna de la médula ósea en la que se producen demasiados glóbulos blancos. En la mayoría de los pacientes puede detectarse un cambio genético en el cromosoma Filadelfia. El inhibidor de la tirosina quinasa bosutinib es una terapia de primera línea convincente.
Como subtipo de las neoplasias mieloproliferativas, la leucemia mieloide crónica (LLC) se caracteriza por una proliferación incontrolada de granulocitos. No es infrecuente que en el momento del diagnóstico se midan hasta 500.000 leucocitos por microlitro de sangre. El resultado pueden ser coágulos sanguíneos u oclusiones vasculares. En la mayoría de los casos, la enfermedad se recluta a partir de una fusión de los genes ABL1 y BCR. El cromosoma Filadelfia resultante puede detectarse en casi todos los pacientes con LMC. Sin embargo, el gen de fusión resultante, la tirosina quinasa BCR-ABL1, ve alterada su función y provoca así un crecimiento y una multiplicación incontrolados de los granulocitos. Los síntomas suelen desarrollarse muy lentamente y son bastante inespecíficos (Tab. 1) . Por ello, no es de extrañar que la enfermedad se descubra a menudo por casualidad.
Terapia de primera línea con TKI
Las directrices actuales recomiendan el tratamiento de primera línea de la LMC en fase crónica con un inhibidor de la tirosina cinasa (ITC). Si la respuesta es insuficiente o se desarrolla resistencia, se recomienda un cambio de TKI (Tab. 2). El TKI de segunda generación bosutinib (Bosulif®) inhibe el BCT-ABL1, entre otros, y puede frenar así la proliferación de las células de la LMC. En un ensayo aleatorizado de fase III, 536 pacientes con LMC recién diagnosticada en fase crónica fueron aleatorizados 1:1 para recibir 400 mg diarios de bosutinib o la misma cantidad de imatinib. Después de 12 meses, hubo una buena respuesta molecular (MMR) del 68,7% frente al 59,3%. Después de 24 meses, esta cifra volvió a aumentar hasta el 61,2% frente al 50,7%. Además, se mostró una respuesta significativamente más rápida. La remisión molecular profunda (RM) también fue más pronunciada, con un 39,9% frente a un 31,3% en el grupo de bosutinib.
Los efectos secundarios más comunes en todos los grados fueron el aumento de ALT, la fatiga y las infecciones de las vías respiratorias superiores. Estos dos últimos EA se produjeron con una frecuencia comparable en ambos grupos. Para lograr un equilibrio adecuado entre eficacia y seguridad, pueden y deben realizarse ajustes de la dosis. Esto es esencial, especialmente en el contexto de un tratamiento a largo plazo.
Fuente: Pfizer
Para saber más:
- Cortes JE, et al: Bosutinib frente a imatinib para la leucemia mieloide crónica de nuevo diagnóstico en el ensayo BEFORE seguimiento de 24 meses. Revista de Oncología Clínica 2018; 36(3): 231-237.
InFo ONCOLOGY & HEMATOLOGY 2019; 7(6): 43 (publicado el 9.12.19, antes de impresión).