Los músculos desempeñan un papel muy importante en todo el organismo, con un 40-50% del peso corporal total y sus funciones metabólicas (aparte de las mecánicas) algo menos conocidas. En el deporte, probablemente con la excepción del ajedrez, la musculatura tiene una gran importancia como conductor y motor de todos los movimientos máximos indispensables para estas actividades. ¿Qué ocurre cuando nos lesionamos los músculos?
Sorprendentemente, las lesiones de estas estructuras, tan importantes no sólo en el deporte, se discuten relativamente poco y con poca frecuencia, quizá porque en general tienen un buen pronóstico debido a una fuerte tendencia a la autocuración. Los datos sobre la frecuencia varían según el autor, el país y el deporte. En el atletismo, las lesiones musculares representan casi la mitad de todas las lesiones (48%), en el fútbol profesional siguen siendo el 30%. En Suiza, las estadísticas de la SSUV muestran una incidencia del 10% para todos los deportes, incluidos aquellos con una baja tendencia a las lesiones.
Por lesiones musculares entendemos principalmente:
- Contusiones musculares
- Desgarros musculares (distensiones)
- Y quizá algo sorprendente: las agujetas, científicamente denominadas DOMS (“delayed onset muscle soreness”).
Músculos doloridos
Apenas existe otro fenómeno del ámbito de las actividades deportivas que suscite tantas preguntas como las agujetas. ¿Por qué duelen los músculos sobre todo después de ir cuesta abajo, pero no después de ir cuesta arriba? ¿Y qué se puede hacer con unas piernas “resacosas”? Músculos doloridos” es el término utilizado para describir el dolor que se produce en los grupos musculares sometidos a tensión entre 12 y 24 horas después de un esfuerzo físico desacostumbrado, normalmente durante el denominado trabajo muscular excéntrico. Este dolor no está relacionado con la acumulación de ácido láctico, como se suele afirmar, sino que es el resultado de diminutos desgarros micromusculares que pueden verse al microscopio electrónico. La mayoría de las veces, estos dolores musculares comienzan un día después del esfuerzo porque las mencionadas microdesgarraduras provocan procesos de reparación como reacciones propias del organismo, que se manifiestan con retraso. Estos cambios sutiles en el músculo, que son absolutamente benignos y además se curan sin ninguna complicación, suelen ir acompañados de una ligera sensación de tensión y posiblemente incluso de una ligera hinchazón.
No sólo correr cuesta abajo produce agujetas. Todos los deportes que implican un trabajo muscular excéntrico -mucho “parar y seguir”, es decir, detenerse rápidamente, cambiar de dirección y volver a acelerar- pueden desencadenar agujetas. También influye lo acostumbrado que esté el cuerpo al deporte. Esto se debe a que las formas de esfuerzo no acostumbradas son mucho más propensas a desencadenar dolores musculares que aquellas a las que se somete con regularidad.
¿Cómo se previene, qué se puede hacer al respecto?
Un cuidadoso programa de entrenamiento de los grupos musculares de riesgo con ejercicios de fortalecimiento y estiramiento y un trabajo adicional de coordinación entre los distintos grupos musculares es la mejor prevención. En términos de terapia, si es necesario, los músculos doloridos se tratan mejor con una actividad física ligera. El masaje también se menciona con frecuencia como medida. No es en absoluto perjudicial, pero la observación demuestra que la función muscular, medida en términos de amplitud de movimiento y fuerza muscular, se recupera con la misma rapidez con o sin masaje.
Como cada vez son más las personas mayores que practican deporte, es útil saber que los síntomas de la polimialgia reumática son muy parecidos a los de las agujetas, ¡sólo que no desaparecen tan rápido!
Desgarros musculares y contusiones
A pesar de sus diferentes orígenes, las contusiones y los desgarros musculares en el deporte son muy similares. Debido a la contusión del tejido durante la contusión y al desgarro de las fibras musculares debido a una tensión desproporcionada -en la mayoría de los casos excéntrica-, en ambas situaciones se producen daños tisulares (lesiones de las fibras musculares) y hemorragias del tejido muscular, ya de por sí muy vascularizado. Estos dos fenómenos son, por un lado, responsables de los síntomas, principalmente el dolor y la “impotencia” funcional, y, por otro, de desencadenar los procesos de reparación clásicos del organismo (inflamación con destrucción del tejido dañado, proliferación con reparación del tejido y, por último, fase de remodelación).
En el contexto clínico, el hematoma adquiere un papel especialmente importante. La masa sanguínea puede ser intramuscular (dentro de la fascia) o intermuscular (entre la fascia). Mientras que en el segundo caso la masa patológica puede desplazarse y así reducirse mejor, no ocurre lo mismo con la hemorragia intramuscular, que suele ser más molesta y asociarse a una evolución peor. Las medidas inmediatas en el campo deportivo también son similares para ambos tipos de lesiones: la conocida pero desgraciadamente poco utilizada regla PECH (reposo/elementos/compresión y elevación). Especialmente P y E son importantes y fáciles de hacer.
Diagnóstico
Para el médico consultado, el procedimiento es clásico: la anamnesis es claramente indicativa, el atleta suele saber describir la situación con claridad. El examen revela a veces marcas de hematomas, abolladuras según el momento del examen, diferencias medibles en la circunferencia de las extremidades según la localización, marcas de hematomas, generalmente distales a la lesión, y casi siempre dolor por presión localizada. Las pruebas musculares, la comprobación funcional del músculo afectado y de las articulaciones que mueve, son otro paso del examen. En caso de contusiones del muslo en la zona del cuádriceps, puede haber una reducción significativa de la flexión de la rodilla (si ésta no alcanza los 90°, probablemente haya un hematoma intramuscular).
Otras aclaraciones clínicas dependen de cada caso. Las radiografías son innecesarias a menos que exista la sospecha de una fractura de inserción, por ejemplo en adolescentes. La técnica más utilizada hoy en día para objetivar una lesión muscular es la ecografía. Pero también el examen por resonancia magnética, más caro pero más preciso, es recomendado por algunos grupos de trabajo. En los diversos intentos de clasificación, especialmente de los desgarros musculares, los hay incluso que incorporan los resultados de la IRM (Tab. 1).
¿Cómo tratarla?
En la mayoría de los casos, la terapia es conservadora y la fisioterapia desempeña un papel central. Puede comenzar inmediatamente, será más bien pasiva al principio con una activación creciente con el tiempo. El uso de los AINE es clásico, pero se basa más en la experiencia que en hechos científicos. Algunos médicos deportivos han puesto de moda las inyecciones de sustancias homeopáticas o biológicas directamente en la zona de la lesión, y también se utilizan preparados de sangre autóloga (“plasma rico en plaquetas” o “suero autólogo condicionado”). La cirugía ya no se descarta con seguridad, como se enseñaba en el pasado (“muscle cousu = muscle foutu”), pero se utiliza más bien poco.
Previsión
El pronóstico de las lesiones musculares suele ser bueno. Sin embargo, depende de la gravedad de la lesión (el hematoma intramuscular es peor que el intermuscular), de las medidas inmediatas (en su mayoría independientes del médico), de la calidad de la rehabilitación, de la orientación médica y de la paciencia del paciente, habitualmente “impaciente”. Debe quedar claro para todos los implicados que aunque una lesión muscular muestre un progreso rápido, funcionalmente se necesitan varias semanas (hasta doce en casos graves) para restaurar el tejido a sus capacidades originales. En este contexto, cabe señalar que el riesgo de recidiva es relativamente alto. En la búsqueda de factores favorecedores de los desgarros de fibras musculares, se ha descubierto que un factor significativo es la lesión previa que no se ha curado completamente.
PRÁCTICA GP 2015; 10(8): 4-5