Dado que los glioblastomas se encuentran entre los tumores cerebrales más frecuentes y malignos y tienen un pronóstico muy malo, es urgente optimizar la terapia actual. Dos publicaciones están llamando la atención a este respecto: una probó la adición de bevacizumab a la quimiorradioterapia estándar, la otra utilizó metadona para potenciar el efecto de la quimioterapia.
(ag) El bevacizumab está indicado como monoterapia para el tratamiento de pacientes con glioblastoma recurrente (grado IV de la OMS) tras una terapia previa con temozolomida. Sin embargo, la radioterapia más temozolomida sigue siendo el tratamiento de referencia en el tratamiento primario, por lo que un nuevo ensayo de fase III [1] probó hasta qué punto la adición de bevacizumab podría mejorar también el éxito del tratamiento en esta población.
Un total de 921 pacientes con glioblastoma recién diagnosticado recibieron bevacizumab intravenoso (n=458) o placebo (n=463) además de la terapia estándar. Tras una interrupción del tratamiento el día 28, se iniciaron seis meses de terapia de mantenimiento con bevacizumab/placebo más temozolomida. A esto le siguió la fase de monoterapia con bevacizumab/placebo hasta la progresión o toxicidades insostenibles.
Ningún beneficio en la supervivencia global
Mientras que uno de los criterios de valoración coprimarios, la supervivencia libre de progresión, mostró una ventaja significativa de la adición en todos los subgrupos (10,6 frente a 6,2 meses, HR 0,64, p<0,001), la supervivencia global no difirió significativamente (HR 0,88, p=0,1).
En los puntos finales secundarios: Las tasas de supervivencia al año fueron del 72,4 con bevacizumab y del 66,3% con placebo (p=0,049), y del 33,9 y el 30,1% a los dos años (p=0,24). Se produjeron más acontecimientos adversos de grado tres o superior en el grupo de bevacizumab.
Aunque la adición mejoró así significativamente la supervivencia libre de progresión y no afectó negativamente a la calidad de vida hasta la progresión, el aumento de los efectos secundarios debería incluirse en la evaluación, concluyen los autores.
La metadona mejora el éxito de la quimioterapia
Un informe alemán [2] en el campo del glioblastoma también levanta cejas: Las células del glioblastoma tienen receptores opioides en su superficie. Después de que se descubriera que el AMPc es crucial para la proliferación, la diferenciación y la apoptosis en determinados tumores y que su regulación a la baja (por ejemplo, mediante agonistas de los receptores opioides) podría hacer que los tumores fueran más sensibles a los tratamientos anticancerígenos, ahora se ha podido demostrar este hecho por primera vez en los glioblastomas. En concreto, la metadona sensibiliza a los glioblastomas y a las células madre de glioblastoma, que de otro modo serían intratables, a la apoptosis inducida por la doxorrubicina. Aumenta la absorción de doxorrubicina y disminuye el eflujo (por lo que se necesitan menores cantidades del fármaco citostático y se reducen los efectos secundarios). Friesen et al. también pudieron demostrar que la doxorrubicina aumenta el número de receptores opioides en la célula cancerosa, lo que a su vez permite que se una más metadona en un proceso que se va acumulando.
La doxorrubicina ya ha demostrado su eficacia en el tratamiento de los gliomas malignos en estudios in vitro e in vivo [3].
Los autores concluyen que la activación de los receptores opioides puede ser una estrategia prometedora para prevenir el crecimiento tumoral (a través de la regulación del AMPc) y aumentar la eficacia de los fármacos anticancerosos en el tratamiento del glioblastoma. Se están planificando estudios clínicos en este sentido.
Literatura:
- Chinot OL, et al: N Engl J Med 2014; 370(8): 709-722.
- Friesen C, et al: Ciclo celular 2014; 13(10): 1560-1570.
- Fabel K, et al: Cancer 2001 Oct 1; 92(7): 1936-1942.
InFo ONCOLOGÍA Y HEMATOLOGÍA 2014; 2(9): 6