Propósito: Investigar la fuerza y especificidad de la asociación entre un episodio maníaco y otros trastornos mentales comunes durante el seguimiento.
Antecedentes: Basándonos en las pruebas actuales de estudios de gemelos que demuestran una relación genética entre la depresión y el trastorno de ansiedad generalizada (TAG), se espera que la probabilidad de desarrollar un episodio depresivo tras un episodio maníaco sea similar a la probabilidad de desarrollar un TAG. Por el contrario, no debería aumentar el riesgo de desarrollar otros trastornos de ansiedad o por consumo de sustancias.
Pacientes y metodología: Se entrevistó a un total de 43.093 participantes como parte de la Encuesta epidemiológica nacional sobre el alcohol y las afecciones relacionadas (NESARC). Se registró la prevalencia de los trastornos mentales en 12 meses y a lo largo de la vida utilizando los criterios del DSM IV. En un seguimiento a los tres años, se realizó un nuevo cribado con una tasa de respuesta del 86,7%. Se utilizaron regresiones logísticas ajustadas para determinar los cocientes de probabilidades, controlando las variables sociodemográficas y la calidad de vida relacionada con la salud.
Resultados: La manía en la línea de base (T1) se asoció significativamente con mayores probabilidades de depresión mayor en el seguimiento (T2) y con todos los trastornos de ansiedad (excepto la fobia social). De este modo, la probabilidad de los pacientes con manía en T1 de desarrollar un trastorno por sustancias en T2 no difería significativamente de la de los pacientes que no tenían manía en ese momento. La depresión mayor en T1 se asoció con una probabilidad significativamente mayor de desarrollar (hipo)manía y todos los trastornos de ansiedad en T2. Sin embargo, las probabilidades de trastornos por consumo de sustancias en T2 no fueron significativas.
Conclusiones de los autores: los resultados de este estudio son coherentes con las suposiciones sobre una relación genética entre la depresión y los trastornos de ansiedad. Es posible que los síntomas de ansiedad en adultos con antecedentes de un episodio maníaco sean una expresión del mismo síndrome clínico. Otros estudios deberían comprobar si la manía y los trastornos de ansiedad tienen factores de riesgo genéticos/ambientales comunes. Con respecto a la nosología psiquiátrica, es necesario volver a evaluar si la asociación prospectiva entre manía y depresión, que es relevante para realizar el diagnóstico clínico, debe ampliarse para incluir los síntomas de ansiedad. Alternativamente, la (hipo)manía podría considerarse una entidad independiente con una mayor probabilidad de ser comórbida con la depresión y el trastorno de ansiedad.
Comentario: A la vista de los resultados del estudio presentado y de los hallazgos actuales sobre los factores (epi)genéticos y los biomarcadores de los trastornos mentales, cabe suponer que se avecina una nueva era en la clasificación de los trastornos mentales, caracterizada principalmente por asociaciones en todo el genoma y riesgos solapados. Como consecuencia, esto traerá probablemente no sólo nuevas opciones de tratamiento (por ejemplo, la farmacogenética), sino también un replanteamiento de los supuestos etiológicos sobre los trastornos mentales comunes.
InFo NEUROLOGÍA Y PSIQUIATRÍA 2016; 14(5): 34