En el Congreso de la ASH celebrado en San Francisco, un estudio demostró que los pacientes con VIH y linfoma en recaída o refractario no necesitan un tratamiento diferente en lo que respecta al trasplante de células madre que los pacientes sin VIH. En el futuro, esto podría (y debería, según los responsables del estudio) conducir a una situación en la que no sólo los centros especializados en el VIH puedan ofrecer esta forma de terapia. En el futuro, la infección por VIH por sí sola ya no debería ser una razón para no incluir a pacientes con linfoma en los estudios de trasplante.
La infección por VIH aumenta el riesgo de linfoma no Hodgkin (LNH) y linfoma de Hodgkin (LH). Anteriormente, los pacientes con linfoma asociado al VIH (LHA) tenían unos resultados significativamente peores y una mayor mortalidad y morbilidad asociadas al tratamiento en comparación con los pacientes de linfoma no infectados; hace unos 30 años, el pronóstico de los pacientes infectados por el VIH era de tan sólo dos meses de media. Hoy en día, gracias a la terapia antirretrovírica de gran actividad (TARGA), esto ya no es así: los pacientes con TARGA y los pacientes sin infección por el VIH pueden, en principio, recibir el mismo tratamiento para el linfoma.
Sin embargo, lo que no estaba claro hasta ahora era el papel del trasplante autólogo de células madre en los pacientes infectados por el VIH. Un estudio presentado en el Congreso de la ASH de 2014 aportó nuevos conocimientos fundamentales que bien podrían cambiar la práctica clínica en esta población.
Régimen BEAM antes del trasplante
Se incluyeron 43 pacientes, todos mayores de 15 años, con LNH o LH sensibles a la quimioterapia, refractarios o en recaída e infección por VIH-1 tratable. Tres de los participantes ya mostraban progresión antes de iniciar la terapia, por lo que fueron excluidos. 40 pacientes se sometieron al trasplante en el día 0, precedido por el régimen BEAM de dosis alta. Esto incluye carmustina 300 mg/m2 (6 días antes), etopósido 100 mg/m2 2×/d (5-2 días antes), citarabina 100 mg/m2 (5-2 días antes) y melfalán 140 mg/m2 (1 día antes). Se suspendió la TARGA durante el régimen preparatorio y después hasta que se hubieran resuelto las toxicidades gastrointestinales asociadas a la terapia, como las náuseas y los vómitos. El criterio de valoración primario del estudio fue la supervivencia global a 1 año. Los criterios de valoración secundarios fueron la respuesta, la mortalidad relacionada con el trasplante, la supervivencia libre de progresión (SLP) y las complicaciones relacionadas con la infección.
La mediana de edad de los pacientes era de 46,9 años. La gran mayoría eran hombres. Antes del trasplante, el 75% estaba en remisión completa, el 20% en remisión parcial y el 5% había recaído o desarrollado una enfermedad. una progresión. Se dieron los siguientes subtipos de linfoma:
- linfoma difuso de células B grandes (40%)
- HL (37,5%)
- Burkitt resp. Linfoma tipo Burkitt (17,5%)
- linfoma plasmoblástico (5%).
Los 40 pacientes pudieron completar el régimen BEAM y someterse a un trasplante de células madre.
Tasa de supervivencia del 86,6
La tasa de supervivencia global a 1 año fue del 86,6% (IC 95%: 70,8-94,2%). Además, un año después del trasplante, no se había producido progresión en el 82,3% (SLP). En total, cinco pacientes habían fallecido durante el periodo: tres por recidiva o persistencia de la afección, uno por fallo orgánico (parada cardiaca) y otro por infección invasiva. La mortalidad acumulada asociada al trasplante fue del 5,2%.
100 días después del trasplante, se pudo examinar la respuesta de 39 pacientes. Un paciente había fallecido prematuramente en ese momento. Mostró que el 92,3% estaban en remisión completa y el 2,6% en remisión parcial. En el 5,1%, la enfermedad era recurrente.
¿Se tolera bien el trasplante?
Durante el año de estudio, 13 pacientes experimentaron toxicidades de grado 3 y dos pacientes de grado 4 (mucositis y una mezcla de disnea, hipoxia, arritmias cardiacas e hipotensión). Se desarrollaron infecciones en el 42,5%, nueve de las cuales fueron casos graves. El 75% de los pacientes evaluables mostraron una recuperación de la función hematológica al cabo de un año.
Los autores concluyen que los pacientes de HAL con enfermedad refractaria o recidivante se benefician enormemente del trasplante de células madre, razón por la cual esta forma de terapia se considera ahora el nuevo estándar para esta población. Se aplican los criterios de elegibilidad habituales, por lo que no hay que tratar a los pacientes con HAL de forma diferente a los pacientes sin infección por el VIH.
Desde los años 90, según los autores, prácticamente sólo las clínicas especializadas en el VIH han realizado este tipo de trasplantes en el colectivo HAL, y los pacientes infectados por el VIH apenas se incluyen en los estudios correspondientes. Ahora, sin embargo, está claro que la aplicación debería flexibilizarse y que las clínicas sin conocimientos específicos sobre el VIH también deberían considerar esta opción terapéutica. La exclusión de los pacientes de los estudios de trasplante únicamente sobre la base de la infección por el VIH ya no está justificada, con lo que se elimina otro obstáculo para los pacientes con VIH. Los expertos llegaron a esta conclusión porque 151 pacientes emparejados sin infección por VIH mostraron datos comparables (la mortalidad asociada al trasplante no fue mayor en el colectivo VIH, por ejemplo).
Fuente: 56ª Reunión Anual de la ASH, 6-9 de diciembre de 2014, San Francisco
InFo ONCOLOGÍA Y HEMATOLOGÍA 2015; 3(2): 24-25
ESPECIAL DEL CONGRESO 2015; 6(1): 7-8