Además de ciertos factores de riesgo y desencadenantes, la psoriasis se asocia a diversas comorbilidades, como el síndrome metabólico, las enfermedades cardiovasculares y la depresión. Esto es especialmente cierto para los pacientes con psoriasis moderada y grave. La pérdida de calidad de vida y la reducción de la esperanza de vida son posibles consecuencias. Por lo tanto, estos factores deben incluirse en la gestión de la enfermedad.
El término psoriasis deriva de la palabra griega “psora”, que significa picor o sarna [1]. Durante mucho tiempo no se distinguió entre la psoriasis y la sarna causada por ácaros. También se decía que era frecuente la confusión con la lepra. Ferdinand von Hebra (1816-1880) fue uno de los primeros en distinguir la psoriasis vulgar de la lepra. Hasta mediados del siglo XX, se desconocían la etiología y la patogénesis de la psoriasis, por lo que durante mucho tiempo no se desarrollaron enfoques terapéuticos específicos. Así, hasta los tiempos modernos, el tratamiento de la psoriasis consistía principalmente en tratamientos tópicos, como el alquitrán o el arsénico. No fue hasta el siglo XX cuando se utilizaron terapias basadas en pruebas, como la fototerapia, los fármacos antipsoriásicos orales y las pomadas específicas de cortisona. Sin embargo, el verdadero avance no se produjo hasta finales del siglo XX con la introducción de los productos biológicos [2].

Avances revolucionarios en la investigación de la psoriasis
En los últimos años y décadas, la investigación en el campo de la psoriasis ha podido progresar considerablemente. Con el descubrimiento de la importancia de las citocinas proinflamatorias, la comunidad científica ha llegado a la conclusión de que la psoriasis no es sólo una enfermedad de la piel. En cuanto a las opciones de tratamiento sistémico, mucho ha llovido desde los primeros días de los inhibidores del TNF–α hasta los anticuerpos anti-interleucina (IL)-17 y anti-IL-23, de gran eficacia. Estos dos últimos grupos de agentes se consideran actualmente el santo grial de las opciones terapéuticas para la psoriasis moderada a grave. “Podemos influir positivamente en todos los dominios importantes de la enfermedad psoriásica con estos fármacos”, resume el Prof. Dr. med. Ulrich Mrowietz, del Centro de Psoriasis de Kiel en el Hospital Universitario de Schleswig-Holstein, el gran alcance de los efectos terapéuticos de estos sistemas terapéuticos [3]. Como se sabe ahora, la patogénesis de la psoriasis está dominada por las células proinflamatorias Th17 y, además del TNF, la IL-17 y la IL-23 son citocinas centrales de la cascada inflamatoria psoriásica [4].

Mecanismos de amplio alcance de la inflamación crónica
Además de la artritis psoriásica, pueden aparecer numerosas comorbilidades, como el síndrome metabólico, las enfermedades cardiovasculares y la depresión [5]. Los estudios demuestran que los pacientes con psoriasis tienen una incidencia superior a la media del síndrome metabólico y sus componentes (obesidad abdominal, dislipidemia e hipertensión arterial) (Resumen 1) [6,7]. Aunque no todos los pacientes de psoriasis son obesos, la prevalencia de la obesidad es mayor en los pacientes de psoriasis que en la población general [8]. Se cree que estas asociaciones pueden explicarse, entre otras cosas, por procesos inflamatorios crónicos en el organismo [7]. Existen hallazgos que demuestran que la inflamación sistémica (niveles elevados de PCR) se correlaciona con un colesterol HDL bajo y una relación colesterol total/HDL alta [9]. En cualquier caso, los procesos inflamatorios crónicos que pueden alimentarse mutuamente parecen desempeñar un papel central [10]. El Prof. Mrowietz subrayó que la psoriasis está asociada a la inflamación vascular y esto favorece la arteriosclerosis, que en última instancia puede provocar un infarto de miocardio o un ictus y reducir la esperanza de vida (recuadro) [3]. Como medida preventiva, además de un estilo de vida saludable, la presión arterial y los niveles de lípidos en sangre deben ser controlados regularmente por un médico y tratados si es necesario.

El estrés como factor desencadenante significativo
Además, deben evitarse factores de riesgo como la obesidad y el tabaquismo. “Ambos son factores que empeoran significativamente la psoriasis”, explicó el Prof. Mrowietz [3]. Uno de los factores desencadenantes de la psoriasis es el estrés, cuyos factores estresantes pueden encontrarse tanto en el entorno escolar/profesional como en el privado de los pacientes. El estrés y los cambios nerviosos centrales pueden contribuir a una exacerbación de los síntomas de la psoriasis a través de una interacción bidireccional entre el sistema nervioso y las células inmunitarias de la piel [11]. Las pruebas científicas demuestran que los acontecimientos vitales estresantes desempeñan un papel en el desencadenamiento o la exacerbación de la psoriasis [12,13]. “El estrés no es sólo un factor desencadenante del aumento de placas en la piel”, subraya el ponente [3]. El estrés aumenta la inflamación vascular y afecta al sistema nervioso central. Como resultado, se movilizan células inflamatorias de la médula ósea, que migran al torrente sanguíneo y acaban promoviendo cambios arterioscleróticos, por ejemplo en las arterias coronarias.

Psoriasis y depresión: un círculo vicioso
“Sabemos por estudios realizados en el norte de Europa que una de cada cinco personas con psoriasis sufre depresión”, explicó el Prof. Mrowietz [3]. En el pasado se suponía que los trastornos depresivos podían explicarse principalmente por las experiencias estigmatizantes de los enfermos de psoriasis. Pero éste es sólo uno de los factores decisivos, afirma el experto y añade: “La depresión es una enfermedad inflamatoria”. En la actualidad existen buenos estudios que demuestran que en el sistema nervioso central se produce un patrón particular de inflamación. Este patrón favorece el desarrollo de la depresión. Por el contrario, esto significa lo siguiente: Si conoce este patrón, podrá iniciar un tratamiento más específico, que idealmente también influirá positivamente en los síntomas depresivos. “Con los medicamentos modernos, esto es posible”, afirma el Prof. Mrowietz [3]. Este es el resultado de numerosos estudios científicos. Por qué es importante que los dermatólogos conozcan estas conexiones: “Si uno está deprimido, es más susceptible al estrés y el estrés aumenta la psoriasis. Cuando uno está estresado, se liberan cada vez más sustancias mensajeras. Entonces se activa el sistema inmunitario”, resume el Prof. Mrowietz [3]. En resumen, se trata de un círculo vicioso, en el que la estigmatización también contribuye a que los afectados se estresen y el escenario inflamatorio se intensifique.
Congreso: Día Mundial de la Psoriasis
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DERMATOLOGIE PRAXIS 2023; 33(1): 22-23 (publicado el 16.2.23, antes de impresión).