La insuficiencia cardiaca a menudo no viene sola. Un tercio de los pacientes padece también insuficiencia renal. Un reto importante en este caso es la carencia de hierro que suele producirse. Aquí se necesita una gestión interdisciplinar.
La insuficiencia cardiaca sigue siendo la enfermedad cardiovascular de más rápido crecimiento en los países industrializados occidentales. La prevalencia entre los mayores de 45 años es ya del dos por ciento. A pesar de los grandes avances en el tratamiento de esta enfermedad, el pronóstico aún no ha mejorado significativamente. Esto se debe en parte a una de las complicaciones más comunes y progresivas: la insuficiencia renal. Existe una estrecha interacción entre ambos órganos, de modo que la gravedad de la insuficiencia renal fluctúa con la gravedad del estado clínico del paciente (Fig. 1).
Por lo tanto, los pacientes cardiorrenales requieren una atención integral e interdisciplinar para gestionar las comorbilidades adicionales y las complicaciones asociadas a la terapia. Los objetivos terapéuticos en el tratamiento de la insuficiencia cardiaca aguda son la estabilización rápida de la hemodinámica y la mejoría de los síntomas y del estado respiratorio. Los diuréticos, los vasodilatadores y las sustancias inotrópicas positivas son el centro de la terapia, junto con las medidas generales y de apoyo. Al estabilizar y mejorar la función cardiaca, deberían mejorar las presiones glomerulares. La terapia del daño renal agudo se basa en el estadio respectivo. En principio, la prevención o el tratamiento de la sobrecarga de volumen mediante la reducción controlada del volumen es de vital importancia.
El reto de la carencia de hierro
Sin embargo, uno de los mayores retos es la frecuente carencia de hierro. En los pacientes cardiorrenales, también se asocia estrechamente con un aumento de la mortalidad y, además, con una reducción del rendimiento físico. El hierro no sólo es necesario para el transporte de oxígeno, sino también para la producción de energía celular y como componente esencial en numerosos procesos metabólicos enzimáticos.
Las directrices europeas sobre insuficiencia cardiaca recomiendan la terapia i.v. con carboximaltosa férrica en pacientes sintomáticos. Según los estudios, esta sustitución de hierro conlleva una mejora significativa de los síntomas relacionados con la insuficiencia cardiaca, el rendimiento y la calidad de vida. Un análisis reciente de un metaanálisis de cuatro ensayos controlados demostró una reducción del riesgo del 41% en los ingresos hospitalarios y la mortalidad cardiovascular en comparación con el placebo. Por otra parte, la administración de hierro por vía oral suele tolerarse mal a nivel gastrointestinal y da lugar a tasas de absorción más bajas.
Vigilar el bloqueo del RAAS
El bloqueo del sistema renina-angiotensina-aldosterona (SRAA) con fármacos suele tener un efecto positivo en los pacientes cardiorrenales. Sin embargo, muchos inhibidores del SRAA provocan un aumento peligroso de la concentración sérica de potasio. A su vez, la hiperpotasemia aumenta el riesgo de hospitalización y mortalidad. Para poder seguir realizando una inhibición del SRAA suficientemente elevada, debe utilizarse el intercambiador de potasio no absorbible y sin sodio Patiromer. En los ensayos clínicos, mostró un perfil beneficio-riesgo favorable y provocó una rápida reducción de los niveles de potasio cuando se tomaba a diario.
Fuente: Insuficiencia cardiaca
Literatura:
- Bock JS, Gottlieb SS: Síndrome cardiorrenal: nuevas perspectivas. Circulation 2010; 121: 2592-2600.
CARDIOVASC 2019; 18(4): 24 (publicado el 23.8.19, antes de impresión).