La actividad física regular puede reducir significativamente el riesgo de desarrollar demencia y retrasar la aparición de la enfermedad. Esta actividad debe comenzar lo antes posible, pero también se pueden medir los efectos positivos cuando se inicia tarde. Se recomiendan al menos 2-3 sesiones de entrenamiento aeróbico a la semana de al menos 30 minutos cada una. La actividad física “ideal” no existe. Sin embargo, tiene sentido elegir una actividad en la que se tenga experiencia personal para mantener el riesgo de lesiones lo más bajo posible. El artículo ofrece una visión general de la investigación actual.
La incidencia de la demencia está aumentando en todo el mundo y no se vislumbra el final de esta tendencia, dada la dependencia de la enfermedad de la edad, así como la evolución demográfica. La búsqueda de terapias eficaces continúa, pero la mayoría de los enfoques de investigación de los últimos años no han mostrado resultados positivos y no han progresado más allá de los ensayos de fase III. En este contexto, la prevención eficaz de la demencia es especialmente importante. Sin embargo, sería un gran éxito, tanto desde el punto de vista médico como económico, retrasar la aparición de la demencia tan sólo unos años. La actividad física regular puede ser una parte importante de ese concepto de prevención, ya que reduce significativamente el riesgo de desarrollar demencia si se inicia lo suficientemente pronto.
Antecedentes
La actividad física desempeña un papel importante en la prevención y el tratamiento de las enfermedades neurológicas y generalmente se recomienda [1]. Pero, ¿puede demostrarse realmente esta conexión con respecto a la prevención de la demencia? ¿Y qué factores influyen en ello?
Con el aumento de la esperanza de vida de la población mundial, es de esperar un incremento de las enfermedades relacionadas con la demencia. Se prevé que su prevalencia se duplique de aquí a 2050. En Alemania hay actualmente alrededor de 1,1 millones de pacientes con demencia, en Suiza se supone que hay actualmente unos 110.000 afectados. A menos que se produzca un gran avance en la prevención y la terapia, la cifra aumentará a unos 2,6 millones sólo en Alemania en 2050, según las proyecciones de desarrollo demográfico. En otras palabras, entre el 6 y el 9% de la población mayor de 65 años sufre un proceso de demencia.
Retrasar la aparición de la demencia tendría enormes consecuencias económicas para la salud, además de los beneficios relacionados con el paciente. Según los resultados de los estudios animales y epidemiológicos disponibles hasta el momento, existen pruebas de que la actividad física tiene un efecto neuroprotector y puede retrasar el deterioro cognitivo en el contexto de procesos neurodegenerativos crónicos como la demencia de tipo Alzheimer. Aunque en la actualidad las medidas preventivas no pueden ofrecer una protección segura contra la demencia, la importancia de una reducción relativa del riesgo queda demostrada sólo por el hecho de que un retraso medio de un año en la aparición de la enfermedad ya reduciría el número de enfermos en aproximadamente un 9%.
Antes de que pueda investigarse si la actividad física influye en la cognición, ya se plantea un problema: la definición de actividad física se maneja de forma muy diferente; las actividades investigadas incluyen, además del deporte en sentido estricto, por ejemplo, una actividad profesional físicamente exigente, un alto nivel de actividad cotidiana, diferentes duraciones e intensidades, así como diferentes periodos de actividad, y se basan en parte en evaluaciones subjetivas de los sujetos o en mediciones objetivas (por ejemplo, actigrafía, podómetro). En los estudios de cohortes, por ejemplo, a menudo se compara un “estilo de vida físicamente activo” con un “estilo de vida inactivo” sin ninguna medición objetiva de la actividad.
Efectos de la actividad física sobre la cognición en individuos sanos
Los efectos positivos de la actividad física sobre la cognición en individuos sanos han sido bien estudiados [2]. En varios estudios de intervención se investigó un programa más o menos estructurado de actividad física o deportiva. En primer lugar, se pueden medir los efectos a corto plazo: el ejercicio aeróbico submáximo de hasta una hora de duración mejora el procesamiento de la información en individuos sanos. Por otro lado, el estrés prolongado que provoca la deshidratación empeora el procesamiento de la información y la memoria. Además, existen efectos a medio y largo plazo: Un metaanálisis de 29 ensayos de intervención controlados aleatorizados en adultos sin demencia descubrió que el ejercicio aeróbico produce mejoras moderadas en la atención, la velocidad de procesamiento, la función ejecutiva y la memoria.
En los estudios de intervención se ha prestado especial atención al grupo objetivo de personas mayores que aún gozan de buena salud cognitiva. También en este grupo de edad se encuentran predominantemente mejoras significativas en el rendimiento cognitivo mediante el entrenamiento físico regular.
¿Prevención de la demencia mediante la actividad física?
Existen numerosos estudios prospectivos de cohortes sobre la cuestión de si la actividad física puede prevenir la demencia. Éstas se evaluaron mediante metaanálisis [2]. Se encontraron resultados ligeramente diferentes para las distintas formas de demencia. En concreto, la demencia de tipo Alzheimer puede prevenirse o al menos retrasarse con una actividad física regular (riesgo relativo = 0,66 de desarrollar demencia en las personas más activas físicamente en comparación con las más inactivas, Fig. 1).
En general, las personas físicamente activas tenían un 25% menos de riesgo de desarrollar demencia que las inactivas. El riesgo de sufrir un déficit cognitivo leve, prácticamente un estadio preliminar de la demencia, se redujo incluso en un 47% en las personas físicamente activas (Fig. 2).
En metaanálisis de estudios prospectivos de cohortes de individuos sanos, otros autores también llegan a la conclusión de que el riesgo de deterioro cognitivo se reduce entre un 28% y un 45% en un plazo de uno a doce años con niveles elevados de actividad física [3–5]. La actividad física de ligera a moderada también redujo significativamente el riesgo (en un 35%). Así pues, los resultados de estos metaanálisis están todos en el mismo orden de magnitud, por lo que cabe suponer que la actividad física regular es un factor protector contra el desarrollo de la demencia. Hay que reconocer que no existen estudios de intervención controlados y aleatorizados con la actividad física. Probablemente tampoco existirán en el futuro, por razones éticas.
Posibles mecanismos de prevención de la demencia
Aún no se ha aclarado el mecanismo por el que se consigue el efecto preventivo de la demencia ni qué tipos de ejercicio son los más adecuados para este fin en términos de intensidad y duración. Entre los posibles factores se incluyen una mejora del flujo sanguíneo cerebral y del metabolismo, una reducción del estrés oxidativo en el cerebro y una menor formación y mejor degradación del Aβ-amiloide. Los datos experimentales en animales también indican que no sólo existe una relación unidireccional entre el sistema nervioso central (control de la función muscular), sino una relación bidireccional. La actividad física provoca reacciones metabólicas incluso más allá de las regiones cerebrales directamente implicadas en el movimiento (“diafonía molecular”). Además, la actividad física en el cerebro puede liberar neurotrofinas y factores de crecimiento como el factor de crecimiento similar a la insulina-1 (IGF-1), el factor neurotrófico derivado del cerebro (BDNF) y el factor de crecimiento nervioso (NGF), que estimulan la neurogénesis cerebral y la angiogénesis. También se ha demostrado que la actividad física influye en los sistemas neurotransmisores cerebrales como la serotonina, la noradrenalina, la dopamina y la acetilcolina. En un estudio, se demostró que la actividad aeróbica regular de tres veces por hora a la semana durante seis meses en personas de 60 a 79 años conduce a un aumento significativo del volumen de la materia gris y blanca del cerebro [6]. El ejercicio no aeróbico fue ineficaz en este estudio. Los jóvenes, en cambio, no mostraron un aumento significativo del volumen. Además, la actividad física regular tiene un efecto positivo sobre los factores de los que se habla de un mayor riesgo de demencia, a saber, la intolerancia a la glucosa y la hipercolesterolemia. Lista y Sorrentino [7] y Radak et al. ofrecen un análisis detallado de los posibles mecanismos de acción de la actividad física. [8] publicado.
¿Cuál es la conclusión?
La actividad física regular puede tener un efecto positivo en el rendimiento cognitivo tanto a corto como a largo plazo. En principio, esto sigue siendo válido a una edad muy avanzada – el efecto preventivo también puede demostrarse en personas mayores de 85 años [9]. Aunque aún no se vislumbra una terapia causal para las primeras fases de la demencia de Alzheimer, la actividad física parece ser una medida preventiva prometedora. La actividad física regular (se estudió principalmente la actividad aeróbica) reduce el riesgo de deterioro cognitivo en aproximadamente un 25 % (demencia indiferenciada),
34 (demencia de tipo Alzheimer) y 47% (déficit cognitivo leve). Éste -entre otros numerosos efectos beneficiosos para la salud- es otro motivo para practicar una actividad física regular.
Aunque los resultados mencionados de estudios prospectivos de cohortes demuestran una conexión estadística entre la actividad física y la demencia, aún no se puede responder a la cuestión de la causalidad.
Así pues, según los conocimientos actuales, resulta difícil hacer recomendaciones concretas sobre el tipo y la duración de la actividad física que tiene un efecto preventivo de la demencia. Sin embargo, como orientación aproximada, sabemos al menos por estudios de intervención en personas sanas que pueden demostrarse efectos favorables para la salud con una actividad física regular de al menos dos o tres sesiones por semana, cada una de unos 30 minutos de duración.
Según los conocimientos actuales, no se ha demostrado sin lugar a dudas si la actividad física también tiene un efecto preventivo o terapéutico en las personas que ya padecen un deterioro cognitivo. Sin embargo, varios estudios de intervención controlados aleatorizados y un metaanálisis [10] sugieren que el entrenamiento físico puede mejorar en cierta medida el rendimiento cognitivo de las personas mayores, incluso con déficit cognitivo leve o demencia, o al menos ralentizar un mayor deterioro cognitivo.
Literatura:
- Pfeifer K, et al.: Promoción del movimiento y el deporte en neurología – orientación competencial y sostenibilidad Neurol Rehabil 2013; 19 (1): 7-19.
- Felbecker A, et al: Trastornos cognitivos. En: Reimers CD, et al. (eds.): Prävention und Therapie neurologischer und psychischer Krankheiten durch Sport. Elsevier Verlag 2013; 443-474.
- Hamer M, Chida Y: Actividad física y riesgo de enfermedad neurodegenerativa: una revisión sistemática de pruebas prospectivas. Psychol Med 2009; 39: 3-11.
- Lautenschlager NT, Almeida OP: Actividad física y cognición en la vejez. Curr Opin Psychiatr 2006; 19: 190-193.
- Sofi F, et al: Actividad física y riesgo de deterioro cognitivo: un metaanálisis de estudios prospectivos. J Intern Med 2011; 269: 107-117.
- Colcombe SJ, et al: El entrenamiento con ejercicio aeróbico aumenta el volumen cerebral en humanos que envejecen. J Gerontol A Biol Sci Med Sci 2006; 61: 1166-1170.
- Lista I, Sorrentino G: Mecanismos biológicos de la actividad física en la prevención del deterioro cognitivo. Cell Mol Neurobiol 2010; 30: 493-503.
- Radak Z, et al: El ejercicio desempeña un papel preventivo contra la enfermedad de Alzheimer. J Alzheimers Dis 2010; 20:777-783.
- Denkinger MD, et al: Actividad física para la prevención del deterioro cognitivo: pruebas actuales de estudios observacionales y controlados. Z Gerontol Geriatr 2012; 45: 11-16.
- Heyn P, Abreu BC, Ottenbacher KJ: Los efectos del entrenamiento con ejercicio en ancianos con deterioro cognitivo y demencia: Un metaanálisis. Arch Phys Med Rehabil 2004; 85: 1694-1704.
InFo NEUROLOGÍA Y PSIQUIATRÍA 2014; 12(3): 5-7.