Hace unos años, en unas estadísticas que nunca se han publicado, pudimos demostrar la frecuencia con la que aparecen dolores y problemas de rodilla en las consultas de los médicos de cabecera (tabla 1). En consonancia con muchas otras encuestas, la frecuencia relevante de las dolencias de rodilla, agudas y relacionadas con el uso excesivo, también se confirmó en medicina deportiva, así como en medicina general. Este artículo ofrece una visión general por lugares y profundiza en dos diagnósticos específicos.
Si observamos más de cerca las caídas de las rodillas, surge una imagen como la que se muestra en la tabla 2.
Aunque las herramientas de diagnóstico por imagen (rayos X, ultrasonidos, TAC, IRM, SPECT) se utilizan generosamente en la actualidad, la anamnesis y el examen clínico siguen siendo los primeros pasos inevitables en la consulta del médico de cabecera, e incluso la descripción de la localización de las molestias por parte del propio paciente puede proporcionar importantes pistas diagnósticas (Tab. 3).
Examen de la rodilla
La rodilla debe evaluarse según un protocolo programado de examen de la rodilla. Describir en detalle este examen de rodilla iría más allá del alcance de este artículo.
En principio, tras la inspección en la marcha y en bipedestación (y luego en decúbito) y la palpación, la movilidad, la estabilidad medial y lateral y la estabilidad “central” deben comprobarse mediante pruebas específicas.
Llegados a este punto, nos gustaría hacer hincapié en la palpación realmente “banal”; aplicando una presión adecuada en la base de la rótula, la punta de la rótula, la tuberosidad tibial, el epicóndilo femoral lateral, los dos espacios articulares y la inserción del pie anserino, por citar sólo los puntos más importantes, se obtiene una información sumamente importante. Como siempre, la comparación lado a lado es más que recomendable. También hay que realizar las pruebas de menisco y comprobar la función de la rótula, siempre partiendo de la base de que esto es posible desde el punto de vista del paciente (dolor → tensión). También debe comprobarse bien la competencia activa de la función de extensión y flexión, y las llamadas pruebas musculares también son importantes.
Dos diagnósticos
Siguiendo el lema “no se puede hacer un diagnóstico si no se conoce”, nos gustaría seleccionar dos diagnósticos exclusivos del deporte pero no siempre bien conocidos de esta variedad de diagnósticos y explicarlos con más detalle.
Rodilla de saltador: La rodilla de saltador también se denomina tendinitis rotuliana y pertenece claramente a los trastornos ventrales de la rodilla. Se trata de una sobrecarga crónica dolorosa de la unión del tendón rotuliano al polo inferior de la rótula y, haciendo honor a su nombre, se diagnostica a menudo en los deportes de salto. Cabe mencionar aquí que existe un cuadro clínico similar en atletas más jóvenes aún en crecimiento, un trastorno del crecimiento denominado Sinding-Larsen-Johanson.
La persona afectada suele ser capaz de describir su problema con bastante precisión: Tiene un dolor localizable muy preciso en la punta de la rótula, que en la primera fase (grado I) sólo se producen tras un esfuerzo, aunque también pueden estar presentes en reposo (grado II). El grado IV, poco frecuente, corresponde a una rotura del tendón.
Durante el examen clínico, este dolor puede reproducirse muy fácilmente. Las radiografías se utilizan principalmente para el diagnóstico diferencial. La ecografía puede mostrar edema, engrosamiento del tendón y cambios degenerativos en el sentido de una disolución de la estructura colágena paralela, especialmente en la parte dorsal del tendón. En el dúplex, a veces se ven signos de neovascularización.
El tratamiento, principalmente conservador, se prolonga a partir del estadio II. Hasta ahora, ninguna terapia ha demostrado ser claramente mejor que las demás: La modulación de la tensión (¡no significa no apto para el deporte!), las medidas fisioterapéuticas como los ultrasonidos, las técnicas de fascia, la terapia de ondas de choque radiales o focalizadas, los tratamientos de escleroterapia (por ejemplo con polidocanol), las inyecciones locales de sangre del propio paciente (PRP=Platelet Rich Plasma), de ácido hialurónico o clásicamente de cortisona se encuentran entre los tratamientos más utilizados. La cirugía se reserva para los menos casos como ultima ratio, por así decirlo.
La medicina deportiva es prevención: mantener una buena movilidad mediante ejercicios de estiramiento debe “inculcarse” sobre todo a los jóvenes.
Rodilla de corredor: El síndrome de Scheuer, o más concretamente el síndrome de fricción de la banda iliotibial (ITBFS), es un claro dolor lateral de rodilla como expresión de una afección por uso excesivo que suele darse en corredores, pero también en ciclistas y otros deportistas.
Esta patología surge porque la parte más fina del tendón del músculo tensor de la fascia latae se encuentra delante o detrás del epicondilo femoral lateral, dependiendo de la posición de la rodilla y la cadera, es decir, roza constantemente contra esta prominencia ósea. Esto puede provocar la irritación de las estructuras locales implicadas (periostio, bursa, tendón). Esta situación desfavorable puede darse aún más cuando dicho músculo está “acortado” y provoca así una tensión anormal en su tendón largo particular.
El diagnóstico es predominantemente clínico. El deportista también puede definir bien el punto de dolor en este caso, la presión despierta las molestias – más aún cuando se requieren flexiones y extensiones de rodilla en esta situación. El llamado Ober-Test, una maniobra de prueba muscular, indica lo mismo. Las radiografías se utilizan para descartar otras patologías (fracturas de estrés), la ecografía puede mostrar la bursa irritada o el tendón dañado.
El tratamiento es principalmente conservador. Las medidas locales (ultrasonidos, terapia de ondas de choque), posiblemente infiltraciones (PRP, esteroides), pero sobre todo ejercicios de estiramiento de los músculos tensor fascia latae y vastus lateralis y ejercicios de fortalecimiento de los rotadores de la cadera parecen ser las medidas más importantes. Si existen diferencias en la longitud de las piernas, conviene compensarlas. En casos poco frecuentes, se sugiere la plastia en Z quirúrgica (alargamiento del tendón).
PRÁCTICA GP 2014; 9(11): 11