La terapia moderna del Parkinson es multidisciplinar y se basa en las necesidades individuales del paciente. Los expertos de la conferencia de la dgp coincidieron en esta demanda de una gestión moderna de la terapia.El Congreso estuvo de acuerdo. Una comprensión cada vez mayor del proceso de la enfermedad permite un tratamiento personalizado, que no sólo debe aplicarse en los cursos tardíos de la enfermedad.
La enfermedad de Parkinson es uno de los trastornos neurodegenerativos del movimiento más comunes. En Suiza hay más de 15.000 personas afectadas, y la cifra va en aumento. Especialmente en los países socioeconómicamente acomodados, la incidencia de la enfermedad de Parkinson sigue aumentando. Se prevé que el número de pacientes de Parkinson en todo el mundo se duplique de aquí a 2030. La enfermedad provoca una reducción de la actividad, a menudo el abandono del trabajo y una discapacidad grave. Con la ayuda de los modernos métodos de descodificación, ha sido posible seguir detectando los mecanismos moleculares del desarrollo de las enfermedades. Se han observado efectos neurorrestauradores del entrenamiento físico en modelos animales. También se sabe que la actividad física ya reduce el riesgo de desarrollar la enfermedad de Parkinson, por lo que existe una relación dosis-respuesta entre la actividad y el riesgo de Parkinson. Por ejemplo, se ha demostrado que, en comparación con la fisioterapia convencional, la fisioterapia especializada para enfermos de Parkinson conlleva menos complicaciones, una mayor movilidad y también una mayor calidad de vida. El arsenal de gestión del tratamiento se ha ampliado eficazmente a lo largo de los años. Un régimen terapéutico completo es ahora multidisciplinar y se adapta a las necesidades individuales del paciente. Pero el final de la línea está lejos de alcanzarse.
Centrarse en el futuro con la Agenda 2030
Para seguir avanzando en el desarrollo de nuevas terapias, se puso en marcha la Agenda 2030. El objetivo principal será seguir investigando la enfermedad para, en última instancia, permitir el progreso médico hacia una terapia causal. Lo que ya se ha reconocido es que los pacientes de Parkinson son muy diferentes. Diferentes factores genéticos, como los genes Parkin, GBA o LRKK2 asociados al Parkinson, contribuyen a diferentes cursos de la enfermedad. Además, muchos factores de riesgo influyen en la enfermedad. Las investigaciones neurogenéticas deberían ayudar a detectar otras vías de señalización molecular y a identificar los nuevos puntos de partida correspondientes para una terapia personalizada. Los expertos están convencidos de que con la ayuda de las nuevas tecnologías, los biomarcadores, la estratificación genética y los enfoques moleculares, el panorama terapéutico podrá optimizarse aún más en los próximos años.
Atención optimizada durante todo el curso de la enfermedad
Hasta que llegue el momento y el Parkinson pueda atajarse ya desde sus causas, un tratamiento multiprofesional debería combinar diferentes métodos de forma interdisciplinar, e idealmente a lo largo de todo el curso de la enfermedad. En contraste con 2010, cuando sólo el 11% de los pacientes de Parkinson recibían tratamiento multidisciplinar, la proporción ya aumentó al 21% en 2016. Sin embargo, un metaanálisis reciente muestra que aún no existe una norma uniforme al respecto. Tanto la composición de los equipos multidisciplinares como los enfoques conceptuales siguen siendo muy diferentes. Por ello, los expertos abogan por una mejor comunicación, así como por la promoción de la cualificación del personal de enfermería y de otros grupos profesionales.
La gestión de la terapia es recopilada, llevada a cabo y supervisada por un equipo de médicos, personal de enfermería especializado, enfermeras especializadas en Parkinson y terapeutas. El plan de tratamiento individual, cuyo objetivo es mejorar la calidad de vida y mantener la independencia, puede incluir una combinación de terapia ocupacional, fisioterapia, logopedia, neuropsicología e intervención farmacológica. Para compensar la falta de dopamina en el cerebro, se utilizan principalmente dos grupos de fármacos en las primeras fases de la enfermedad. La levodopa se convierte en dopamina en el cerebro, y los agonistas dopaminérgicos ayudan a los receptores a absorber la dopamina. El preparado que se utilice dependerá del estadio de la enfermedad, los síntomas, la edad y la actividad, así como de la eficacia y la tolerabilidad del medicamento. Mientras que la levodopa se tolera bien, sobre todo en las personas mayores, los agonistas dopaminérgicos pueden retrasar la aparición de los trastornos del movimiento.
Sin embargo, a medida que el Parkinson avanza, el efecto de la medicación disminuye en muchos enfermos. Después pueden combinarse otros preparados como antagonistas NMDA, anticolinérgicos, inhibidores COMT o inhibidores MAO-B. Los antagonistas NMDA y los anticolinérgicos influyen en las sustancias mensajeras posteriores a la dopamina, mientras que los inhibidores de la COMT y los inhibidores de la MAO-B retrasan la descomposición de la levodopa y la dopamina respectivamente en el organismo. La monoaminooxidasa (MAO)-B, por ejemplo, garantiza que el neurotransmisor se metabolice rápidamente tras una liberación de dopamina. Al inhibir su actividad, se prolonga la semivida de la dopamina en el cerebro, lo que aumenta el efecto de la levodopa. En un mecanismo de acción dual, además de la inhibición selectiva y reversible de la MAO-B, también se regula el aumento de la liberación de glutamato en la EP. El objetivo es lograr un control equilibrado y duradero de los síntomas motores.
Congreso: Congreso Alemán sobre la Enfermedad de Parkinson y los Trastornos del Movimiento
InFo NEUROLOGíA Y PSIQUIATRÍA 2021; 19(2): 32