Las causas más comunes de la halitosis son el recubrimiento de la lengua o la gingivitis. Las terapias globales y a ciegas suelen conducir al fracaso, por lo que el tratamiento debe estar estrictamente relacionado con la causa.
Debido a la creciente presencia en los medios de comunicación y al aumento de los estudios científicos, el tema tabú del mal aliento se ha convertido en los últimos años en el centro de atención de pacientes y médicos. No obstante, la halitosis sigue siendo un problema muy extendido. Alrededor del 10-40% de la población padece halitosis al menos una parte del tiempo [1,2,3]. Antes de que los pacientes acudan a una consulta profesional de halitosis, más de la mitad ya han visitado a uno o más médicos [4]. Esto demuestra que en la práctica existe cierta impotencia a la hora de tratar a estos pacientes. A menudo, las terapias de manta se llevan a cabo sin éxito, lo que lleva mucho tiempo, además de costes, y en última instancia conduce a la frustración del paciente y del profesional. No es raro que se realicen endoscopias gastrointestinales y amigdalectomías o que se prescriba un antibiótico, todo ello sin éxito. Muchos pacientes sufren halitosis durante varios años, lo que se convierte en una carga psicológica cada vez mayor y puede reducir en gran medida la calidad de vida de los afectados [4].
Este artículo ofrece una visión general del complejo tema de la halitosis. Para una visión más profunda, en este punto se hace referencia al libro “Halitosis. Tratamiento profesional del mal aliento en la consulta dental” [5].
Diferenciaciones terminológicas
Halitosis deriva de la palabra latina halitus (aliento, neblina) y describe un aire respirable de olor desagradable independientemente del lugar de origen. Los términos utilizados como sinónimos, como halitosis o foeter ex ore, se refieren únicamente a casos con una causa en la cavidad oral. Para incluir en la medida de lo posible todos los cuadros clínicos, en la actualidad sólo se utilizará el término halitosis. Según su origen, se distingue entre halitosis intraoral y extraoral. Además de esta halitosis genuina, también existe la halitosis inducida psicológicamente (pseudohalitosis/halitofobia). El paciente describe un olor desagradable, que no puede confirmarse objetivamente ni con instrumentos de medición. Los pacientes con pseudohalitosis, a diferencia de los pacientes con halitofobia, pueden convencerse de que la halitosis no está presente mediante un diagnóstico y una educación adecuados. La halitosis transitoria está causada por alimentos como la cebolla o el ajo [6] (Tabla 1).
Causas localizadas principalmente en la cavidad oral
Diversos estudios han demostrado que la fuente del olor desagradable se encuentra en la cavidad oral en alrededor del 80-90% [4,7]. Dado que más de la mitad de las bacterias orales se localizan en la superficie lingual, el dorso de la lengua en combinación con el recubrimiento lingual (Fig. 1) es la causa más común de halitosis. Las bacterias anaerobias gramnegativas, que residen en las microfisuras y grietas del epitelio lingual, protegidas del oxígeno, metabolizan la materia orgánica procedente de la saliva, los residuos alimentarios y las células epiteliales exfoliadas. Las proteínas con aminoácidos que contienen azufre (por ejemplo, cisteína, cistina y metionina) se convierten en compuestos volátiles de azufre (CVS) y entran en el aire que respiramos. En la halitosis intervienen el sulfuro de hidrógeno, el metilmercaptano y el algo menos volátil dimetilsulfuro [8]. Las bacterias especiales también son responsables de la inflamación de las encías (gingivitis) y del periodonto (periodontitis marginal), que, además de una higiene bucal y de la dentadura deficientes y de infecciones locales, son otras posibles causas orales [4,5,7].
Contrariamente a la opinión aún muy extendida, las causas externas a la cavidad oral son bastante raras, representando alrededor del 5% de los casos [4,7]. Son más frecuentes en la zona del oído, la nariz y la garganta (por ejemplo, amigdalitis, sinusitis maxilar), seguidas del tracto gastrointestinal (por ejemplo, reflujo gastroesofágico, divertículos). Las enfermedades sistémicas, los cambios metabólicos y hormonales, las insuficiencias hepáticas o renales y las enfermedades respiratorias también pueden ser responsables de la halitosis [5]. Una nueva investigación encontró pruebas de que un defecto genético en SELENBP1 puede provocar un olor corporal parecido al de la col [9].
Los llamados cofactores también desempeñan un papel importante, ya que pueden favorecer el desarrollo de la halitosis oral. La reducción del flujo salival es el cofactor más importante, para el que existen muchas causas diferentes. Por ejemplo, muchos pacientes toman medicamentos que provocan sequedad bucal como efecto secundario. Esto cambia no sólo la cantidad sino también la calidad de la saliva: se vuelve más viscosa y pegajosa. En una cavidad bucal seca, el efecto de enjuague y dilución de la saliva se reduce considerablemente, lo que favorece la formación de biopelículas. El tabaquismo, el consumo de café y alcohol, la escasa ingesta diaria de agua, la respiración bucal, una dieta desequilibrada y un índice de masa corporal demasiado alto o demasiado bajo también pueden favorecer el desarrollo de la halitosis [5].
Concepto de diagnóstico y terapia de un vistazo
Antes de la cita, el paciente recibe un formulario de historial médico de cuatro páginas (www.andreas-filippi.ch). Esto sirve de base para la conversación introductoria con el paciente y proporciona información sobre el tipo y la frecuencia de la halitosis, las autoterapias ya realizadas así como los tratamientos de otros médicos y el nivel de sufrimiento. Con esta anamnesis general y especial, también se registran los posibles cofactores. A continuación, se realiza una evaluación clínica con el objetivo de identificar los puntos de predilección en la cavidad oral. A continuación se inspeccionan los tejidos blandos orales y faríngeos (especialmente el revestimiento de la lengua, el anillo de Waldeyer de la faringe y los conductos excretores de las glándulas salivales). También se evalúan los empastes y restauraciones dentales, las condiciones periodontales y la higiene bucal [4,5]. Si el paciente se queja de sequedad bucal o si ésta puede confirmarse durante el examen, también se realiza una prueba de saliva (Saliva-Check BUFFER®, GC). Los exámenes microbiológicos, por otra parte, rara vez se utilizan porque generalmente no influyen en la terapia [5].
El diagnóstico del aliento se realiza organolépticamente (con la ayuda del olfato del practicante) y con instrumentos de medición [4-6, 10-12]. Durante la entrevista introductoria y el examen clínico, se registra la gravedad de la halitosis en función de la distancia del examinador al paciente (distancia 1 m = grado 3, distancia 30 cm = grado 2, distancia 10 cm = grado 1) [4,5,12].
La medición instrumental se realiza con un monitor de sulfuro (HaliSens®, Al Analytical Innovations GmbH, Moosbach, Alemania) (Fig. 2 y 3) y un cromatógrafo de gases (OralChroma™, Fa. Abilit, EE.UU.). Esto objetiva los síntomas de olor del paciente y muestra la distribución de los compuestos volátiles de azufre [4,5,11,12].
Dependiendo de la causa, se discute con el paciente el concepto de terapia individual: Las inflamaciones existentes de las encías o del periodonto y las lesiones cariosas se tratan, si es necesario, con ayuda de higiene dental. Si el dorso de la lengua está cubierto de revestimiento lingual, se realiza una limpieza lingual profesional con el aspirador lingual TS1 (TS Pro GmbH, Karlsruhe, Alemania): La biopelícula de la superficie lingual se afloja con una pasta lingual y con los dos lados funcionales del aspirador lingual (lado de la siesta y lado de succión) y se aspira [13] (Fig. 4a y 4b). Además, se introduce al paciente en la limpieza casera de la lengua con un cepillo lingual y pasta lingual como parte de la higiene bucal diaria. [4,5,12] (Fig. 5). Si existen cofactores, se comentan con el paciente y, si es posible, se corrigen. Si es necesario, consulte con el médico de familia o el médico tratante [4,5,12].
Si la causa de la halitosis está fuera de la cavidad oral o si el paciente sufre de halitofobia, se le remite al especialista adecuado (otorrinolaringólogo, internista, psicólogo/psiquiatra) [4,5].
Además, se recomienda la aplicación Halitosis [14]. De este modo, el paciente puede leer tranquilamente la información recibida. Además de muchas imágenes, también hay instrucciones en vídeo que muestran un autotest fiable. Con un diario interactivo, el usuario puede implicarse aún más en el tema.
Conclusión
No existe un tratamiento único para la halitosis. Sólo un procedimiento estrictamente relacionado con la causa conduce al éxito. El concepto terapéutico de la consulta de halitosis de las clínicas dentales universitarias de la UZB se ha adaptado repetidamente a lo largo de 16 años, de modo que se ha podido alcanzar un éxito terapéutico elevado y constante de más del 90%. Esto demuestra que hoy en día nadie debería sufrir halitosis.
Literatura:
- Miyazaki H, et al.: Correlación entre los compuestos volátiles de azufre y determinadas mediciones de la salud bucodental en la población general. J Periodontol 1995; 66 (8): 679-684.
- Loesche WJ, et al: Mal olor oral en ancianos. En: Van Steenberghe D, Rosenberg M (eds). Mal aliento. Un enfoque multidisciplinar. Lovaina: University Press, 1996: 181-195.
- Bornstein MM, et al: Prevalencia de la halitosis en la población de la ciudad de Berna, Suiza: un estudio que compara datos autoinformados y clínicos. Eur J Oral Sci 2009; 117(3): 261-257.
- Zürcher A, et al: Hallazgos, diagnósticos y resultados de una consulta sobre halitosis durante un periodo de siete años. Schweiz Monatsschr Zahnmed 2012; 122(3): 205-216.
- Filippi A: Halitosis. Berlín: Quintessenz, 2011.
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- Greenman J, et al: Evaluación organoléptica de la halitosis para profesionales de la odontología-recomendaciones generales. J Breath Res 2014; 8(1): 017102.
- Laleman I, et al: Evaluación instrumental de la halitosis para el odontólogo general. J Breath Res 2014; 8(1): 017103.
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- Filippi A: Aplicaciones de teléfonos inteligentes para dentistas. Swiss Dent J 2018; 128(3): 252.
PRÁCTICA GP 2019; 14(4): 30-33