El hecho de que el deporte, como materia secundaria más importante del mundo, esté estrechamente vinculado al mundo de la medicina es algo que a la publicidad farmacéutica en particular le gusta subrayar. La actividad deportiva se escenifica de forma dramática para ilustrar la eficacia esperada de ciertos fármacos. Del mismo modo, encontramos referencias cercanas al deporte en la designación de diversos trastornos de salud. A continuación destacaremos algunos de ellos. Comenzamos primero con los trastornos de salud del campo de la medicina interna. La segunda parte se publicó en HAUSARZT PRAXIS 12/2016.
El corazón del deportista
Ya en 1899 se descubrió un agrandamiento del corazón en esquiadores de fondo entrenados en Escandinavia mediante percusión. El término “corazón deportivo”, “corazón de atleta” o “corazón de deportista” también tiene su origen en esta época. Este término se refiere básicamente a un agrandamiento no patológico del corazón causado por un ejercicio intenso. Al igual que el músculo esquelético, el miocardio responde a los esfuerzos físicos intensos con un aumento de la masa muscular y esta hipertrofia se considera una adaptación fisiológica adecuada. Según los descubrimientos científicos realizados hasta la fecha, el agrandamiento del corazón provocado por el deporte no parece suponer ningún riesgo para la salud del deportista.
La duración y el tipo de entrenamiento físico influyen en el grado de cambio del tamaño y la estructura del corazón. El entrenamiento a corto plazo aún no es capaz de influir en el tamaño del corazón; el entrenamiento a largo plazo, en cambio, produce un cambio que tiende a influir en el grosor de la pared en el caso del entrenamiento de fuerza y en el volumen ventricular en el caso del entrenamiento de resistencia. El agrandamiento es armonioso y afecta no sólo al ventrículo izquierdo sino también a las cavidades cardiacas. Los tipos específicos de ejercicio determinan los cambios estructurales en el músculo cardiaco, pero el alcance de la respuesta al ejercicio varía considerablemente de una persona a otra.
A diferencia del pasado, el “diagnóstico” del corazón del atleta se determina mediante ecocardiografía si es necesario. En la práctica, los primeros signos se detectan o sospechan principalmente durante un reconocimiento médico deportivo en el ECG. No obstante, identificar el corazón de un atleta puede ser un delicado acto de equilibrio diagnóstico.
Anemia del atleta
Los atletas bien entrenados, especialmente los de resistencia, suelen tener niveles de hematocrito y hemoglobina más bajos que los no atletas. En comparación con la norma predominante en la población general, se consideran por tanto ligeramente anémicos. Este hecho se denominó “pseudoanemia atlética”. Sin embargo, bien mirado, la anemia del atleta es un término erróneo, porque se basa en el desconocimiento de una reacción fisiológica normal: la parte líquida de la sangre, es decir, el plasma sanguíneo, reacciona muy rápidamente a las cargas de entrenamiento intensivo. Durante un trabajo físico intenso, se produce una gran cantidad de calor. A cambio, se produce sudor en una cantidad de 2 o más litros/h y se excreta para enfriar el organismo. Esta pérdida de líquido es entonces parcialmente compensada por el plasma sanguíneo, lo que puede medirse, por un lado, como una disminución del volumen sanguíneo y, por otro, como un aumento relativo del contenido celular. Un cuerpo bien entrenado almacena reservas de líquido en el espacio intracelular y en los vasos, por así decirlo. El almacenamiento puede provocar un aumento significativo (hasta un 20%) del volumen plasmático. Este aumento equivale a un adelgazamiento relativo de la sangre, ya que la proporción de células sanguíneas parece reducirse; de ahí la interpretación errónea del fenómeno como anemia. Por lo tanto, el término inglés “pseudoanemia” es mucho más apropiado.
Cabe destacar que esta adaptación típica es una reacción “sana” del organismo: Conduce a un mejor flujo sanguíneo, a una mejora del gasto cardíaco, así como a una dilución del contenido de fibrinógeno y a una reducción del riesgo de trombosis.
Para distinguir entre pseudoanemia y anemia verdadera, puede ser útil determinar con precisión el momento de la extracción de sangre en relación con el programa de ejercicio.
Anorexia atlética
No siempre se presta suficiente atención a la antropometría del atleta, que incluye el peso. Y ello a pesar de que las clases de peso son habituales en los deportes de competición (en artes marciales, remo, etc.) y de que la estética corporal desempeña un papel central en algunas disciplinas (por ejemplo, la gimnasia artística, la gimnasia rítmica, el patinaje artístico, etc.). Además, hay deportes en los que un peso elevado es desventajoso, como las disciplinas de carrera de larga distancia, el esquí de fondo y los saltos de esquí, en los que la aerodinámica depende de la morfología. En este sentido, no es sorprendente que el rígido control del peso en algunas disciplinas del deporte de competición pueda conducir a trastornos del comportamiento alimentario.
El término anorexia atlética se introdujo a principios de la década de 1980 para dejar claro que esta forma de trastorno alimentario está inducida exclusivamente por el deporte. Se refiere a la reducción deliberada del peso corporal con el objetivo de mejorar el rendimiento atlético. A diferencia de la anorexia propiamente dicha, la anorexia atlética no es (todavía) una enfermedad psiquiátrica, porque la restricción consciente de alimentos puede revertirse teóricamente. La práctica demuestra, sin embargo, que el peligro de la exageración patológica está definitivamente presente. En 1992 se describió por primera vez la “tríada de la atleta femenina” (anorexia + amenorrea + osteopenia/osteoporosis). Desde entonces, los conocimientos sobre la anorexia atlética se han vuelto más precisos. Hoy en día, se utiliza con razón el término “Deficiencia Energética Relativa en el Deporte” (RED-S), ya que se ha descubierto que los atletas masculinos tampoco se libran de estos trastornos.
“Pie de atleta
La dermatología también aporta su cuota de trastornos de salud inducidos por el deporte. El “pie de atleta”, en nuestra opinión sin un término alemán correspondiente, es una micosis del pie muy extendida. “Correr es la delicia de los hongos”, como alguien dijo guiñando un ojo, y allí donde el pie actúa como “implemento deportivo”, la probabilidad de contraer micosis es alta. Se calcula que uno de cada tres deportistas padece una infección fúngica interdigital y más del 15% también tiene hongos en las uñas (onicomicosis). Ambas enfermedades están estrechamente relacionadas y son básicamente contagiosas: de pie a cabeza y de persona a persona. Los vestuarios, duchas y baños compartidos, así como los zapatos sudados, son el caldo de cultivo ideal para la propagación de estos molestos agentes patógenos. Ambas formas de la afección, la micosis interdigital y la onicomicosis, son curables. La clave de la curación reside en una terapia combinada de remedios de acción sistémica y local.
Herpes Gladiatorum
La escasa vestimenta de los luchadores y el intenso contacto físico durante la competición hacen de este deporte un vector idóneo para los fenómenos herpéticos. Es importante distinguir esta enfermedad del impétigo, una infección bacteriana de la piel; ambas afecciones presentan pequeñas vesículas con costras amarillentas en algún momento de su curso.
Demencia Pugilística
Este término del boxeo, también conocido como “borracho de puñetazos”, se refiere en realidad a la fase final de la “encefalopatía cerebral traumática crónica” (CTBE). Me viene a la mente la imagen del recientemente fallecido boxeador Muhammad Ali. Esta entidad clínica ya fue descrita por Martland en 1928. Se manifiesta en diferentes formas de expresión: leve, moderada y grave. Desde el principio, se observan cambios de personalidad como euforia, llanto repentino y falta de conciencia de la propia enfermedad. El habla se vuelve más lenta y la memoria se deteriora progresivamente. Los casos graves recuerdan mucho a la enfermedad de Parkinson.
Las reglas del boxeo tienen cada vez más en cuenta este riesgo, con normas de reincorporación muy estrictas para los boxeadores que han sufrido un nocaut.
Es interesante señalar que el requisito del casco para los boxeadores aficionados, que se introdujo en 1984, se suprimió en 2013 debido al aumento de las complicaciones por lesiones.
“Oído de nadador”
Se trata de la otitis externa, propia de los nadadores. La humedad constante en el oído provoca una reducción de la producción de cerumen y una disminución del valor del pH. Por otro lado, esto conduce a una descomposición del epitelio y, por tanto, a una reducción de la protección fisiológica natural contra las infecciones. Esta protección reducida facilita la entrada de infecciones con patógenos predominantemente gramnegativos (Pseudomonas). El tratamiento es con gotas para los oídos, que estabilizan el pH, y a veces con antibióticos.
“Migraña del futbolista”
Los dolores de cabeza no son desconocidos en el deporte. Por ejemplo, es frecuente en los deportes de musculación, en los que la respiración con presión parece desempeñar un papel fisiopatológico. Según los síntomas, la migraña del futbolista es una migraña clásica (alteraciones visuales, náuseas, vómitos). Se cree que se produce como resultado de espasmos de los vasos cerebrales basales, causados por un cabeceo excesivo o mal realizado.
PRÁCTICA GP 2016; 11(11): 6-8