Según diversas encuestas, el número de deportistas de élite que utilizan medicamentos contra el asma es elevado. Esto podría indicar un vínculo particular entre la actividad física y las enfermedades respiratorias. ¿El deporte es saludable para el sistema respiratorio o no? ¿Y cómo puede mantenerse físicamente activo incluso siendo asmático?
Si uno se toma la molestia de leer las últimas estadísticas de la AMA, la Organización Mundial Antidopaje, no le sorprenderá mucho que los agonistas beta-2, fármacos específicos contra el asma, se encuentren con mucha frecuencia en los análisis de orina, representando el 5% de todos los casi 300.000 análisis. Al parecer, los deportistas de élite consumen a menudo este tipo de drogas, lo que inevitablemente podría plantear la cuestión (no resuelta definitivamente) de la conexión entre estas drogas y la mejora del rendimiento. No obstante, hay que subrayar que estos 122 casos “positivos” sólo tienen que ser sancionados en muy raras ocasiones, ya que los deportistas afectados suelen disponer de un permiso (Permiso de Autorización de Uso Terapéutico, ATZ) que les permite utilizar hasta cierto punto el producto realmente prohibido.
Si se hubiera tomado la frecuencia de las entradas de ATZ, independientemente de los controles más bien infrecuentes, como parámetro de estudio, las solicitudes de agonistas beta-2 habrían ocupado el primer lugar entre todas las solicitudes. Resulta asombroso saber que en los Juegos Olímpicos de Invierno de 1994 en Lillehammer el 70% de todos los atletas presentaron un certificado de este tipo, en los Campeonatos Mundiales de Natación de 1998 en Perth incluso el 80%, y que en los Juegos Olímpicos de Verano de 2000 en Sidney uno de cada cinco participantes era consumidor de drogas por asma. Tales cifras sugieren que hay algo “interesante” en estos medicamentos, aunque los trabajos científicos disponibles sobre el tema no puedan demostrar nada parecido. Pero, ¿es eso en sí mismo ya una prueba?
Sea cual sea la interpretación final, el elevado número de atletas que utilizan fármacos contra el asma sugiere una estrecha relación entre la actividad física y las enfermedades respiratorias.
¿Cómo funciona la respiración durante la práctica deportiva?
Un breve recordatorio de la fisiología respiratoria puede ser útil en este punto. Un adulto sano inspira y espira unas 20.000 veces durante 24 horas. Esto permite que unos 10.000 litros de aire pasen a través de los pulmones cada día. En general, las personas respiran con más frecuencia durante el ejercicio que en reposo: se ventila más aire con cada respiración. En reposo, se mueven de seis a ocho litros por minuto; bajo tensión, unas 20 veces más. Los atletas altamente entrenados para la resistencia pueden inhalar y exhalar hasta 250 litros de aire por minuto ¡durante el ejercicio más intenso! En este caso, la respiración nasal normal ya no es suficiente, se recurre a la respiración bucal para ayudar, sin los importantísimos procesos de filtración y calentamiento de la respiración nasal. Así, el aire frío “sucio” baja por el árbol bronquial a la mayor velocidad, con los riesgos de irritación insalubre.
Asma: un problema común
Por lo tanto, no es incomprensible que cada vez más deportistas aficionados y profesionales padezcan asma y, al mismo tiempo, no es sorprendente que cada vez más asmáticos, incluidos muchos niños, practiquen deporte. Esta afirmación es lógica en sí misma, cuando uno se da cuenta de que el 5% de la población padece asma, y la tendencia va en aumento. Esta afección común tiene múltiples efectos sobre la salud de la persona afectada, y uno de ellos se llama desacondicionamiento. La reducida (o inexistente) actividad física, a menudo debida al miedo, conduce a una reducción de factores de condición como la capacidad aeróbica, la fuerza y la movilidad (por nombrar sólo los principales factores afectados). Esto provoca una disminución de la autoestima, ansiedad y la interrupción de los contactos sociales. Y esto sigue ocurriendo hoy en día, aunque los neumólogos no se cansan de insistir en que los asmáticos deben llevar una vida lo más normal posible y se les debe permitir, incluso exigir, que practiquen deporte.
Por lo tanto, la terapia deportiva forma parte de la selección de medidas de tratamiento, a pesar de que parece claro, según los conocimientos actuales, que dichas medidas no tratan el asma per se. Sin embargo, es indiscutible que con un entrenamiento físico adaptado específico se puede conseguir una resistencia física normal sin efectos negativos sobre el asma. Una terapia constante que mantenga la enfermedad subyacente bien controlada es el requisito previo básico para poder practicar deporte con regularidad. Las mediciones del flujo máximo para la autoevaluación y el seguimiento médico regular son importantes para los asmáticos que hacen ejercicio. Calentar con cuidado, trasladarse al interior cuando las concentraciones de polen o contaminantes atmosféricos sean elevadas y adaptar el entrenamiento evitando los entrenamientos intensivos de resistencia y fuerza y favoreciendo los de flexibilidad y coordinación son otras medidas y actitudes que hacen que el deporte sea seguro y eficaz para los asmáticos.
Es especialmente importante orientar a los niños que padecen asma según estos principios probados. Con demasiada frecuencia, estos jóvenes son sobreprotegidos por unos padres preocupados, lo que por un lado es innecesario y por otro está cargado de consecuencias negativas, a saber, las mismas consecuencias que con los adultos: Desacondicionamiento y aislamiento social. Estos se desarrollan de forma aún peor a una edad temprana, por lo que la terapia deportiva es aún más importante en los adolescentes. La atención específica es un asunto de equipo en el que padres, profesores y médico tienen que aunar esfuerzos.
Asma bronquial vs. AIA
Desde el punto de vista de la medicina deportiva, es muy importante distinguir el asma (bronquial) del asma inducida por el ejercicio ( [AIA]). Muchos deportistas padecen AIA en lugar de asma, lo que tiene consecuencias terapéuticas diferentes.
El asma inducida por el ejercicio es común y se encuentra en casi el 10% de la población. Este trastorno afecta principalmente a las personas con asma “clásica” conocida (70-90%) y a las que padecen una diátesis alérgica (35-40%). El asma inducida por el ejercicio es una broncoconstricción temporal durante o después de un esfuerzo físico intenso que se resuelve al cabo de un tiempo relativamente corto (15-20 minutos) tras interrumpir la actuación. Clínicamente, los síntomas aparecen entre seis y ocho minutos después del inicio del ejercicio. No hay una respiración silbante (como es característico del asma), sino un “silbido” espiratorio, acompañado de una tos seca y una sensación de presión torácica. La disnea, de la que también suele quejarse, no es un buen indicio de AIA, ya que la disnea suele ser un síntoma normal del esfuerzo físico.
Los deportistas de disciplinas de resistencia (esquí de fondo, ciclismo, atletismo, natación) se ven afectados principalmente por el asma de rendimiento, pero también pueden verse afectados los patinadores artísticos y los jugadores de hockey sobre hielo (óxidos de nitrógeno). El AIA puede desencadenarse por diversos estímulos como el aire frío o muy seco, así como por sustancias gaseosas como el gas cloro (piscinas) o los productos químicos utilizados en la preparación de las pistas. Es interesante señalar que, en ciertas piscinas, la capa de aire situada inmediatamente por encima del agua, y por tanto inhalada por el nadador, contiene concentraciones que no se toleran en los entornos de trabajo.
Actualmente se considera que la patogénesis del AIA es multifactorial. El ambiente hiperosmolar de los bronquios, generado por la evaporación del agua y favorecido por la fuerte ventilación, el aire inhalado seco y a menudo frío y los irritantes mencionados, entre los que también se encuentra el ozono, parece desempeñar un papel central. Esto provoca la secreción de mediadores como la histamina, un potente broncoconstrictor. Pero las condiciones climáticas también se dejan sentir. En un estudio, se demostró que el 43% de los corredores de campo a través de competición de Suecia padecían AIA, en comparación con sólo el 14% de los noruegos. Este último país suele tener un clima más húmedo y suave debido a la corriente del Golfo.
Recuerde en la práctica
En cuanto se noten molestias como nariz taponada con frecuencia, tos, presión u opresión en el pecho, respiración restringida o limitación del rendimiento por falta de aire después de hacer deporte, hay que pensar en un AIA y pedir aclaraciones médicas. Por lo general, el médico de familia ya puede sospechar la enfermedad basándose en esta información anamnésica. Sin embargo, siempre es necesario un examen funcional pulmonar para confirmar un asma de funcionamiento. Además de determinar la función respiratoria en reposo, hoy en día se suele realizar una prueba de broncoprovocación (por ejemplo, la prueba de la metacolina u otras). En este caso, las vías respiratorias son provocadas por un inhalante. En el asma de rendimiento, los bronquios se contraen y las molestias que se experimentan durante el ejercicio se producen durante la prueba. Un medicamento inhalado posteriormente hace que los síntomas vuelvan a remitir. También pueden utilizarse otros métodos de examen, como pruebas estandarizadas en bicicleta o cinta rodante.
¿Cómo tratarla?
Desde el punto de vista terapéutico, debe utilizarse un agonista beta-2 15 minutos antes de la actividad física en caso de asma esporádica inducida por el ejercicio diagnosticada de forma fiable, y un preparado combinado (agonista beta-2 + esteroide inhalado) más bien en caso de ataques regulares o si la actividad deportiva se realiza con regularidad.
Muy importantes como complemento de estos medios farmacológicos son las medidas técnico-deportivas como un sofisticado programa de calentamiento que se aproxime hasta el 80% del máximo rendimiento. Esto significa que a menudo se puede conseguir un intervalo sin convulsiones de hasta tres horas para el entrenamiento propiamente dicho. Después, el entrenamiento no debe interrumpirse bruscamente y deben evitarse los cambios bruscos de temperatura. Después de hacer ejercicio en el frío, no entre inmediatamente en la cabina caliente, sino refrésquese lentamente fuera del entrenamiento y entre más tarde. En ocasiones, una dieta baja en sal conlleva una atenuación de las crisis asmáticas.
El deporte es saludable. Esta afirmación también es válida para los pacientes asmáticos. Basta con tener algunos conocimientos para reducir los riesgos al mínimo.
PRÁCTICA GP 2015; 10(11): 3-4