Durante el deporte, muchas funciones corporales trabajan a un nivel superior. El flujo sanguíneo a los músculos que trabajan y la composición de la sangre también cambian. En este contexto, el hierro desempeña un papel central en el organismo.
El impresionante aumento del flujo sanguíneo a los músculos que trabajan en un factor de casi 20 se produce a través de varios mecanismos de adaptación: de crucial importancia es el aumento de la capacidad de bombeo del corazón. (Fig. 1). Por un lado, se produce un aumento del volumen sistólico (cantidad de sangre transportada en un latido) y, por otro, un aumento de la frecuencia cardiaca. El volumen sistólico aumenta de unos 60 ml a unos buenos 100, mientras que la frecuencia cardiaca aumenta de unos 60 a hasta 200 latidos por minuto.
La figura 1 muestra que esta perfusión de órganos adaptada (en ml/min) se produce a expensas de la perfusión de otros órganos durante el alto rendimiento físico. La presión sanguínea también aumenta y se consigue así una adaptación óptima de la circulación sanguínea al rendimiento requerido. Esto se ve facilitado además por un aumento del volumen sanguíneo circulante activo. Esto permite suministrar al tejido en funcionamiento más sustratos que proporcionan energía y eliminar los productos de desecho metabólicos.
Asociado al aumento de la capacidad de bombeo del corazón también se acelera y profundiza la respiración, de modo que mejoran notablemente las condiciones para el transporte de oxígeno y, por tanto, el suministro de oxígeno al organismo. El aumento de la captación de oxígeno va acompañado de la facilitación del aporte de oxígeno al tejido muscular. El aumento de la temperatura corporal facilita la entrega de oxígeno de los glóbulos rojos al tejido muscular al desplazar la curva de disociación del oxígeno hacia la derecha. Para ello, la sangre debe estar “en las mejores condiciones”.
Adaptaciones sanguíneas
Por lo tanto, la propia sangre también se adapta a las exigencias físicas, a corto y a largo plazo. Los primeros cambios afectan al plasma sanguíneo. Con el inicio del trabajo físico, se produce un aumento de la temperatura corporal, cuya regulación se produce con un desplazamiento de agua del espacio intravascular al extravascular de hasta un 10%. El volumen plasmático disminuye, se produce un “espesamiento sanguíneo” temporal (aumento relativo de las células sanguíneas). Como resultado de esta hemoconcentración, se produce una retención de líquidos mediada hormonalmente (aldosterona, ADH) y, tras un tiempo de entrenamiento suficiente, especialmente en el rango de resistencia, un aumento del volumen plasmático de hasta el 20%. Al mismo tiempo, un aumento de la eritropoyesis conduce a un aumento de la masa eritrocitaria. Sin embargo, como éste es relativamente menor que el aumento del volumen plasmático, se observa una tendencia a la disminución relativa de los valores de hemoglobina y hematocrito.
Como consecuencia adicional, se reduce la viscosidad global de la sangre, así como la tendencia a la agregación de los eritrocitos, que sólo muestran una deformabilidad mejorada. Estas mejoras en las propiedades de flujo también contribuyen a mejorar la perfusión tisular en la persona ejercitada.
Pseudoanemia
Es importante conocer estas adaptaciones de la sangre en relación con el ejercicio porque, por ejemplo, la pseudoanemia debida al ejercicio no requiere ningún tipo de tratamiento. Y ello a pesar de que en la literatura de medicina deportiva, las adaptaciones fisiológicas se encuentran engañosamente bajo el término “anemia del atleta” (“pseudoanemia atlética”).
Análisis de sangre en el deporte
Cabe señalar en este punto que las mediciones de hemoglobina y hematocrito realizadas de forma rutinaria no aportan ninguna conclusión sobre la cantidad real de transporte de oxígeno presente en el organismo. En los deportes de resistencia, son incluso bastante poco fiables. Hoy en día, existe un método de determinación, el “método de reinhalación de CO optimizado”, que permite determinar de forma fiable la masa total de hemoglobina, el volumen total de sangre, el volumen total de eritrocitos, el volumen total de plasma, así como los valores relativos de estos parámetros (en relación con el peso corporal) de una forma no muy elaborada. Estos valores reflejan con mucha más precisión los efectos del entrenamiento (también pueden utilizarse para detectar la manipulación de la sangre).
En medicina deportiva, por ejemplo con motivo del reconocimiento médico deportivo (SPU), se toman muestras de sangre. Esto incluye, entre otras cosas, la medición de la hemoglobina, el hematocrito y la caracterización de los eritrocitos en cuanto a tamaño (VCM) y contenido de hemoglobina (HCM), así como la determinación del hierro de almacenamiento ferritina y la proteína C reactiva. Con estos primeros valores poco costosos, uno ya se acerca al diagnóstico “anemia”, siempre que el análisis de sangre no se haya realizado justo después de un duro entrenamiento (espere al menos 24 horas). Y como hemos visto, la anemia simplemente no está en las cartas de alguien que busca el máximo rendimiento.
Diversos estudios demuestran que esta condición patológica no se da con más frecuencia en los deportistas que en la población normal. Por el contrario, es tan frecuente en los deportistas como en las personas inactivas, con efectos deletéreos sobre el rendimiento. En un colectivo de 813 atletas, se encontraron valores anémicos en el 13% de las personas sometidas a la prueba sobre la base de los análisis de sangre con motivo de la SPU. En el mismo colectivo, se registraron niveles de ferritina sérica <50 mcg/L en el 37% de los casos y <30 mcg/L en el 15%. La anemia ferropénica es, por tanto, la forma más común de anemia en los deportistas.
Anemia ferropénica
La causa de esta deficiencia hay que buscarla en las pérdidas específicas del deporte, así como en una ingesta insuficiente. En los deportistas, el aumento de las pérdidas de hierro puede producirse a través del tracto gastrointestinal, de la piel (sudor), de la orina y, en las mujeres deportistas, a través de la menstruación. Por ejemplo, se ha descrito que el entrenamiento intensivo de carrera puede provocar microhemorragias intestinales, que se agravan con la ingesta frecuente de antiinflamatorios no esteroideos. La explicación puede encontrarse en una combinación de irritación mecánica debida a las vibraciones y una menor circulación sanguínea en el tracto gastrointestinal debida al estrés. Además, las condiciones relacionadas con el estrés pueden favorecer la gastritis hemorrágica.
Además, se ha descrito microhematuria en corredores de fondo, también consecuencia de la irritación mecánica de la vejiga. Durante mucho tiempo, también se sospechó que se producían daños en los eritrocitos de la planta del pie de los corredores, hipótesis que hoy en día ya no se persigue. Es posible que influya el daño eritrocitario causado por los radicales de oxígeno, que se forman con más frecuencia en situaciones de estrés. Además, a través del sudor se pierden hasta 1 g de hierro.
Por el lado de la ingesta insuficiente, hay que mencionar los hábitos dietéticos especiales, como las dietas vegetarianas. No son tan raras en el medio deportivo y deben aclararse definitivamente, porque en realidad es relativamente fácil cubrir las pérdidas diarias de hierro en el deporte de alrededor de 1,8 mg en los hombres y de 2,3 mg en las mujeres. Con una ingesta alimentaria “normal” de 2500 kcal, hay aprox. 10-15 mg de hierro disponible, lo que es suficiente con una tasa de absorción habitual del 10% (que puede aumentar hasta el 30% en caso de carencia de hierro) – tanto más cuanto que la necesidad calórica por hora de entrenamiento aumenta en unas 600 kcal, y por tanto se ingiere más hierro a través de este alimento adicional.
Importancia del hierro en el organismo
Llegados a este punto, nos gustaría señalar brevemente la importancia central del hierro para la vida. El hierro está presente en el organismo en más de 150 reacciones bioquímicas vitales, incluidas las de producción de energía, síntesis de ADN, proliferación celular y actividad mitocondrial. El papel del hierro en la producción de neurotransmisores y en varios procesos neurológicos es especialmente importante. Los 2,5 g de hierro en las mujeres y los 4 g en los hombres se “administran” cuidadosamente, para diversos ámbitos como el transporte de oxígeno (75%) o la función enzimática (5%). El resto permanece inactivo, como reserva (ferritina y hemosiderina) y en las células del sistema reticuloendotelial (RES).
El cuerpo humano dispone de varios mecanismos para utilizar este importante elemento con moderación (por ejemplo, el reciclaje del hierro tras la descomposición de los glóbulos rojos viejos y la retención de hierro). Dado que unos niveles excesivos de hierro resultarían tóxicos, la absorción desde el tracto digestivo se controla con precisión y se limita a 1-2 mg diarios. Aquí, la hepcidina, producida en las células hepáticas, desempeña un importante papel regulador como inhibidor de la absorción duodenal de hierro y de la liberación de las células que almacenan hierro. Hallazgos recientes demuestran que, de forma análoga a la inflamación y la administración de hierro, el estrés físico intenso también puede provocar un brote de hepcidina con el correspondiente bloqueo de la absorción de hierro.
“Deficiencia de hierro no anémica”
Esta información resumida pretende mostrar que los trastornos del equilibrio del hierro pueden presentarse de diversas formas y que la anemia ferropénica no es la única expresión de estos trastornos. Es bastante concebible que las reservas de hierro se agoten primero antes de que la hemoglobina descienda por debajo de lo normal. El valor de ferritina es inferior a 30 mcg/L, pero el valor de hemoglobina sigue siendo normal. En esta situación, no infrecuente, se habla de ferropenia sin anemia o “ferropenia no anémica” (NAID). Curiosamente, esta situación particular fue subestimada durante muchos años en medicina, especialmente en hematología, lo que provocó reacciones excesivas y, posteriormente, actitudes restrictivas de las compañías de seguros médicos hacia las aplicaciones de hierro intravenoso. En la NAID, el síntoma cardinal es la fatiga, un síntoma que también se encuentra en otros trastornos y también en los deportistas. Una evaluación clínica cuidadosa y una determinación de la ferritina están indicadas para iniciar una terapia específica.
La figura 2 resume de nuevo los diagnósticos y las indicaciones de tratamiento para los adultos.
PRÁCTICA GP 2018; 13(4): 3-5