Coma menos, muévase más: los pacientes obesos conocen bien estas recomendaciones. Sin embargo, la aplicación es cualquier cosa menos sencilla. E incluso si se reduce el peso, el temido efecto rebote deshace todos los esfuerzos en muy poco tiempo. Sin embargo, la cirugía bariátrica sólo está indicada en casos extremos. Durante mucho tiempo no existieron opciones farmacológicas, hasta ahora. Pero, ¿qué pueden hacer?
La obesidad es uno de los factores de riesgo más importantes de las enfermedades crónicas. En consecuencia, muy a menudo es comórbida con dislipidemia, diabetes de tipo 2, hipertensión o cardiopatías. En Suiza, casi el 40% de los hombres y el 23% de las mujeres se consideran con sobrepeso, y el 12,3% y el 10,2% respectivamente son obesos, informó el Prof. Paolo Suter, MD, Zurich.
Ayudar a los pacientes con obesidad a conseguir una pérdida de peso eficaz y a largo plazo presenta muchos retos. Incluso en el siglo XXI, todavía no existe una opción de tratamiento causal y sostenible. Actualmente, se recomienda aumentar la actividad física como complemento de una dieta baja en calorías. En resumen: coma menos, muévase más. Las directrices también recomiendan un enfoque jerárquico de control del peso, asesoramiento nutricional, farmacoterapia y cirugía bariátrica en función del peso corporal absoluto.
La farmacoterapia como complemento
La indicación de una intervención farmacológica se añade siempre al control del peso y a la actividad física. Los pacientes deben demostrar un IMC >30 kg/m2 o, en presencia de comorbilidades, >27 kg/m2 o una intervención sobre el estilo de vida infructuosa después de seis meses. Los conceptos terapéuticos deben adaptarse individualmente con un doble beneficio terapéutico de reducción de peso y mejora de las comorbilidades.
Los fármacos se dividen en preparados de acción periférica, de acción central y de acción mixta. Los inhibidores de la lipasa como el orlistat o el cetilistat son periféricamente eficaces. Dificultan la absorción de grasas en el organismo, por ejemplo bloqueando la enzima que divide las grasas en el intestino. Entre los fármacos de acción central se encuentran, sobre todo, los agonistas del GLP-1, como la liraglutida. Tienen diferentes puntos de ataque en el SNC y actúan como las incretinas que se forman en el intestino. Esto favorece la producción de insulina propia del organismo y, al mismo tiempo, refuerza el mensaje de saciedad en el cerebro. Los estudios han demostrado que, entre otras cosas, se reducía la sensación de hambre, por lo que se frenaba la ingesta de alimentos y se optaba por otros. Esto redujo el peso una media del 8% en 56 semanas. El 14,4% de los pacientes mostraron incluso una reducción de peso superior al 15%.
Actualmente se están desarrollando otros preparados prometedores. Entre ellos se encuentran la tirzepatida, los agonistas del receptor GIP-1, los análogos de la amilina o una combinación de GLP-1-RA y GIP-1-RA, señaló el experto.
Importancia de la farmacología en la gestión de la terapia
El tratamiento farmacológico puede contribuir significativamente a la pérdida de peso a nivel individual. Sin embargo, no influye en el control del peso a nivel de la población. Sin embargo, también puede mostrar su eficacia sin modificar el estilo de vida. En cuanto a la profilaxis del rebote, la intervención farmacológica también desempeña un papel central. Por lo tanto, se discute si una administración profiláctico-terapéutica de GLP-1-RA o posiblemente de otras moléculas en pacientes obesos no diabéticos en combinación con medidas intensivas de estilo de vida podría ser una oportunidad para reducir la incidencia de la diabetes de tipo 2.
Congreso: Actualización en cardiología del FomF
CARDIOVASC 2022; 21(1): 30