Un déficit fundamental en el ámbito de la interacción social, así como de la comprensión mutua, es un primer indicio de un posible trastorno del espectro autista. Este complejo y polifacético trastorno del neurodesarrollo se manifiesta en la primera infancia y persiste a lo largo de toda la vida. Sin embargo, no todos los afectados son patológicos y necesitan tratamiento.
El trastorno del espectro autista (TEA) es uno de los trastornos del espectro autista. Es un trastorno profundo del desarrollo con inicio en la primera infancia y un curso crónico. Es típica la capacidad reducida para reconocer intuitivamente las señales no verbales en otras personas. En consecuencia, las posibilidades de interacción social son limitadas. Los trastornos de interacción se refieren al inicio, mantenimiento y configuración de las relaciones interpersonales en el contexto de la familia, la amistad, la pareja, así como con los compañeros en la guardería, la escuela y el trabajo. A menudo esto disminuye el interés por los semejantes. Por otro lado, a menudo hay intereses especiales que se persiguen con extrema intensidad o patrones de comportamiento repetitivos. Además, los afectados destacan por su fijación en rutinas diarias rígidas y un entorno lo más constante posible. Estos fenómenos aparecen por primera vez en la primera infancia y persisten durante toda la vida. Sin embargo, la presentación clínica cambia a lo largo de la vida. Todas las fases de la vida plantean diferentes exigencias a la interacción social y a las habilidades comunicativas.
Incluso en la infancia, se busca poco o ningún contacto visual, se comparte menos a menudo la atención y el placer con los demás, y los afectados no utilizan expresiones faciales ni gestos para establecer o regular el contacto social. En consecuencia, les resulta difícil juzgar el estado de ánimo de los demás por esas características, lo que a menudo da lugar a malentendidos. La enfermedad completa suele desarrollarse en la edad preescolar, mientras que la gravedad suele disminuir de nuevo en la edad escolar. En la adolescencia y al principio de la edad adulta, aproximadamente la mitad de los afectados logran una mejora significativa de su comportamiento. Sin embargo, la gravedad de los síntomas y la variedad de los mismos varía de un individuo a otro.
Diagnóstico en la infancia
El síndrome de Asperger implica anomalías específicas del autismo en la interacción social y en el ámbito del comportamiento estereotipado y repetitivo, incluidos los intereses especiales. El desarrollo lingüístico y cognitivo son discretos. La clasificación exacta de un trastorno del desarrollo con rasgos autistas a menudo sólo puede hacerse tras una larga observación. La prevalencia del síndrome de Asperger en la infancia no es fácil de determinar. Se calcula que al menos uno de cada 160 niños está afectado por el TEA. Mediante un amplio examen físico, psiquiátrico, neurológico y de laboratorio, el psiquiatra de niños y adolescentes diferencia otros cuadros clínicos como la epilepsia, el TDAH, la ansiedad, los trastornos obsesivo-compulsivos y los tics. También deben descartarse posibles trastornos auditivos y visuales. Por lo tanto, el diagnóstico del TEA es siempre un procedimiento interdisciplinar.
La diferenciación diagnóstica puede ser difícil, especialmente de los trastornos esquizoide y esquizotípico de la personalidad. Porque también con estas dos enfermedades los afectados se retraen y suelen ser solitarios. El tipo esquizoide presenta indiferencia emocional, desapego afectivo y una capacidad disminuida para la alegría. El trastorno esquizotípico de la personalidad se caracteriza por un comportamiento que se percibe como extraño con un contenido de pensamiento a menudo mágico y una vivencia de las relaciones entre desconfiada y paranoica. Ambos trastornos carecen de los intereses particulares estrechos típicos del TEA, así como de la tendencia al comportamiento estereotipado.
¿Terapia sí o no?
No todos los síndromes de Asperger tienen valor de enfermedad y, por tanto, deben tratarse. Sin embargo, si los síntomas son pronunciados, especialmente en el caso de trastornos comórbidos, parece adecuado un concepto de terapia multimodal con elementos farmacológicos y psicoterapéuticos orientados a los síntomas. Todavía no existe ninguna posibilidad de curar el TEA. Los métodos terapéuticos eficaces establecidos científicamente se basan en enfoques de terapia conductual y ejercicio, combinados con la psicoeducación de los afectados y su entorno. Por encima de todo, los pacientes con trastornos del espectro autista necesitan un entorno manejable y predecible para sentirse seguros. Para los niños, adolescentes y adultos cognitivamente medios, el entrenamiento en habilidades sociales específico para el autismo en grupo es especialmente eficaz para mejorar la interacción social, la propia planificación de acciones y el propio manejo de la ira y la rabia. Las enfermedades comórbidas deben tratarse en consecuencia. En este contexto, las intervenciones farmacológicas también pueden llegar a ser necesarias y útiles.
Para saber más:
- www.awmf.org/uploads/tx_szleitlinien/028-018l_S3_Autismus-Spektrum-Stoerungen_ASS-Diagnostik_2016-05.pdf (última consulta: 31.01.2021)
- Roy M, et al: El síndrome de Asperger en la edad adulta. Dtsch Arztebl Int 2009; 106(5): 59-64; DOI: 10.3238/arztebl.2009.0059
- www.neurologen-und-psychiater-im-netz.org/kinder-jugend-psychiatrie/erkrankungen/autismus-spektrum-stoerung-ass/therapie (última consulta: 31.01.2021)
InFo NEUROLOGíA Y PSIQUIATRÍA 2021; 19(1): 35