Manos temblorosas, músculos rígidos, marcha inestable: los signos típicos de la enfermedad de Parkinson. Hasta ahora sólo tratable sintomáticamente, se está investigando intensamente un enfoque terapéutico individual. Una cosa está clara: cuanto más individualmente pueda abordarse la fisiopatología de la enfermedad, más prometedores serán los resultados. Pero incluso hoy en día, existe una amplia gama de opciones de tratamiento que al menos pueden adaptarse a los síntomas.
Junto con la demencia de Alzheimer y la apoplejía, la enfermedad de Parkinson es una de las enfermedades más comunes del sistema nervioso en la tercera edad. En Suiza hay más de 15.000 personas afectadas, y la cifra va en aumento. En el momento del diagnóstico, la mayoría de los afectados tienen más de 60 años [1]. Los síntomas cardinales incluyen hipocinesia, rigidez, temblor y deterioro de la estabilidad postural [1,2]. Sin embargo, la enfermedad se manifiesta de forma muy diferente de una persona a otra. Esto se debe a que existe una disfunción multisistémica y multineurotransmisora subyacente que caracteriza la heterogeneidad del fenotipo. Básicamente, sin embargo, el síndrome de Parkinson puede dividirse en tres fases: la fase temprana, que no suele implicar ninguna restricción, la fase media, en la que se manifiestan los primeros síntomas, y la fase tardía. Además de los trastornos no motores, se asocia principalmente a alteraciones motoras significativas como fluctuaciones, congelación, hipercinesias y acinesias.
Del síntoma a la causa
Además de las terapias de ejercicio, existen intervenciones farmacológicas para aliviar los síntomas. Principalmente, se utilizan la dopamina, los agonistas dopaminérgicos o los inhibidores de la MAO. Sin embargo, también es posible el uso de inhibidores de la COMT para las fluctuaciones motoras o las discinesias. En la fase tardía de la enfermedad, es posible que haya que recurrir entonces a la estimulación cerebral profunda o a las bombas de apomorfina o duodopa. Ahora se plantea la cuestión de hasta qué punto es ya posible un tratamiento individualizado en este espectro terapéutico. La Prof. Dra. med. Karla Maria Eggert, de Marburgo (D), demostró que en caso de manifestaciones leves, la terapia inicial debe ser con un inhibidor de la MAO. Esto reduce el agotamiento de la dopamina estriatal, pero a menudo sólo es eficaz hasta cierto punto debido a la dosis fija. Los agonistas dopaminérgicos se utilizan principalmente en pacientes con una edad de inicio inferior <70 años y/o sin comorbilidades relevantes. Tienen una vida media larga y se ponen a disposición del cerebro de manera uniforme y dependiente de la dosis. La levodopa tiene una semivida corta y no llega al cerebro de manera uniforme, sino de forma pulsátil y dependiente de la dosis. Por ello, se administra principalmente a pacientes ancianos y con comorbilidades relevantes. Las complicaciones motoras como las fluctuaciones pueden tratarse con inhibidores de la COMT o inhibidores de la MAO, y para la discinesia se utilizan sustancias antiglutamatérgicas.
En el futuro, sin embargo, la medicina personalizada deberá tener mucho más en cuenta los factores genéticos, epigenéticos y moleculares patológicos, afirma el experto. Para ello, las entidades patológicas ya no sólo se definen de forma sindrómica, sino también molecular y patológica. Esto se debe a que la variabilidad genética influye en la eficacia y el perfil de efectos secundarios de los fármacos. Sobre esta base, pueden desarrollarse enfoques de terapia causal.
Congreso: Congreso Alemán sobre la Enfermedad de Parkinson y los Trastornos del Movimiento
Literatura:
- www.parkinson.ch/parkinsonkrankheit/was-ist-parkinson (último acceso 21.05.2021)
- www.neurologen-und-psychiater-im-netz.org/neurologie/erkrankungen/parkinson-syndrom/was-ist-das-parkinson-syndrom (último acceso 21.05.2021)
InFo NEUROLOGY & PSYCHIATRY 2021; 19(3): 31 (publicado el 3.6.21, antes de impresión).