Cuando el dolor se convierte en una enfermedad por derecho propio y deja de ser una función de alerta del organismo, se denomina síndrome de dolor crónico. Además del síntoma principal, suele ir acompañado de otras molestias como trastornos del sueño, falta de apetito o estado de ánimo depresivo. La carga psicológica de los pacientes es enorme, por lo que está indicado un tratamiento terapéutico eficaz.
Dolor – una señal loca del cuerpo, al menos en el sentido original. Sin embargo, si las experiencias sensoriales y emocionales que se perciben como desagradables ocurren independientemente de un acontecimiento agudo y persisten, han perdido su función delirante. Entonces ya no suelen ser un síntoma de la enfermedad, sino una enfermedad en sí misma. El dolor se describe como crónico si persiste más allá de una causa comprensible y dura más de tres o seis meses. Las causas suelen ser lesiones agudas, enfermedades o malas posturas. Entre ellos se incluyen, por ejemplo, los signos de desgaste del sistema musculoesquelético, las enfermedades vasculares, el dolor neuropático o el dolor tumoral. En el trastorno de dolor crónico primario, las molestias aparecen periódicamente, como en el caso de la migraña. Sin embargo, el dolor agudo también puede persistir. Entonces, el umbral del dolor se redujo tanto que incluso los estímulos externos realmente inofensivos se percibían como dolorosos. En algunos pacientes, las fibras del dolor se activan incluso cuando no hay ningún estímulo. Esta memoria del dolor depende de factores somáticos, psicológicos y sociales.
La resistencia al estrés se desencadena por diferentes mecanismos. En este contexto, los polimorfismos genéticos, como el polimorfismo de la catecol-O-metiltransferasa o el polimorfismo del receptor μ1-opioide, pueden contribuir a la sensibilización al dolor. A nivel epigenético, el grado de metilación del gen promotor NR3C1 es responsable de la expresión de los receptores de glucocorticoides en el hipocampo.
La experiencia de estar constantemente expuesto al dolor sin poder controlarlo es extremadamente estresante psicológicamente para los pacientes. Puede haber una pérdida de ganas de vivir, estrés o incluso depresión. A menudo, se adopta una postura protectora y se reducen los movimientos, lo que, sin embargo, inicia un verdadero círculo vicioso y provoca aún más dolor. Los pacientes también caen gradualmente en el aislamiento social debido al estado de ánimo deprimido y a la inactividad. Muchos de los afectados se ven incluso amenazados con la pérdida de su empleo o la jubilación anticipada con el paso del tiempo.
Fenómeno complejo, terapia multimodal
Para poder contrarrestar eficazmente estos complejos procesos, la gestión terapéutica integral y moderna se estructura siempre de forma multimodal. Suele constar de cinco pilares: medicinal, fisioterapéutico, psicoterapéutico, social e invasivo. Es importante que la intervención farmacológica se realice según un esquema fijo, con una dosificación individualizada, con previsión del dolor, un ajuste controlado de la dosis y una gestión activa de los efectos secundarios. La anticipación del dolor incluye la próxima administración de medicación antes de que el dolor reaparezca. El objetivo de estas medidas es conseguir un alivio continuo del dolor o, en el mejor de los casos, la ausencia de dolor.
La terapia medicamentosa del dolor se estructura en tres niveles según el esquema del dolor de la Organización Mundial de la Salud (OMS):
- Etapa 1: Analgésicos no opiáceos (antiinflamatorios no esteroideos)
- Fase 2: analgésicos opiáceos de baja potencia + analgésicos no opiáceos
- Fase 3: analgésicos opiáceos de alta potencia + analgésicos no opiáceos
En los pacientes con dolor sin tumores, los antiinflamatorios no esteroideos (AINE) se encuentran entre los medicamentos más utilizados. Son especialmente eficaces para el dolor de leve a moderado. Sin embargo, en los pacientes ancianos y/o multimórbidos y en aquellos con medicación conjunta, además de un rápido inicio de acción y una larga duración de la misma, debe prestarse especial atención a una buena tolerabilidad gastrointestinal, renal y cardiovascular. Además, no debería haber ningún efecto significativo sobre la agregación plaquetaria. La indicación de una terapia temporal con opiáceos sólo existe en casos de daño nervioso diabético, después de un herpes zóster, artrosis y dolor de espalda crónico. Sin embargo, los analgésicos opiáceos no son el tratamiento de primera línea para el dolor crónico no tumoral de larga duración.
Para saber más:
- www.internisten-im-netz.de/krankheiten/schmerzen/ursachen-von-chronischen-schmerzen.html (fecha de acceso: 10.03.2021)
- www.arztcme.de/elearning/therapie-chronischer-schmerzen-schwerpunkt-opioide—unter-besonderer-berucksichtigung-des-einsatzes-von-co-analgetika-und-antidepressiva/#!page=learning-module/introduction (fecha de acceso: 10.03.2021)
- www.ai-online.info/abstracts/pdf/dacAbstracts/2012/2012-18-RC182.2.pdf (fecha de acceso: 10.03.2021)
- https://cme.medlearning.de/arz/schmerzen_rez/pdf/cme.pdf (fecha de acceso: 10.03.2021)
- www.aerzteblatt.de/archiv/45427/Chronischer-Schmerz-Nur-interdisziplinaer-behandelbar (fecha de acceso: 10.03.2021)
InFo NEUROLOGÍA Y PSIQUIATRÍA 2021; 19(2): 20
InFo DOLOR Y GERIATURA 2021; 3(1): 42