El antienvejecimiento está más de moda que nunca Las razones son múltiples. En particular, influye el uso generalizado de ordenadores, redes sociales y teléfonos inteligentes. Hoy en día, la gente está conectada en todo el mundo, cada vez hay más actividades de ocio y la información visual está presente casi siempre y en todas partes gracias a los nuevos medios de comunicación. Esto llevó a nuestra sociedad a ser cada vez más exigente y competitiva. En el transcurso de los últimos 60 años, nuestras actividades de ocio también han cambiado. Ya no nos conformamos con quedar con los amigos, salir a comer o ir al teatro en nuestro tiempo libre: ¡nuestro escaso tiempo libre actual debe llenarse de tantas aventuras y tantas aportaciones y novedades como sea posible!
Así que nuestro estilo de vida ha cambiado. Vivimos en una era acelerada en la que la sociedad nos impone tener un aspecto fresco, renovado, motivado y joven en todo momento. Hace sólo 60 años, la situación de los medios de comunicación era diferente; las noticias y la información se difundían únicamente a través de la radio, los periódicos y el cine. En 2016, la influencia de los medios de comunicación es omnipresente: periódicos, televisión, teléfonos inteligentes y pantallas planas en lugares públicos. Esta circunstancia da la impresión de que sólo los jóvenes, dinámicos y activos tienen éxito en nuestra sociedad. Las modelos de diseñadores famosos son cada vez más jóvenes, lo que crea nuevos modelos a seguir. Las arrugas, los depósitos de grasa y la piel dañada por el sol no encajan en la imagen de nuestra sociedad perfecta ni en nuestro comportamiento profesional.
Los tiempos en que las personas mayores eran consideradas experimentadas o incluso sabias han pasado. Mientras nuestra esperanza de vida aumenta cada vez más, la sociedad rechaza al mismo tiempo un aspecto cansado y envejecido. Todo el mundo quiere envejecer, nadie quiere ser viejo. Las personas mayores de 50 años son vistas cada vez más como ciudadanos de segunda clase. Esto es especialmente cierto en la vida profesional, pero parece extenderse cada vez más también a la esfera social. El futuro pertenece a los jóvenes. No es de extrañar que todos queramos parecer frescos, bien peinados, jóvenes, dinámicos y con éxito para triunfar en nuestra competitiva estructura social.
Hace sólo diez años, los temas de la belleza, el bienestar y el antienvejecimiento sólo se trataban de forma madrastra en la literatura dermatológica. Sin embargo, con el botulismo, la amplia gama de rellenos, peelings y otros métodos no invasivos, este conducto ha cambiado. Los tratamientos son cada vez más habituales y casi tan normales como una visita a la peluquería. Los pacientes que deseaban un tratamiento estético tenían que recurrir al cirujano plástico casi sin excepción hace 20-30 años. Actualmente, los procedimientos no invasivos son los tratamientos más comunes realizados, principalmente por dermatólogos.
Sin embargo, la gran demanda hace que casi todos los médicos que han asistido a una conferencia o taller de estética ofrezcan procedimientos de embellecimiento cosmético a sus pacientes. El peligro de que la dermatología estética pierda así su relevancia científica es grande. La medicina basada en la evidencia debe considerarse y aplicarse no sólo a los tratamientos puramente médicos, sino también a los estéticos. Pero esto también implica que se está llevando a cabo una investigación básica en este ámbito. Las investigaciones recientes han permitido comprender mejor los procesos moleculares de la piel, que se ve influida por numerosos factores exógenos. Los médicos deben ser conscientes de estos resultados y también aplicar los conocimientos en beneficio de sus pacientes. La dermatología estética sólo puede sobrevivir con la investigación científica, ya que así es como puede distinguirse de los “charlatanes” ignorantes.
Con el fin no sólo de exigir sino también de promover la formación continua en nuestro campo, a principios de año encontrará un resumen de las fechas relevantes, la formación continua y los congresos.
PRÁCTICA DERMATOLÓGICA 2015; 26(1): 29-30