Las dolencias abdominales tienen una alta prevalencia y el diagnóstico es muy polifacético y complejo. Además de una amplia gama de posibles causas somáticas, a menudo influyen factores psicosociales.
La evaluación del dolor abdominal requiere la consideración de diversos factores para decidir qué otras investigaciones diagnósticas deben solicitarse y si el paciente debe ser remitido a un especialista. Por lo tanto, un enfoque multidisciplinar de esta cuestión es extremadamente importante.
Valores empíricos de la cirugía
Si se sospecha una colecistitis, el paciente debe ser remitido a una sala de urgencias, dice la doctora Cornelia Frei-Lanter, médico jefe de la Clínica de Cirugía Visceral y Torácica del Hospital Cantonal de Winterthur. Las pistas de diagnóstico diferencial para distinguir entre colecistitis y colecistolitiasis incluyen el tipo de dolor (constante frente a espontáneo) y la presencia de fiebre (posible frente a ausente). En lo que respecta a la diverticulitis sigmoidea, según los conocimientos actuales, es sobre todo el grado de sufrimiento lo que resulta decisivo para la indicación de una intervención quirúrgica y no el número de recidivas [1]. Si existe un trastorno pasajero, el Dr. Frei-Lanter recomienda identificar y reducir las hernias. El patrón oro diagnóstico es la tomografía computarizada, no se recomienda la radiografía abdominal.
Perspectiva gastroenterológica
La doctora Henriette Heinrich, médico jefe del Stadtspital Triemli de Zúrich, explicó los criterios para decidir si es necesaria una endoscopia en caso de molestias abdominales: Además de la intensidad y la localización del dolor (abdomen superior derecho), existen ciertos criterios anamnésicos (por ejemplo, la edad >50 años, fiebre, diarrea crónica, hemorragia anal, disfagia) en combinación con hallazgos en el hemograma (por ejemplo, anemia, ferropenia, leucocitosis, así como desviaciones normales de VSG, PCR y TSH/T4), que son relevantes. Detrás del dolor abdominal agudo o crónico pueden esconderse diversas enfermedades (tab. 1). Si se sospecha de enfermedad celíaca, se recomienda una determinación de anticuerpos TTG (basados en IgA e IgG). El SII y el SIBO (sobrecrecimiento bacteriano del intestino delgado) son trastornos gastrointestinales funcionales con una gran superposición de síntomas: dolor abdominal, flatulencia, diarrea. Se supone que existe una conexión etiológica y que es posible influir en ella con antibióticos, pero su eficacia es discutida.
Perspectiva reumatológica
El Dr. med. Pius Brühlmann, especialista en reumatología de la Privatklinik Bethanien, informó sobre un caso de síndrome lumboespondilogénico con dolor abdominal bajo y debilidad postural, en el que se pudo conseguir un alivio considerable de los síntomas mediante movilización y fisioterapia (fortalecimiento de los músculos abdominales). En los casos en los que es necesario un tratamiento farmacológico, deben sopesarse los perfiles de efectos/efectos secundarios de los distintos preparados, por lo que la dosis también desempeña un papel importante. La toma de antiinflamatorios no esteroideos (AINE) aumenta el riesgo de dolencias dispépticas y ulceración [4]. El paracetamol puede provocar complicaciones de úlceras gastrointestinales [4] y los inhibidores de la COX2 también conllevan un riesgo de efectos gastrointestinales adversos.
Datos interesantes del campo de la psicosomática
El Prof. Dr. med. Stefan Büchi, Director Médico de la Clínica Privada Hohenegg, señaló que las dolencias abdominales tienen a menudo una causa no orgánica. Por ello, para la nueva edición de la CIE (CIE-11) está previsto introducir una nueva clasificación: “Síndrome de angustia corporal”. Las teorías del estrés son modelos explicativos útiles del dolor abdominal debido a factores psicosomáticos, afirma el profesor Büchi. El médico de cabecera puede evaluar el estrés psicológico, por ejemplo, con el cuestionario PHQ (“Cuestionario de salud del paciente”). Si es necesario, puede estar indicada la psicoterapia. Los resultados de las investigaciones muestran que especialmente los factores de impacto verosimilitud (comprensión de la conexión entre estrés y reacción), fomento de la resiliencia (refuerzo de la resiliencia psicológica) y relación paciente-terapeuta pueden contribuir al alivio de los síntomas [5]. En caso necesario, también pueden utilizarse dosis bajas de psicofármacos (por ejemplo, el neuroléptico quetiapina o el antidepresivo amitriptilina), explicó el ponente.
Fuente: Simposio del VZI, 31 de enero de 2019, Zúrich
Literatura:
- Andeweg CS, et al: Clin Gastroenterol Hepatol 2016; 14(1): 87-95.e2. Epub 2015 mar 10. doi: 10.1016/j.cgh.2015.02.040.
- Heinrich H: Presentación de diapositivas. Simposio paralelo: Un síntoma – cuatro perspectivas. Simposio VZI, 31.01.2019, Zúrich.
- Oliver R, Vavricka S: Revista Suiza de Medicina 2010; 99(7): 399-408.
- Liechti ME: Switzerland Med Forum 2014; 14(22-23): 437-440.
- Wampold BE: Psiquiatría Mundial 2015; 14(3): 270-277.
PRÁCTICA GP 2019; 14(3): 33