El presente número se centra en tres cuestiones diagnósticas y terapéuticas diferentes relacionadas con las articulaciones.
El diagnóstico de la inflamación de rodilla es siempre un reto diagnóstico apasionante en la práctica. Especialmente en reumatología, la anamnesis cuidadosa y el examen clínico siguen siendo fundamentales, incluso en la medicina actual, que se caracteriza por muchos exámenes adicionales. Permiten una primera delimitación diagnóstica diferencial y deberían ser la base de una aclaración razonable. Junto con un sencillo examen adicional, el análisis del punteado articular, a menudo ya puede establecerse un diagnóstico provisional, lo que permite llegar rápidamente a un diagnóstico con unas pocas aclaraciones adicionales específicas.
El doctor Adrian Forster resume la estrategia actual de tratamiento de la artritis reumatoide. El objetivo realista del tratamiento es la remisión de la inflamación. El requisito previo para ello es un diagnóstico lo más precoz posible y el posterior inicio de una terapia básica eficaz sin demora. El metotrexato sigue siendo el fármaco de primera elección; existen alternativas en caso de contraindicaciones o intolerancias. Hoy en día, las terapias combinadas se utilizan cada vez con más frecuencia. Los esteroides sólo sirven para cubrir el vacío hasta que la terapéutica básica haga efecto. Si no se consigue un control suficiente de la actividad inflamatoria al cabo de tres a seis meses, hay que prolongar o cambiar la terapia, y normalmente se utilizan entonces los llamados biológicos, que intervienen de forma bastante específica en el proceso inflamatorio, pero que debido a sus costes y al mayor riesgo de infección requieren una indicación y un seguimiento de la terapia correspondientemente cuidadosos.
El artículo de la doctora Luzi Dubs examina un tema controvertido desde una perspectiva ortopédica: el sentido o el sinsentido de la artroscopia de rodilla para la gonartrosis (o lesiones degenerativas del menisco). Desde una perspectiva biomecánica, es importante recordar que los meniscos son una parte integral de la articulación de la rodilla. Esto explica por qué es bien sabido que toda resección (parcial) de menisco favorece o acelera el desarrollo de una gonartrosis posterior, y también que el cambio degenerativo de la articulación de la rodilla siempre afecta al mismo tiempo al cartílago y a los meniscos. Por lo tanto, la osteoartritis y la lesión degenerativa del menisco (y posiblemente también del hueso subcondral) suelen constituir conjuntamente la fuente del dolor. Además, la experiencia ha demostrado que con un poco de paciencia (y un tratamiento conservador), estos episodios de dolor o irritación suelen mejorar espontáneamente al cabo de unas semanas o meses. Por lo tanto, es muy de agradecer que el cirujano ortopédico o el cirujano de rodilla sean muy prudentes a la hora de indicar una artroscopia en una rodilla osteoartrítica. El artículo señala deficiencias metodológicas en los estudios citados, pero también cabe preguntarse si no hay estudios que demuestren claramente un beneficio de la artroscopia (el autor argumenta aquí principalmente con su experiencia personal en el sentido de la “medicina basada en la eminencia”).
¡Le deseamos una lectura estimulante y enriquecedora para su práctica diaria!
Dr. Andreas Krebs
Dra. Andrea Stärkle-Bär
PRÁCTICA GP 2014; 9(4): 11