La enfermedad de Alzheimer es la forma más común de enfermedad neurodegenerativa en personas mayores de 65 años y se caracteriza por una demencia progresiva. El objetivo de la investigación actual sobre el Alzheimer es detectar estos trastornos en una fase temprana y desarrollar en consecuencia enfoques terapéuticos modificadores de la enfermedad. Existen las primeras posibilidades prometedoras.
Si se examina más detenidamente el curso clínico de la enfermedad de Alzheimer, el síntoma temprano clásico se describe como un nuevo deterioro de la memoria a corto plazo y del aprendizaje. También existe una relación con el deterioro cognitivo asociado a la edad, lo que dificulta la clasificación de los síntomas tempranos indiferentes en el proceso de la enfermedad. En el curso posterior, las quejas se hacen más concretas y van desde trastornos episódicos de la memoria autobiográfica y una alteración del pensamiento visual-espacial hasta trastornos del habla y alteraciones motoras y vegetativas.
La cascada fisiopatológica de la enfermedad suele comenzar entre diez y quince años antes de que los pacientes la presenten por primera vez. Los biomarcadores en el líquido cefalorraquídeo o diferentes técnicas de imagen pueden proporcionar información sobre el estado de la enfermedad de Alzheimer y la presencia de un posible subtipo. Un estudio reciente demostró una atrofia focal derecha asimétrica en el área temporoparietal en pacientes con demencia de Alzheimer (EA) que presentaban una peor función visuoespacial en comparación con los pacientes sintomáticos de EA. Los diferentes subtipos probablemente se deban también al hecho de que la neurodegeneración comienza en diferentes zonas y se manifiesta en determinados lugares vulnerables.
Biomarcador en el punto de mira
Los dos principales biomarcadores analizados en el diagnóstico del LCR son la disminución de los niveles de proteínas beta-amiloides y el aumento de los niveles de proteínas tau. Sin embargo, se observa una y otra vez que ambas proteínas también varían de forma independiente entre sí y no siempre muestran valores llamativos en el momento del diagnóstico. Por lo tanto, especialmente en la enfermedad de Alzheimer, no todos los pacientes se encuentran en el cuadrante del diagnóstico inicial. No obstante, el análisis del LCR sigue siendo uno de los puntos fuertes en el diagnóstico del Alzheimer debido a sus claros biomarcadores. Sin embargo, dado que esto va precedido de un procedimiento bastante invasivo, desde hace años se investiga en la dirección del análisis del plasma sanguíneo. Se ha desarrollado una técnica totalmente nueva para detectar en la sangre cantidades minúsculas de un fragmento de proteína asociado a la enfermedad de Alzheimer. Además, se investigó si la proteína Phospo-tau 217 también puede reflejar el estadio exacto de la enfermedad.
El tratamiento eficaz empieza pronto
Con la mejora del diagnóstico precoz, la ventana terapéutica se está desplazando cada vez más hacia el área preclínica. Se centra en la prevención de la enfermedad de Alzheimer para las personas con mayor riesgo. Además, se están llevando a cabo algunos estudios sobre agentes modificadores de la enfermedad, cuyo resultado se espera con impaciencia. Un ejemplo es la terapia basada en anticuerpos con la sustancia activa aducanumab. Sin embargo, después de que el primer análisis no mostrara efectos significativos, el análisis de seguimiento durante un periodo de tiempo más largo y especialmente en una dosis alta sí mostró efectos positivos. Hasta que se puedan utilizar los nuevos agentes, lo que queda es la protección de las reservas cognitivas basada en factores de estilo de vida y la reducción de los factores de riesgo. En este sentido, la OMS ha publicado unas directrices con consejos de comportamiento concretos para los pacientes, que proporcionan apoyo basado en pruebas para el ejercicio, la nutrición y también los factores sociales.
Fuente: DGN 2020
InFo NEUROLOGY & PSYCHIATRY 2021; 19(1): 34 (publicado el 2.2.21, antes de impresión).