La 25ª edición de la Conferencia Europea sobre el Ictus se celebró en la primaveral Venecia. Se presentaron numerosos proyectos de investigación de diferentes países europeos. A continuación se presentan algunos estudios interesantes y enfoques innovadores.
Desde el Reino Unido nos llega un metaanálisis que aborda una cuestión apasionante y relevante: ¿Cómo difieren las tasas de prevalencia del ictus en países con distintos niveles de renta? ¿Y cuáles son las razones de las posibles diferencias?
El ictus también es un problema sanitario relevante en los países emergentes
Son principalmente las enfermedades infecciosas las que determinan las tasas de morbilidad en los países de ingresos bajos y medios, mientras que los países occidentales de ingresos altos tienen que luchar contra la diabetes, la obesidad, la hipertensión, la falta de ejercicio y, como consecuencia, los accidentes cerebrovasculares. No obstante, los derrames cerebrales se están convirtiendo cada vez más en un problema sanitario relevante en los países de renta baja, especialmente a medida que la fortaleza económica aumenta con los años y la gente envejece y es menos activa. La atención médica suele ir por detrás del desarrollo social: la pérdida de años de vida ajustados en función de la discapacidad (AVAD) por ictus en estos países es a veces siete veces superior a la de los países de renta alta.
Para su análisis, los investigadores utilizaron estudios comunitarios de varias grandes bases de datos como MEDLINE, EMBASE, Web of Sciences, SCOPUS, etc. para obtener un inventario actualizado de las tasas de prevalencia de los supervivientes de ictus. En el metaanálisis se incluyeron 101 estudios. En general, la prevalencia del ictus aumentó de forma constante en los países de ingresos bajos y medios de todas las regiones geográficas, pero fue mayor en América Latina y el Caribe (17% de aumento anual), seguida de Asia Oriental y el Pacífico (13,3%) y, por último, África Subsahariana (12%). Los países de ingresos más bajos experimentaron el mayor aumento en las tasas de prevalencia anual (14,3%), mientras que la prevalencia en los países de ingresos bajos a medios aumentó a un ritmo ligeramente más lento (6%).
Los autores señalaron que los países de ingresos más elevados siguen siendo responsables de la mayor parte de la prevalencia del ictus. Las regiones de renta baja, sin embargo, son las que han experimentado el mayor aumento en los últimos 30 años, y probablemente incluso superarán a los demás estados en el futuro, con importantes consecuencias socioeconómicas. Los investigadores ven las razones de esta tendencia principalmente en el peor control de los factores de riesgo (por ejemplo, la hipertensión no detectada o no controlada). Además, cuando se produce un ictus, la atención a los pacientes de los países con ingresos más bajos es más deficiente, lo que a su vez conlleva un aumento de la morbilidad.
Seguimiento a largo plazo: espasticidad tras un ictus
La espasticidad tras un ictus, definida como diversas formas de hiperactividad muscular, es una complicación que puede resultar muy angustiosa y limitante para el paciente y quienes le rodean. Dos investigadores alemanes de una clínica neurológica de Hamburgo presentaron los datos de 149 pacientes con ictus y paresia de >24 horas de duración, que fueron tratados al cabo de 4-6 meses (punto temporal 1) y de 16 a 26 meses (tiempo 2) Se han evaluado el aumento del tono muscular, los espasmos, la paresia y el dolor. Las escalas utilizadas fueron:
- Escala de Ashworth modificada (MAS)
- Escala de frecuencia de espasmos (SFS)
- Escala del Consejo de Investigación Médica (MRCS)
- Escala global del dolor (GPS).
Un total de 97 personas pudieron ser objeto de seguimiento durante todo el periodo (26 habían fallecido, 26 no pudieron ser recordadas). En el 64%, la paresia había remitido en la primera exploración, el 36% seguía paralizado (afectados: brazos en el 2%, piernas en el 1%, ambas extremidades en el 33%). Se encontró hiperactividad muscular en el 29% en general. Se encontró un aumento del tono muscular en el 28% (3% brazo, 4% pierna, 21% ambos), y esto se asoció con dolor en el 13% (el 9% de los pacientes tenían una puntuación GPS superior a 50). Se produjeron espasmos en el 16% de los pacientes. La distonía inducida por la acción sólo se encontró en el 2%. El tratamiento más habitual incluía rehabilitación (65%), fisioterapia (32%), psicotrópicos (26%), terapia ocupacional (21%), analgésicos (16%) y espasmolíticos (5%).
En la segunda ocasión del estudio, estas características apenas habían cambiado. El 35% seguía paralizado. El 33% mostró hiperactividad muscular, el 32% aumento del tono muscular (aún asociado a dolor en el 13%), el 13% espasmos y el 3% distonía inducida por la acción. El número de pacientes con MAS de al menos 2 en brazos o piernas aumentó en comparación con el primer punto temporal (del 12% al 14% y del 11% al 21%, respectivamente), pero las diferencias no fueron significativas. Las terapias fueron fisioterapia (25%), terapia ocupacional (17%), psicotrópicos (13%), analgésicos (9%) y espasmolíticos (7%).
Los autores también ven los datos como una indicación de que la terapia espasmolítica es insuficiente. Los enfoques alternativos, por ejemplo con toxina botulínica, también se utilizarían en raras ocasiones.
¿Cuándo se producen las apoplejías y cuáles son sus efectos cognitivos?
La Evaluación Cognitiva de Montreal (MoCA) y el Mini Examen del Estado Mental (MMSE) son pruebas rutinarias para evaluar la cognición. Ambos se utilizaron en un estudio unicéntrico presentado en el congreso para medir el deterioro cognitivo en 100 pacientes hospitalizados entre 24 y 48 horas después del ictus. En la escala de evaluación del ictus agudo del NIHS, la puntuación media fue de 15. La localización del ictus fue en la arteria cerebral media en todos los pacientes.
Los afectados obtuvieron una media de 21,6 puntos en el MoCA (normal >26) y 23,75 puntos en el MMSE (normal >27). Las diferencias con respecto a la población normal fueron significativas. Así, 24-48 horas después del ictus, ambas pruebas mostraron un deterioro relevante de la función cognitiva. Los autores también consideraron que el MoCA era la prueba más adecuada (las puntuaciones de las dos pruebas diferían significativamente entre sí).
Los mismos investigadores presentaron otro estudio que analizaba el momento preferido de inicio de un ictus. Es importante describir las condiciones y circunstancias de un ictus con la mayor precisión posible para comprender mejor su posible dependencia del ritmo circadiano. De hecho, se hallaron diferencias relevantes en la cronología de los acontecimientos en los 301 pacientes con ictus isquémico estudiados. Se hicieron visibles dos picos a lo largo de las 24 horas: un 8% experimentó la apoplejía a las 09:00, otro 8% a las 19:00. En comparación con la siguiente hora más frecuente (16:00, 6,6%), las diferencias fueron significativas en cada caso.
Fuente: 25ª Conferencia Europea sobre el Ictus, 13-15 de abril de 2016, Venecia.
CARDIOVASC 2016; 15(3): 38-39