En las numerosas revistas que llegan a las mesas de los médicos, hay algunos temas que se tratan con especial frecuencia. La osteoporosis es una de ellas – comprensiblemente, hay que decirlo: es una enfermedad muy relevante en términos sanitarios y económicos, y va de la mano del proceso de envejecimiento de la población. Y cuando hay muchas personas afectadas, los costes también aumentan. ¿Qué necesita saber sobre esta afección en relación con el deporte?
En una revisión publicada en 2015 [1], la incidencia de fracturas relacionadas con la osteoporosis en Suiza en 2010 se estimó en 74.000. Los costes de seguimiento de estas nuevas fracturas, así como de las fracturas existentes, se estimaron en 2.050 millones de francos suizos para el año 2010. El riesgo de por vida de que una mujer suiza de 50 años sufra una fractura osteoporótica a lo largo de su vida es de alrededor del 50% – el riesgo de fractura para los hombres es del 20%. Tanto la incidencia de la osteoporosis como las fracturas aumentan exponencialmente con la edad, y también los costes.
El deporte como causa de osteoporosis
Por desgracia, el deporte puede ser una causa de osteoporosis, aunque este fenómeno es tan poco frecuente en comparación con otras causas que casi no influye en las cifras mencionadas anteriormente. Desde los años 80, está bien descrito el concepto de la tríada de la atleta femenina (abreviatura “FAT”, aunque la obesidad no tiene nada que ver con ella) que consiste en trastornos alimentarios, amenorrea u oligomenorrea y precisamente osteoporosis (y osteopenia). Sin embargo, esta grave enfermedad con consecuencias a veces mortales es demasiado poco conocida para ser detectada a tiempo. En aras de la exhaustividad, al igual que en el caso de la osteoporosis, debe subrayarse claramente que este tipo de trastorno alimentario no sólo se da en mujeres deportistas, sino también, con más frecuencia de lo esperado, en hombres. Por eso hoy ya no se habla de GRASA, sino de RED-S (Deficiencia Energética Relativa en el Deporte).
Normalmente, se ven afectados los deportes con características estéticas (gimnasia, gimnasia rítmica o patinaje artístico) o aquellos en los que el peso desempeña un papel importante (salto de esquí). El síndrome también se da en atletas de resistencia como los corredores de fondo o los esquiadores de fondo que, por razones complejas, presentan trastornos alimentarios y desarrollan osteoporosis mucho antes de la menopausia debido a una baja concentración asociada de hormonas esteroides sexuales. Cabe mencionar que, debido a esta patología, también se han producido cambios de reglas en las disciplinas afectadas.
El deporte como prevención
Sin embargo, la actividad física con moderación (regular y variada) también tiene un papel preventivo muy importante en el contexto de la osteoporosis. Si observa todos los órganos y sistemas orgánicos que se adaptan en un sentido positivo en condiciones óptimas de estrés y recuperación, descubrirá también el hueso en esta lista bastante larga.
Puede afirmarse que el entrenamiento atlético suele provocar hipertrofia ósea en función del tamaño, la dirección y el punto de aplicación de las fuerzas aplicadas. Esta hipertrofia está causada por un aumento de la densidad ósea, que a su vez depende de un fortalecimiento del esqueleto del vientre óseo. Por otro lado, el engrosamiento cortical conduce a un ensanchamiento del hueso. En principio, estas conversiones funcionales son posibles a cualquier edad, pero disminuyen con los años. También se ha descrito el alargamiento de las partes afectadas del esqueleto como un componente más de la hipertrofia dependiente de la función ligada a la articulación epifisaria aún funcional. Sin embargo, estos cambios sólo son posibles antes de completar el crecimiento en longitud. Diversas publicaciones consideran que la hipertrofia adquirida durante la adolescencia y los primeros años de la edad adulta es un factor estabilizador con respecto al futuro desarrollo de la osteoporosis y la reducción de la capacidad de recuperación asociada. La estimulación del cartílago de crecimiento es posible básicamente por medios mecánicos, en los que las fuerzas de tracción, compresión y flexión que se producen influyen directamente en las zonas de crecimiento de los huesos afectados.
La suma marca la diferencia
Además de estas influencias puramente mecánicas, el sistema óseo está sometido a diversos factores hormonales que favorecen la formación o la degradación del hueso. En última instancia, la suma de todas las influencias endocrinas y mecánicas, teniendo en cuenta la disposición genética individual, determina la estructura ósea actual y el metabolismo óseo en cada lugar del esqueleto con carga específica. Por ejemplo, aunque el pico de masa ósea (PBM) probablemente esté determinado en gran medida genéticamente, está influido por el estilo de vida. Dado que la masa ósea de los niños en la columna lumbar (lumbar spine, LS) y en el fémur se correlaciona con el patrón de actividad, debe concederse una gran importancia a la función de modelo de los padres con respecto al comportamiento de movimiento de los niños. En general, se puede suponer que los niños más activos salen de la adolescencia con un PBM entre un 5 y un 10% más alto y alcanzan así el “punto crítico” para una fractura unos diez años más tarde que los niños inactivos (siempre que esta ventaja se mantenga de forma activa hasta la vejez). Al continuar el entrenamiento en la edad adulta, se han descrito aumentos de la densidad mineral ósea de hasta el 40% en los deportes de fuerza.
Sin movimiento el hueso se vuelve quebradizo
Llegados a este punto, puede resumirse por tanto que las actividades físicas que soportan peso, entendiendo por tales tanto las actividades ocupacionales y cotidianas como los deportes de salud, ocio y competición, son un requisito previo esencial para la salud ósea. Sin los efectos estimulantes del campo gravitatorio o de la carga mecánica, se produce una pérdida rápida y pronunciada de masa ósea tanto en el esqueleto axial como en el periférico.
Pero, ¿cómo deben ser los estímulos de entrenamiento?
Los estímulos del entrenamiento deben ser eficaces en los lugares del esqueleto en los que se desea conseguir un aumento de la masa ósea, es decir, principalmente en el fémur, la columna vertebral y los lugares distales del antebrazo con mayor riesgo de fractura. Para conseguir efectos óseos, los estímulos del entrenamiento deben aumentar continuamente. Si se interrumpe un programa de ejercicios, los efectos positivos conseguidos en el sistema esquelético volverán al nivel inicial.
Aún no está claro si se pueden conseguir efectos anabólicos óseos más potentes en humanos aumentando la intensidad, la frecuencia o la duración del ejercicio. Sin embargo, si se trasladan los resultados de los estudios en animales a los humanos, los ejercicios deben ser de naturaleza dinámica, realizarse con la mayor intensidad y frecuencia posibles y contener el mayor ejercicio versátil posible. No es la duración sino más bien la frecuencia de estos ejercicios en combinación con su intensidad lo que parece determinar la magnitud del efecto anabólico óseo.
En la teoría del entrenamiento, distinguimos básicamente entre los factores de condición resistencia, fuerza, velocidad, coordinación y movilidad. Existe un número relativamente grande de estudios, en su mayoría transversales, que han investigado algunas de estas principales tensiones motoras sobre la adaptación ósea. A grandes rasgos, puede decirse que el entrenamiento de fuerza rinde más. Por el contrario, el entrenamiento de resistencia pura no es tan eficaz. El entrenamiento versátil con los correspondientes picos de fuerza y los efectos versátiles de la fuerza sobre el sistema esquelético (por ejemplo, saltos, arranques y paradas, cambio de dirección al correr, movimientos de rotación) también tienen un efecto estimulante óseo nada desdeñable.
Deporte con osteoporosis existente
Pero, ¿cuál es el efecto del ejercicio sobre los huesos de las personas mayores que ya padecen osteoporosis (o que al menos corren un alto riesgo de padecerla)? Los estudios transversales y longitudinales disponibles no siempre ofrecen resultados coherentes sobre los efectos protectores del ejercicio físico en la pérdida ósea trabecular y cortical. Sin embargo, en general, también cabe esperar efectos favorables y protectores de los huesos en esta situación. En un artículo publicado recientemente [2], los autores pudieron demostrar de forma convincente que con una intensidad de dos a cuatro veces por semana de entrenamiento complejo (mixto), se pueden conseguir mejoras significativas en la región lumbar de la columna vertebral y efectos algo menos significativos en la región del cuello femoral y en todo el cuerpo dentro del periodo de observación de diez meses. Se encontraron mejoras muy claras y significativas para los grupos de entrenamiento – en relación con los parámetros condicionales y coordinativos registrados de resistencia, fuerza máxima isométrica, movilidad, reacción, orientación y capacidad de equilibrio, pero también en bienestar y reducción del dolor. La calidad de vida también aumentó.
Otras fuentes apuntan a los efectos positivos del entrenamiento de fuerza en etapas más avanzadas de la vida, pero trabajar con pesas no siempre es fácil (sobre todo por el debilitamiento de los músculos).
Reducir el riesgo de caídas
Un efecto indirecto pero muy importante de estos complejos programas de entrenamiento sobre la osteoporosis es la menor tendencia a las caídas. Las fracturas, que son el principal problema de la osteoporosis, están causadas principalmente por aquellas caídas que se producen con menos frecuencia gracias a la mejora de la fuerza, la coordinación y el equilibrio.
Huelga decir que, en presencia de osteoporosis, la terapia médica de entrenamiento (MTT) por sí sola no es suficiente. Más bien, otras medidas terapéuticas como los preparados antirresortivos o anabolizantes óseos y, por supuesto, el calcio y la vitamina D3, de eficacia probada, constituyen la base de la terapia. Sin embargo, sigue siendo indiscutible que el deporte bien practicado desempeña un papel de enorme importancia en la prevención y el tratamiento de esta enfermedad tan importante y extendida. Como en el caso de las enfermedades cardiovasculares y otras afecciones, el fármaco “deporte” es un agente terapéutico eficaz. Con muy pocos efectos secundarios, barato y fácil – ¡qué más se puede pedir!
Literatura:
- Bally M,Kraenzlin M: Actualización sobre osteoporosis 2015. El médico informado 2015; 4: 45-49.
- Kemmler W, et al.: Beneficios de 2 años de ejercicio intenso sobre la densidad ósea, la forma física y los lípidos sanguíneos en mujeres postmenopáusicas osteopénicas precoces: resultados del Estudio de Prevención de la Osteoporosis en Forma Física de Erlangen (EFOPS). Arch Intern Med 2004; 164: 1084-1091.
PRÁCTICA GP 2016; 11(7): 6-8