La enfermedad de Alzheimer (EA) es una de las enfermedades neurodegenerativas más diagnosticadas en todo el mundo y la principal causa de demencia. La enfermedad de Alzheimer afecta al 50–70% de los pacientes con demencia en todo el mundo y se caracteriza por un deterioro cognitivo y un declive progresivo de las capacidades funcionales. Dado que no existe una terapia causal que pueda prevenir la aparición o detener la progresión de la enfermedad de Alzheimer, la comunidad médica se enfrenta a uno de los mayores retos del siglo XXI.
(red) Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), el coste mundial del tratamiento de la EA se estima en unos 1,3 billones de dólares, y esta cifra seguirá aumentando en las próximas décadas. Al mismo tiempo, el número de personas que padecen la enfermedad de Alzheimer ascenderá a 152 millones en todo el mundo en 2050, lo que supone multiplicar por cuatro la prevalencia actual. Los países de ingresos bajos y medios corren un riesgo especial, ya que a menudo tienen un acceso limitado a los médicos, a los diagnósticos avanzados y a medicamentos caros.
El Alzheimer es una enfermedad compleja y multifactorial caracterizada por procesos fisiopatológicos como el depósito de proteínas beta-amiloide y tau en el cerebro, procesos neuroinflamatorios, estrés oxidativo y disfunción mitocondrial. Estos mecanismos conducen a una pérdida progresiva de células nerviosas, lo que a su vez provoca déficits cognitivos, cambios en el comportamiento y la pérdida de las funciones cotidianas. Además, los factores genéticos, como las mutaciones en los genes PSEN1, PSEN2 y APP, desempeñan un papel decisivo en la patogénesis de la enfermedad de Alzheimer familiar. Los enfoques terapéuticos farmacológicos aprobados actualmente sólo pretenden aliviar los síntomas fomentando la neurotransmisión colinérgica o inhibiendo la excitación del glutamato. Sin embargo, estos fármacos, como el donepezilo o la memantina, tienen una eficacia limitada y se asocian a una serie de efectos secundarios como náuseas, mareos, insomnio y aumento de la fatiga. Por ello, la fitoterapia está cobrando importancia como tratamiento alternativo o complementario.
Las plantas medicinales han demostrado su eficacia en la medicina tradicional durante siglos, especialmente en el tratamiento de enfermedades neurodegenerativas. Compuestos vegetales como la Curcuma longa (cúrcuma), el Panax ginseng (ginseng), el Berberis y el Crocus sativus (azafrán) se han mostrado prometedores en la terapia del Alzheimer, ya que presentan propiedades neuroprotectoras, antiinflamatorias, antioxidantes y antiapoptóticas. Este artículo ofrece una visión global del estado actual de la investigación sobre estos compuestos vegetales y su posible aplicación en el tratamiento de la enfermedad de Alzheimer.
Mecanismos fisiopatológicos de la enfermedad de Alzheimer
La enfermedad de Alzheimer es una enfermedad neurodegenerativa progresiva que se asocia a diversos mecanismos fisiopatológicos. Una de las hipótesis más conocidas sobre el desarrollo de la enfermedad de Alzheimer es la hipótesis del beta-amiloide. El beta-amiloide (Aβ) es una proteína que se acumula en las células cerebrales de los pacientes de Alzheimer y forma placas en ellas. Estos depósitos provocan una disfunción neuronal y desempeñan un papel central en la progresión de la enfermedad.
El Aβ se forma por la escisión de la proteína precursora amiloide (APP) por las enzimas β- y γ-secretasa. Estos procesos patológicos conducen a la formación de Aβ42 neurotóxico, que se deposita en el cerebro en forma de placas. Estas placas no sólo contribuyen directamente al daño neuronal, sino que también activan reacciones inflamatorias en el cerebro. Además del beta-amiloide, la proteína tau también desempeña un papel decisivo en la patogénesis de la enfermedad de Alzheimer. Las proteínas tau normalmente estabilizan los microtúbulos, que aseguran el transporte axonal dentro de las células nerviosas. En los enfermos de Alzheimer, sin embargo, se produce una hiperfosforilación de la proteína tau, lo que conduce a su agregación y a la formación de ovillos neurofibrilares. Estos ovillos contribuyen a la disfunción de las sinapsis, la degeneración neuronal y la pérdida de memoria.
El estrés oxidativo y la disfunción mitocondrial son otros elementos centrales en la patogénesis de la enfermedad de Alzheimer. La sobreproducción de especies reactivas del oxígeno (ERO) provoca daños en las mitocondrias, que son las encargadas de suministrar energía a las células. Este proceso contribuye a la disfunción neuronal y favorece la muerte celular. Como el ADN mitocondrial (ADNmt) es especialmente susceptible de sufrir daños debido a la falta de mecanismos de protección, este proceso se acelera en las personas mayores.
Las predisposiciones genéticas también desempeñan un papel importante. Alrededor del 60-80% del riesgo de desarrollar la enfermedad de Alzheimer viene determinado por factores genéticos. El alelo ε4 de la apolipoproteína E (APOE), en particular, se asocia a un mayor riesgo de Alzheimer, ya que favorece la acumulación de beta-amiloide en el cerebro. Los individuos portadores de una copia del gen APOE4 tienen hasta siete veces más riesgo de desarrollar la enfermedad de Alzheimer. Esta compleja patogénesis ofrece numerosas dianas para posibles enfoques terapéuticos, incluida la fitoterapia, que se basa en el uso de extractos de plantas y sus principios activos para tratar la enfermedad.
Fitoterapia para la enfermedad de Alzheimer
La fitoterapia se refiere al uso de hierbas medicinales para la prevención y el tratamiento de enfermedades. En relación con la enfermedad de Alzheimer, en los últimos años se han identificado varias plantas que tienen el potencial de influir en los procesos neurodegenerativos. Entre las plantas mejor estudiadas se encuentran la Curcuma longa, el Panax ginseng, el Berberis y el Crocus sativus. Estas plantas contienen sustancias bioactivas que presentan efectos antioxidantes, antiinflamatorios, neuroprotectores y antineurodegenerativos. A continuación se detallan sus efectos potenciales en la enfermedad de Alzheimer.
Curcuma longa (cúrcuma, Fig. 1): La cúrcuma longa, conocida comúnmente como cúrcuma, es una especia y un remedio que se utiliza desde hace siglos en la medicina tradicional india. Su principal ingrediente activo, la curcumina, es un polifenol que posee numerosas propiedades farmacológicas, como efectos antioxidantes, antiinflamatorios y neuroprotectores. La curcumina tiene el potencial de atravesar la barrera hematoencefálica, lo que resulta de especial interés para su uso en la terapia del Alzheimer.
La curcumina actúa inhibiendo la deposición de beta-amiloide y la hiperfosforilación de las proteínas tau, dos de las principales causas de la enfermedad de Alzheimer. Los estudios demuestran que la curcumina puede inhibir la activación de la microglía, implicada en el desarrollo de procesos neuroinflamatorios. Además, la curcumina reduce el estrés oxidativo al disminuir la producción de ERO y activar las enzimas antioxidantes.
A pesar de estas prometedoras propiedades, la curcumina tiene una baja biodisponibilidad, lo que significa que sólo está disponible en el organismo de forma limitada tras su administración oral. Para superar este problema, en los últimos años se han desarrollado diversas nanotecnologías para mejorar la solubilidad y la disponibilidad de la curcumina en el organismo. Además, se ha demostrado que la combinación de curcumina con otras sustancias vegetales, como el ginkgo biloba, puede aumentar aún más la biodisponibilidad.
Panax ginseng (ginseng, Fig. 2): El ginseng es una planta medicinal que se utiliza en la medicina tradicional china y coreana desde hace más de 2000 años. La raíz contiene ginsenósidos, un grupo de saponinas que tienen una amplia gama de efectos farmacológicos, incluidos efectos antioxidantes, antiinflamatorios y neuroprotectores. En relación con la enfermedad de Alzheimer, los estudios han demostrado que los ginsenósidos inhiben la producción de beta-amiloide y mejoran la función mitocondrial.
Un ingrediente activo especialmente prometedor del ginseng es el Rg1, un ginsenósido que promueve la mitofagia, el proceso por el que se descomponen las mitocondrias dañadas. Esto mejora la producción de energía en las células y reduce la acumulación de proteínas nocivas como la beta-amiloide. El Rg1 también mejora el rendimiento de la memoria al promover la neurogénesis en el hipocampo y aumentar los factores neurotróficos como el factor de crecimiento nervioso (NGF) y el factor neurotrófico derivado del cerebro (BDNF).
Berberis (agracejo, Fig. 3): El berberis es un género de plantas utilizadas en la medicina tradicional para tratar diversas afecciones. El principal ingrediente activo del berberis, la berberina, tiene propiedades neuroprotectoras, antioxidantes y antiinflamatorias que lo convierten en un candidato prometedor para la terapia del Alzheimer. La berberina actúa inhibiendo la formación de placas beta-amiloides y ovillos neurofibrilares.
La berberina también influye en el circuito de neurotransmisores colinérgicos al inhibir la actividad de la acetilcolinesterasa, la enzima responsable de la descomposición de la acetilcolina. Esto aumenta la disponibilidad de acetilcolina en el cerebro, lo que conlleva una mejora de la función cognitiva. Además, la berberina tiene propiedades antiinflamatorias al reducir la producción de citoquinas como la IL-1β y el TNF-α.
Crocus sativus (azafrán, Fig. 4): El azafrán es una de las plantas condimentarias más caras y tiene una larga historia en la medicina tradicional. Los principales principios activos del azafrán, la crocina y el safranal, han demostrado en estudios sus efectos neuroprotectores y antiinflamatorios. La crocina inhibe la formación de beta-amiloide y de ovillos neurofibrilares, mientras que el safranal reduce la actividad de la acetilcolinesterasa, lo que ayuda a mejorar la función cognitiva en los enfermos de Alzheimer.
Los estudios demuestran que el azafrán consigue resultados similares a los del fármaco estándar donepezilo en el tratamiento de la demencia de Alzheimer de leve a moderada, pero con muchos menos efectos secundarios. Esto convierte al azafrán en un candidato prometedor para futuras terapias contra el Alzheimer.
Estudios clínicos y desarrollos futuros
Numerosos estudios preclínicos y clínicos han demostrado el potencial de las plantas medicinales en el tratamiento de la enfermedad de Alzheimer. En modelos animales, la curcumina, el ginseng, la berberina y el azafrán han mostrado efectos neuroprotectores y antiinflamatorios prometedores. Los estudios clínicos en humanos también han demostrado que estas sustancias vegetales pueden mejorar la función cognitiva y ralentizar la progresión de la enfermedad, con menos efectos secundarios que los fármacos convencionales.
A pesar de estos prometedores resultados, se necesitan más estudios a largo plazo para confirmar la seguridad y eficacia de estos agentes fitoterapéuticos. Dado que cada vez son más los pacientes que buscan formas de tratamiento naturales y alternativas, es importante profundizar en la investigación en este campo y desarrollar nuevos enfoques fitoterapéuticos para el tratamiento de la enfermedad de Alzheimer.
Conclusión
La fitoterapia ofrece un gran potencial como terapia alternativa o complementaria para el tratamiento de la enfermedad de Alzheimer. Plantas como la Curcuma longa, el Panax ginseng, el Berberis y el Crocus sativus contienen sustancias bioactivas que tienen efectos antiinflamatorios, antioxidantes y neuroprotectores. Estas sustancias vegetales podrían desempeñar un papel importante en la terapia del Alzheimer en el futuro, sobre todo teniendo en cuenta la eficacia limitada y los numerosos efectos secundarios de los fármacos actualmente disponibles.
Sin embargo, la investigación en este campo aún está en pañales y se necesitan más ensayos clínicos para confirmar la eficacia y la seguridad a largo plazo de estos medicamentos a base de plantas. Si se confirman los prometedores resultados de los estudios realizados hasta la fecha, la fitoterapia podría ser un pilar importante en el tratamiento del Alzheimer y otras enfermedades neurodegenerativas en el futuro.
Fuente: Piekarz J, Picheta N, Burdan O, et al: Phytotherapy in Alzheimer’s Disease-A Narrative Review. Biomedicines. 2024 Aug 9; 12(8): 1812. doi: 10.3390/biomedicines12081812. PMID: 39200276; PMCID: PMC11351709.
PHYTOTHERAPIE PRAXIS 2024; 1(1): 22–23