“Nunca me expongo al sol” o “No me gusta el sol” son frases que a los médicos nos gusta oír cuando respondemos a las preguntas de los pacientes sobre la causa de su cáncer de piel recién diagnosticado.
Cuando preguntamos entonces al paciente intensamente bronceado con signos de más lesiones precancerosas cómo pasa el tiempo, nos dicen que trabaja mucho en el jardín, juega al golf o al tenis, o camina o practica senderismo con regularidad, si no a diario. En todas estas actividades saludables, obviamente se ignora por completo la exposición a los rayos UV que tiene lugar al mismo tiempo. La exposición al sol sólo parece contar si se hace con la intención de “tomar el sol”. Puede asumirse con seguridad que la duración de la exposición durante la actividad física al aire libre supera claramente la de “tomar el sol”. Este escotoma específico ya ha recibido atención científica [1, 2]. Se señala que al mismo tiempo que se promueve la actividad física, también debería promoverse la protección solar, una constatación a la que probablemente se presta muy poca atención. Todos los años me animan -con el apoyo de mi empleador- a ir en bicicleta al trabajo en verano. Sin embargo, nunca se ha hablado de protección solar en este contexto.
Hemos aprendido de los australianos que el adiestramiento conductual adecuado debe comenzar a una edad temprana. Con eslóganes sencillos y pegadizos como “Slip-Slop-Slap” (“ponte una camiseta, ponte crema solar, ponte un sombrero”, complementado más tarde con “busca la sombra, ponte gafas de sol”), ya se pueden enseñar medidas de protección solar a los niños de guardería. Aunque no se reduzca la duración de la exposición al sol, los efectos pueden comprobarse con un menor número de nevus como resultado de la intensificación de la protección solar, también mediante ropa protectora adecuada [3]. En este contexto, las campañas de protección solar también deben repetirse con regularidad para seguir motivando [4].
Por supuesto, también existen reservas de los consumidores sobre los productos de protección solar. Los posibles efectos hormonales de los filtros fotoprotectores químicos, las nanopartículas y la carencia de vitamina D son temas de los que se ocupan regularmente los medios de comunicación. El artículo de formación continua de Theiler, Surber y Weibel le proporciona una serie de argumentos para responder de forma competente a las preguntas de los pacientes inquietos. En la segunda parte del enfoque formativo, le presentaremos las fotodermatosis, que se dan con mucha menos frecuencia que los tumores cutáneos inducidos por la radiación UV, pero que pueden suponer una restricción masiva para los pacientes afectados.
¡Disfrute de la lectura!
Dr. Siegfried Borelli
Literatura:
- Jardine A, et al: ¿Aumenta la actividad física el riesgo de exposición solar insegura? Health Promot J Austr 2012; 23: 52-57.
- Ambros-Rudolph CM, et al: Melanoma maligno en corredores de maratón. Arch Dermatol 2006; 142: 1471-1474.
- Smith A, et al: Cambios en el patrón de exposición al sol y protección solar en niños pequeños de Australia tropical. Am Acad Dermatol 2012; Epub ahead of print.
- Makin JK, et al: Population and age-group trends in weekend sun protection and sunburn over two decades of the SunSmart program in Melbourne, Australia. Br J Dermatol 2013; 168: 154-161.