La esclerosis múltiple (EM) afecta predominantemente a mujeres de entre 20 y 45 años en el momento del diagnóstico – con una incidencia creciente [1,2]. Como resultado, la EM es la enfermedad del SNC más común en adultos jóvenes que puede causar discapacidad [1]. De hecho, las mujeres con esta afección también tienden a tener menos hijos que las mujeres de la población general [3]. Sin embargo, gracias a las terapias optimizadas, esto ya no tiene por qué ser así.
La esclerosis múltiple es una enfermedad crónica y, por lo tanto, requiere una terapia eficaz. Sin embargo, su curso no puede predecirse con precisión debido a las dolencias individuales y al cuadro clínico heterogéneo. Por lo tanto, un concepto de tratamiento precoz y coherente es crucial para el éxito de la gestión de la enfermedad. Una terapia adecuada siempre tiene en cuenta las circunstancias individuales. En el caso de las mujeres jóvenes en edad fértil, esto afecta no sólo a los síntomas, la tolerabilidad y la adherencia, sino también a la planificación familiar. Por lo tanto, la decisión terapéutica debe tener en cuenta la tolerabilidad y la seguridad, también en relación con un posible embarazo.
Durante el embarazo, la tasa de recaídas disminuye en las mujeres afectadas. Sin embargo, en el plazo de un mes tras el parto, un tercio de las pacientes sufre una recaída [4]. Por este motivo, lo ideal es que la enfermedad esté bajo control dos años antes del inicio del embarazo. Esto puede reducir el empuje posparto en un 45% [5]. Sin embargo, el 43% de los embarazos no son planificados [6]. También es esencial reanudar una terapia eficaz inmediatamente después del parto. Mientras tanto, también existen opciones de tratamiento que hacen posible la lactancia materna. Es aconsejable echar un vistazo exhaustivo a la información de los respectivos expertos para conocer el uso y la evaluación beneficio-riesgo de cada uno de los productos.
Puede utilizarse durante la lactancia
Los datos de estudios relativos al uso de interferón-beta durante y después del embarazo son actualmente limitados. Por ello, entre 2009 y 2017 se recopilaron y analizaron datos de registro de casi 1.000 mujeres de 26 países europeos [7]. La prevalencia de los resultados del embarazo se asoció con los de la población general. Se demostró que el uso de interferón-beta-1a y -1b no aumenta la frecuencia de malformaciones congénitas. En general, el 82,0% de los embarazos dieron lugar a un nacido vivo sin anomalías congénitas. La prevalencia de abortos espontáneos también fue comparable a la de la población general.
Los expertos concluyeron que los datos recogidos no indicaban que la exposición al IFN-beta antes de la concepción y/o durante el embarazo aumentara negativamente la tasa de anomalías congénitas o abortos espontáneos. En consecuencia, Plegridy® y Avonex® pueden utilizarse en el embarazo si es clínicamente necesario. Además, la información sobre el paso del interferón-beta-1a a la leche materna y sus propiedades químicas y fisiológicas sugieren que las cantidades excretadas en la leche materna son insignificantes. No se han notificado efectos adversos en lactantes de mujeres tratadas con interferón beta-1a. Por lo tanto, ambos preparados pueden utilizarse también durante la lactancia [8,9].
Evaluación beneficio-riesgo a la vista
Las terapias orales suelen estar contraindicadas antes, durante y después del embarazo. Los preparados deben interrumpirse meses antes de un embarazo planificado para alcanzar una concentración plasmática suficientemente baja. De lo contrario, cabe esperar una mayor prevalencia de malformaciones congénitas. La semivida terminal del fumarato de monometilo (Tecfidera®) es comparativamente corta, de una hora [10]. Después de 24 horas, no se detecta ninguna sustancia activa circulante en la mayoría de los pacientes. Por lo tanto, si el embarazo comienza durante el tratamiento, debe realizarse una evaluación beneficio-riesgo. Tecfidera® sólo debe utilizarse durante el embarazo si los hallazgos clínicos de la paciente aconsejan el tratamiento y el beneficio potencial justifica el riesgo potencial para el feto [10,11]. Debe considerarse la interrupción de la terapia. Sin embargo, el inicio del tratamiento durante un embarazo existente está contraindicado. La interrupción de la lactancia o del tratamiento tras el embarazo debe decidirse de forma individual.
No se necesitan anticonceptivos
Por término medio, una paciente con EM tarda 7,5 meses en quedarse embarazada [12]. Dado que la anticoncepción concomitante está indicada con muchos regímenes de tratamiento, puede haber una gran presión de tiempo cuando la planificación familiar está pendiente. Por el contrario, la terapia con natalizumab (Tysabri®) no requiere anticoncepción concomitante, lo que hace posible la planificación familiar en cualquier momento y sin presiones [13]. El preparado tampoco parece influir en la fertilidad. En un estudio observacional, los resultados no mostraron ningún patrón específico de malformaciones que indicara un efecto del fármaco. La tasa de abortos espontáneos también fue coherente con la de la población general [14]. El natalizumab no debe utilizarse durante el embarazo a menos que los hallazgos clínicos de la paciente hagan necesario el tratamiento con Tysabri. Dado que se desconoce el efecto sobre los recién nacidos y los lactantes, debe interrumpirse la lactancia durante el tratamiento con Tysabri® [13].
En resumen, la esclerosis múltiple y la planificación familiar deberían ser bastante posibles hoy en día. Es importante hablar de ello con los pacientes en una fase temprana para poder utilizar las terapias en función de las posibilidades y necesidades.
Literatura:
Este artículo se ha elaborado con el apoyo financiero de Biogen Switzerland AG, Baar.