Mediante la determinación de la tasa de filtración glomerular (TFG) y la albuminuria, no sólo pueden detectarse las disfunciones renales, sino que la proteinuria en particular es también un indicador de riesgo precoz de aparición de un evento cardiovascular. La detección precoz es una base importante para contrarrestar las enfermedades cardiovasculares mediante medidas preventivas adecuadas.
En todo el mundo, cerca del 10% de la población padece una enfermedad renal crónica (ERC), definida como una tasa de filtración glomerular inferior a 60 ml/min/1,73m2 y/o una relación albúmina/creatinina urinaria superior a 30 mg/g (3 mg/mmol) [1,12]. Las personas con insuficiencia renal crónica tienen un riesgo mucho mayor de sufrir enfermedades cardiovasculares (Fig. 1) y la insuficiencia renal crónica es, en última instancia, también una enfermedad vascular: los glomérulos están formados por pequeños grupos de vasos, por lo que la función renal no sólo indica el estado de los vasos de los riñones, sino de todo el organismo. “Por tanto, podemos utilizar los riñones como un sismógrafo de la salud vascular, y hacerlo en una fase temprana, mucho antes de que se produzca una insuficiencia renal, un infarto de miocardio o un ictus”, explica el Prof. Dr. Uwe Heemann, Médico Jefe de Nefrología, TU Munich, y añade: “La función renal es una ventana a los vasos, pero el problema es que miramos dentro con demasiada poca frecuencia”, Para la mayoría de las personas con ERC, es mucho más probable que se produzca un evento cardiovascular que que desarrollen una enfermedad renal terminal [12]. Un análisis sistemático publicado en 2010 en la prestigiosa revista The Lancet , que incluyó a más de 1,2 millones de pacientes, demostró que unas simples pruebas de la función renal pueden utilizarse para estimar la mortalidad general y cardiovascular [2].
Se recomienda una evaluación precoz de los riesgos
De este modo, una detección precoz sistemática de la enfermedad renal no sólo evitaría los casos de diálisis, sino también otros acontecimientos vasculares como los derrames cerebrales o los infartos de miocardio que mucha gente teme. Por ello, la determinación de la tasa de filtración glomerular (TFG) y la recogida de albuminuria, dos parámetros de laboratorio sencillos y poco costosos, pueden utilizarse para evaluar: ¿Cuál es el estado de los riñones y de los vasos en su conjunto – y qué riesgo cardiovascular se deriva de ello para los afectados (recuadro)? “Ningún otro procedimiento proporciona una evaluación de riesgos tan temprana”, afirma el profesor Heemann. Sin embargo, la enfermedad renal crónica no sólo es un sismógrafo del daño vascular, sino también su catalizador. Un metaanálisis de 2018 demostró que los síntomas concomitantes típicos de la enfermedad renal crónica (ERC), como la elevación de la albúmina sérica, el fosfato o el ácido úrico, son factores de riesgo cardiovascular independientes [3]. “Esto también explica por qué vemos una mortalidad cardiovascular desproporcionadamente alta entre nuestros pacientes renales. Aunque en general alrededor del 11% de la población está afectada por la ERC (en todas sus fases), hay relativamente pocos pacientes en la fase terminal 5. Por un lado, esto se debe al éxito de las medidas de prevención, ya que podemos ralentizar la progresión de la enfermedad renal con medicación. Pero, por desgracia, también se debe al hecho de que muchos afectados mueren de enfermedades cardiovasculares antes incluso de llegar a una enfermedad renal grave que requiera diálisis”, afirma el nefrólogo y presidente de la conferencia anual de este año de la Sociedad Alemana de Nefrología. [1,5].
La proteinuria como marcador del riesgo cardiovascular La enfermedad renal crónica (ERC) es en sí misma un factor de riesgo de enfermedad cardiovascular, incluso independientemente de la diabetes mellitus, la hipertensión u otros factores de riesgo conocidos como la obesidad, el tabaquismo o los niveles elevados de lípidos en sangre [6]. Esto es especialmente cierto si se produce un aumento de la proteinuria [7–10]. Datos recientes muestran que el riesgo de enfermedad cardiovascular se correlaciona más fuertemente con la proteinuria (albuminuria) que con la TFG por sí sola. Existen hallazgos empíricos que indican que una excreción de albúmina superior a 300 mg/día aumenta masivamente el riesgo [11]. Proteger los riñones es, por tanto, también una medida de prevención cardiovascular. |
Conclusión
Los pacientes renales son una población de alto riesgo cardiovascular. Requieren una atención médica especial y también se les debe educar sobre su alto riesgo cardiovascular para que puedan reducirlo adoptando un estilo de vida “más vascular”. Según datos empíricos, los pacientes renales varones corren especial riesgo de sufrir un derrame cerebral o un infarto de miocardio en la mediana edad. El estudio de los parámetros renales debe realizarse de forma rutinaria e integrarse en los exámenes del Check-Up 35+. La detección precoz de la ERC puede ayudar a identificar a los pacientes con alto riesgo cardiovascular y dirigirlos hacia las medidas preventivas adecuadas. En cuanto a las intervenciones farmacológicas, por ejemplo, se considera empíricamente probado que los inhibidores de SGLT-2 tienen beneficios cardiorrenales y, por tanto, protegen el corazón y el riñón [12].
Literatura:
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- Matsushita K, et al; Consorcio para el Pronóstico de la Insuficiencia Renal Crónica. Lancet 2010; 375(9731): 2073-2081.
- Major RW, et al: PLoS One 2018; 13(3):e0192895.
- Alharbi SH: Eur Rev Med Pharmacol Sci 2022; 26(17): 6259-6264.
- “La ERC es mucho más que ‘sólo’ un problema renal: los riñones son sismógrafos de la salud vascular”, 07.10.2022, Deutsche Gesellschaft für Nephrologie e.V. (DGfN).
- “Corazón y riñón”, Sociedad Alemana de Nefrología, www.dgfn.eu/hintergrundmaterial.html, (última consulta: 10.10.2022)
- Go AS, et al: N Engl J Med 2004; 351: 1296-1305.
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- Lamprea-Montealegre JA, Shlipak MG, Estrella MM: Heart 2021; 107(16): 1282-1288.
- Mok Y, Ballew SH, Matsushita: Aterosclerosis 2021; 335: 110-118.
PRÁCTICA GP 2022; 17(10): 28-29
CARDIOVASC 2022; 21(4): 34