La acidez estomacal y la regurgitación ácida son síntomas que constituyen una causa frecuente de presentación en la consulta del médico de familia. Si no hay otras molestias, normalmente se puede prescindir de una endoscopia en un primer momento. Más bien debe confiarse en un tratamiento de PPI a prueba. Sólo si no hay mejoría con esta farmacoterapia entran en juego otras medidas.
La enfermedad por reflujo se manifiesta clínicamente como síndromes esofágicos con pirosis y regurgitación ácida y síndromes extraesofágicos. Si no se detectan lesiones endoscópicas, se trata de una enfermedad por reflujo no erosivo (ERNE), que se da en el 70% de los casos. Como explicó el Prof. Dr. med. Wolfgang Fischbach, de Aschaffenburg (D), el 30% restante puede asignarse a la enfermedad por reflujo erosivo (ERD). En ellos pueden observarse estenosis, esófago de Barrett o carcinoma. Los síndromes extraesofágicos se manifiestan predominantemente laringofaríngeos con erosiones dentales. Los objetivos de la terapia son claros: los pacientes desean ante todo liberarse de los síntomas. Los médicos van un paso más allá y pretenden además curar las lesiones, lograr la remisión y prevenir las complicaciones y la progresión. Además de las medidas generales, existen intervenciones farmacológicas y cirugía antirreflujo para este fin.
Algoritmo de diagnóstico y terapia
Los pacientes con síntomas de reflujo deben ser tratados primero con un inhibidor de la bomba de protones (IBP) durante cuatro a ocho semanas a modo de prueba. A esto le sigue un intento de salida. Sin embargo, los IBP no deben suspenderse bruscamente, sino que deben tomarse a la mitad de la dosis durante una semana y después sólo cada dos días durante otra semana, subrayó el experto. En caso de molestias, también puede administrarse un antiácido o alginato. Si la persona afectada no responde al IBP tras ocho semanas de tratamiento, deberá realizarse una endoscopia. Sin embargo, a petición del paciente o en caso de síntomas de alarma como disfagia, anemia y pérdida de peso, se utiliza antes, es decir, incluso antes de la administración del IBP de prueba (Fig. 1) .
Los IBP son la primera elección en la terapia aguda y en la terapia de mantenimiento como medicación permanente o a demanda. En la mayoría de los casos se toleran muy bien. Sin embargo, en raras ocasiones pueden aparecer fatiga, mareos, dolores de cabeza, alteraciones del sueño, cambios en la piel o aumento de los niveles hepáticos. Si no se tolera la farmacoterapia o si persisten los síntomas, puede plantearse un cambio a otro IBP y otra opción de tratamiento farmacológico, así como una terapia complementaria. La cirugía laparoscópica antirreflujo es una opción para los pacientes que no responden a dosis adecuadas de IBP, no desean medicación a largo plazo y tienen reflujo no ácido o de alto volumen. Sin embargo, los afectados deben ser conscientes de que en más del 50% de los casos será necesario volver a inhibir la acidez en el curso posterior, señaló Fischbach.
Las medidas generales que pueden apoyar la gestión del tratamiento incluyen la reducción de peso, evitar las comidas tardías, excluir las intolerancias alimentarias individuales, elevar la parte superior del cuerpo, dejar de fumar y reducir el consumo de alcohol.
Conclusión
El experto resumió que las quejas por reflujo son muy frecuentes. Los IBP son muy eficaces y seguros en el tratamiento. Pueden utilizarse principalmente a modo de prueba y, en caso necesario, como medicación permanente. La endoscopia debe realizarse cuando haya síntomas de alarma o durante el curso de la enfermedad. Si un paciente no responde al tratamiento de primera línea con IBP, pueden considerarse alternativas y medidas complementarias. Además, debe considerarse la interrupción de la farmacoterapia si el paciente está libre de síntomas.
Fuente: “Gastroenterología I: esófago, estómago, intestino delgado, pancreatitis”, Prof. Dr med. Wolfgang Fischbach, Aschaffenburg, fresh up Hausarztmedizin, marzo/abril 2023.
HAUSARZT PRAXIS 2023; 18(6): 37 (publicado el 23.6.23, antes de impresión)