El dolor abdominal funcional puede suponer un deterioro considerable de la calidad de vida y la capacidad de afrontamiento diario de los afectados y puede aparecer ya en la adolescencia. La cronificación es frecuente y requiere una estrategia de tratamiento adaptada a ella. Entre otras cosas, los métodos de terapia cognitivo-conductual y el uso de hierbas medicinales han demostrado su eficacia.
Las molestias gastrointestinales funcionales no pueden explicarse por una enfermedad somática o por funciones corporales específicas (por ejemplo, los periodos menstruales), ni por el consumo de fármacos o efectos tóxicos, y se producen durante un periodo de al menos 6 meses. Según los criterios actuales de Roma IV, el dolor epigástrico (DPE), caracterizado por dolor o ardor abdominal superior dominante, se considera uno de los dos síntomas principales de la dispepsia funcional (DF) (Fig. 1) [1].
El segundo síntoma principal de la DF es el síndrome de malestar postprandial (SPP), que se caracteriza por una sensación de plenitud y saciedad prematura. Con una prevalencia del 10-20%, la DF es uno de los trastornos funcionales más comunes del tracto gastrointestinal [2]. En el estudio prospectivo DIGEST (“Domestic International Gastro Enterology surveillance Study”), alrededor de un tercio de los más de 5.500 encuestados de una muestra representativa de la población general declararon padecer molestias dispépticas, de los cuales un 6,5% sufría molestias dispépticas agudas y un 22,5% molestias dispépticas crónicas [3]. Estos últimos se caracterizan por una alternancia periódica de síntomas agudos e intervalos libres o sin síntomas. Sólo una quinta parte de los pacientes con DF consiguen liberarse de los síntomas de forma duradera [1,4–6]. La etiología del dolor abdominal superior funcional no se conoce del todo, pero se supone que la hipersensibilidad visceral, es decir, la hipersensibilidad a las sensaciones en la zona del tubo digestivo, desempeña un papel. Las situaciones vitales psicosociales estresantes y los trastornos mentales (por ejemplo, depresión, trastorno de ansiedad) también son posibles factores de influencia. Diversos hallazgos empíricos confirman que existe una conexión entre los factores psicológicos y las molestias gastrointestinales funcionales. Por ejemplo, Steinsvik et al. demuestran que existe una correlación positiva de las molestias gastrointestinales postprandiales con los problemas de ansiedad y con los síntomas neuróticos [7]. Los instrumentos de medida utilizados fueron el “Índice de sensibilidad visceral” y el “Cuestionario de personalidad-neuroticismo de Eysenck”.
Cronificación a menudo ya en la adolescencia Según un estudio publicado en 2020 por Sjölund et al. [19] muestra que el dolor abdominal a los 12 años es un factor de riesgo para las molestias gastrointestinales funcionales a los 16 años. En este estudio empírico prospectivo basado en la población de Suecia, se analizaron los datos de 4089 niños de las cohortes de nacimiento de 1994-1996 en relación con las dolencias epigástricas a los 1,2, 12 y 16 años de edad. En el 44,9% de los afectados por síntomas de dolor abdominal a los 12 años, éstos persistieron hasta los 16 años y aumentó significativamente el riesgo de sufrir molestias gastrointestinales funcionales en general. Por otro lado, no hubo asociación estadística con el dolor abdominal superior en la primera infancia. Para obtener información sobre los síntomas a los 1-2 años de edad, se entrevistó a los padres; la información sobre las quejas a los 12 y 16 años se basa en autoinformes. |
Se recomienda el tratamiento multimodal para los adolescentes
Tras descartar las causas orgánicas y determinar el diagnóstico de las molestias abdominales funcionales, los procedimientos psicológicos desempeñan un papel importante en el tratamiento. La eficacia de los métodos de terapia cognitivo-conductual se ha demostrado empíricamente en varias ocasiones [8–10]. En el marco de la psicoeducación, se explican las conexiones fisiopatológicas de las molestias funcionales. Además del modelo de hipersensibilidad visceral (disminución del umbral individual del dolor), también se abordan factores desencadenantes como el estrés. El objetivo del tratamiento con métodos de terapia cognitivo-conductual es reducir los síntomas del dolor y mejorar la calidad de vida mediante el aprendizaje de conductas de afrontamiento constructivas. Además de la psicoeducación, pueden utilizarse métodos de relajación, diversos procedimientos cognitivos (por ejemplo, técnicas de distracción, reestructuración cognitiva) y medidas para reducir el estrés [11–13]. Los métodos de relajación como la relajación muscular progresiva, la imaginación (viajes de fantasía) o el entrenamiento autógeno pueden contrarrestar la tensión inducida por el dolor. La reestructuración cognitiva consiste en garantizar que los síntomas latentes de dolor crónico persistente no se experimenten como incontrolables, sino que sea posible una conducta activa de afrontamiento mediante estrategias de manejo del dolor. Esto incluye también la reducción de la pasividad para promover la adecuación de los pacientes a la vida cotidiana, incluida la integración ocupacional-social (formación, profesión) [14]. Entre los fármacos recomendados para el tratamiento de la dispepsia funcional en la adolescencia se encuentran los probióticos y los medicamentos que contienen aceite de menta [15]. Carmenthin® es un preparado fitofarmacológico a base de menta piperita y aceite de alcaravea que está autorizado por el seguro de enfermedad suizo para adultos y adolescentes a partir de 12 años para el tratamiento de cólicos leves, distensión abdominal, dolor epigástrico y flatulencia [16]. Los efectos analgésicos y relajantes del aceite de menta sobre los músculos del tracto gastrointestinal se basan en la unión del ingrediente mentol al receptor del frío (TRPM8) o a una señal de frío desencadenada por éste, seguida de un efecto inhibidor sobre los nervios transmisores del dolor [17]. La tolerabilidad de Carmenthin® es buena incluso con un uso frecuente y prolongado [18].
Literatura:
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- Eggleston A, Farup C, Meier R: El estudio nacional/internacional de vigilancia gastroenterológica (DIGEST): diseño, sujetos y métodos. Scand J Gastroenterol 1999; 231(Suppl): 9-14.
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- Talley NJ, Ford AC. Dispepsia funcional. N Engl J Med 2015; 373: 1853-1863.
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- Steinsvik EK, et al. Síntomas postprandiales en pacientes con dispepsia funcional y síndrome del intestino irritable: relación con las mediciones ecográficas y los factores psicológicos. J Neurogastroenterol Motil 2020; 26(1): 96-105.
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- Información temática: www.compendium.ch
- Deutsche Apothekerzeitung (DAZ): DAZ 2018 (9): 73, 01.03.2018.
- Madisch A, et al: Internist 2015; 56, (Suppl. 1): 28.
- Sjölund J, et al: Prevalencia y progresión del dolor abdominal recurrente, desde la primera infancia hasta la adolescencia. Gastroenterología Clínica y Hepatología 2020,:https://doi.org/10.1016/j.cgh.2020.04.047
PRÁCTICA GP 2020; 15(8): 24-25