El hecho de que la actividad física sea o no un riesgo para el desarrollo de la ELA sería importante para comprender la patogénesis. Esta asociación se investigó en un estudio multinacional de casos y controles basado en la población.
Antecedentes: En repetidas ocasiones se ha hablado de la actividad física como factor de riesgo para el desarrollo de la ELA. Además de los informes de deportistas destacados que desarrollaron posteriormente ELA, los datos de la literatura han sido dispares, desde advertencias contra el deporte como factor de riesgo hasta su respaldo como medida preventiva. La información sobre si la actividad física es o no un riesgo para desarrollar ELA sería importante para comprender la patogénesis. Esta relación se investigó en el estudio multinacional de casos y controles basado en la población de Visser et al.
Pacientes y metodología: Los participantes fueron reclutados como parte del estudio de casos y controles del consorcio Euro-MOTOR entre 2011 y 2014. Todos cumplían los criterios diagnósticos revisados de El Escorial para una ELA posible o probable. Los controles fueron reclutados por médicos de cabecera durante visitas rutinarias y emparejados por edad, sexo y lugar de residencia.
Se aplicó un cuestionario estandarizado a todos los participantes en el estudio. Esto incluía datos demográficos, consumo de alcohol y tabaco (nunca, anterior, activo; años de cajetilla, años de tabaquismo), educación, ocupaciones pasadas y presentes, traumatismos y deportes y aficiones con la duración de la práctica en años y horas a la semana. Por último, las actividades físicas se calcularon utilizando el “Compensium of Physical Activities” y se expresaron como “equivalente metabólico de la tarea=MET”:
Resultados: Se incluyeron en el estudio un total de 1557 pacientes y 2922 controles. Los pacientes tenían más probabilidades de ser fumadores y bebían menos alcohol. Tras ajustar por edad, sexo, educación, tabaco/alcohol y región, se encontró una asociación lineal entre la actividad física y el riesgo de ELA: a mayor actividad física, mayor riesgo de desarrollar ELA (OR 1,06; 1,04-1,09). Sin embargo, la actividad física no influyó en el fenotipo (región corporal inicialmente afectada, edad de aparición).
Conclusión de los autores: Los autores mostraron una relación lineal entre la actividad física y el riesgo de desarrollar ELA. La actividad física fue un factor de riesgo independiente incluso tras la corrección por agentes nocivos ocupacionales como los pesticidas. Una persona activa por encima de la media (>75%) aumentaba el riesgo de ELA en un 26% en comparación con una persona activa por debajo de la media (<25%). Los autores no pueden descartar por completo la influencia de pequeños traumatismos, por ejemplo, que pueden estar asociados al deporte, o de determinadas dietas que puedan seguir los deportistas. Otro indicio de que la actividad física es un factor de riesgo independiente es el hecho de que la ELA se manifiesta con mayor frecuencia en la mano dominante al principio.
Comentario: Visser et al. han llevado a cabo un gran estudio multicéntrico y multinacional para trazar con mayor precisión la relación, hasta ahora poco clara, entre la actividad física y el riesgo de ELA. El hallazgo interesante de este estudio es la relación lineal entre los dos factores. En consecuencia, existe un mayor riesgo de padecer ELA no sólo entre los deportistas de élite, sino también entre las personas físicamente más activas que la media.
InFo NEUROLOGÍA Y PSIQUIATRÍA 2018; 16(4): 18