La intensa investigación en el campo de la esclerosis múltiple (EM) ha hecho que entretanto existan diferentes opciones de tratamiento, dependiendo de la forma de la enfermedad y de su gravedad. Hasta ahora, la ciencia se ha centrado en la eficacia y la seguridad en el uso a largo plazo. Mientras tanto, la atención se ha desplazado cada vez más hacia la situación vital individual de las pacientes, en particular de las mujeres. El embarazo y la esclerosis múltiple ya no son mutuamente excluyentes.
Esta enfermedad inflamatoria y degenerativa del sistema nervioso central afecta principalmente a las mujeres en una proporción de 3:1. Y éstas se encuentran predominantemente en edad fértil en el momento del diagnóstico. Se necesita un tratamiento de por vida para controlar la progresión de la enfermedad. No sólo el trabajo y la vida social se ven limitados por la esclerosis múltiple: la planificación familiar también debe considerarse cuidadosamente, como explicó la Dra. Letizia Leocani, de Milán (IT). Esto se debe a que el embarazo tiene una gran influencia en la enfermedad. Esto da lugar a muchas preguntas que necesitan respuesta (Tab. 1).
Que el niño herede la enfermedad depende de varios factores. Básicamente, la EM es el resultado de una interacción de factores genéticos y ambientales. La frecuencia familiar es de alrededor del 15%. Si sólo uno de los padres padece EM, el riesgo de que el hijo también la desarrolle es del 2%; si ambos padres padecen EM, el riesgo es del 20%. Pero el embarazo también tiene una gran influencia sobre la madre y su enfermedad. Aunque la tasa de recaída se reduce en un 70% en el tercer trimestre, aumenta significativamente después del parto. Sólo al cabo de un año vuelve a su nivel anterior al embarazo. Esto se debe principalmente al aumento de la producción hormonal de estrógenos, progesterona y prolactina, a la reducción de los genes proinflamatorios y al paso de Th1 a Th2. Por ello, la experta aboga por planificar un embarazo -idealmente sólo para las afectadas con una enfermedad estable- para poder acompañar de forma óptima a las pacientes.
Continuar el tratamiento o interrumpirlo: esa es la cuestión aquí
Las inmunoterapias establecidas, como los interferones o el acetato de glatiramero, presentan datos convincentes a largo plazo y un buen perfil beneficio-riesgo. En caso de embarazo, debe tenerse en cuenta el riesgo para el bebé (nacimiento prematuro, peso, tamaño, mal desarrollo) al continuar el tratamiento, y el riesgo para la madre (reactivación de la enfermedad, acumulación de discapacidad) al interrumpirlo. Actualmente existen muchos datos sobre la gestión de la terapia durante el embarazo. Por ejemplo, se ha demostrado que el interferón beta tiene un riesgo relativo de anomalías congénitas de 0,51 en comparación con otras terapias para la EM. Como los interferones son moléculas grandes, no pasan a la leche materna, por lo que no hay nada malo en amamantar. Por lo tanto, la contraindicación “embarazo” para los interferones podría suprimirse de la información técnica (Tab. 2) . Por lo tanto, se puede discutir individualmente con la paciente si se debe continuar la terapia durante el embarazo, concluyó el experto.
Fuente: EAN Virtual Congress 2020
InFo NEUROLOGY & PSYCHIATRY 2020; 18(4): 32 (publicado el 30.6.20, antes de impresión).