Existe un aumento significativo del número de casos de cáncer colorrectal en el grupo de edad de menos de 55 años. Entre las personas mayores, los diagnósticos no han dejado de disminuir desde hace años. En general, las recomendaciones de cribado deberían seguirse más de cerca y no debería olvidarse el cribado antes de los 50 años.
Los casos de cáncer colorrectal llevan décadas descendiendo en EE.UU., de donde procede el nuevo estudio. Esta reducción se atribuye, por un lado, a los cambios en los factores de riesgo y, por otro, al cribado; este último es probablemente responsable de un fuerte descenso del 3% anual en los últimos años. El cribado no sólo identifica los carcinomas propiamente dichos, sino también las lesiones precancerosas tratables, reduciendo así las tasas de diagnóstico de carcinoma a largo plazo.
En cambio, no está claro cómo ha cambiado exactamente el riesgo subyacente en los distintos grupos de edad. Algunos informes no observan una mejora de los factores de riesgo, más bien suponen un aumento del riesgo en las personas menores de 50 años. El estudio de registro de Siegel et al. entra ahora en la misma brecha.
¿Significaría esto que más personas menores de 50 años deberían someterse al cribado? ¿Es necesaria una mayor sensibilización y concienciación entre los médicos, pero también entre la población en general, para no pasar por alto el cribado en las personas más jóvenes con mayor riesgo y así identificar más lesiones precancerosas y carcinomas precoces en lugar de avanzados?
Dos tendencias diferentes
El objetivo del estudio de cohortes retrospectivo era aportar claridad sobre las tendencias actuales. Para ello, se recopilaron datos del registro SEER estadounidense de alta calidad. Se recopilaron todos los diagnósticos de cáncer colorrectal invasivo en pacientes de 20 años o más en el periodo comprendido entre 1974 y 2013. Para no poner en peligro la potencia estadística, los datos no se estratificaron por sexo, sino por edad en el momento del diagnóstico, edad en el momento del nacimiento y localización del tumor. En total, se detectaron cerca de medio millón de casos diagnosticados durante el periodo de estudio.
Tendencia 1 – Disminución en la tercera edad: Lo cierto es que en la población mayor de 55 años, las tasas de incidencia del carcinoma de colon también disminuyeron en este estudio, y eso desde mediados de los años ochenta. Lo mismo ocurre con el cáncer de recto desde mediados de los años setenta. Sólo podemos especular sobre las razones de este descenso mucho antes de la introducción de los esfuerzos de cribado a escala nacional. ¿Se debe en parte al cambio de ciertos factores de riesgo? El estudio no aporta ningún dato al respecto.
Tendencia 2 – Aumento entre los más jóvenes: La tendencia se invierte y es bastante preocupante para los más jóvenes. En 2012-2013, la incidencia del cáncer de recto en las personas de 50-54 años ha convergido con la de las personas de 55-59 años, mientras que anteriormente, en 1989-1990, se situaba en la mitad. Un desarrollo similar se encuentra en el carcinoma de colon, aunque -como también puede observarse en otros casos- algo debilitado.
Entre los estadounidenses de 20 a 39 años, las tasas de incidencia del cáncer de colon han aumentado entre un 1% y un 2,4% anual desde mediados de los años ochenta, y entre las personas de 40 a 54 años entre un 0,5% y un 1,3% desde mediados de los noventa. Esto contrasta con la caída de las tasas de los menores de 50 años en la década anterior y a principios de los 80. Los aumentos posteriores en este grupo se debieron principalmente a tumores del colon distal.
Por el contrario, la incidencia del cáncer de recto, como ya se ha mencionado, lleva aumentando durante un periodo de tiempo más largo y también a un ritmo mucho más pronunciado, especialmente entre los jóvenes de entre 20 y 29 años. En el periodo de estudio, de 1974 a 2013, se constataron incrementos anuales de alrededor del 3%; a partir de 1980, esto también se aplica a las personas de 30 a 39 años.
Los jóvenes corren mayor riesgo
El riesgo relativo específico por edad disminuyó continuamente en las cohortes de nacimiento de 1890-1950, mientras que aumentó de forma constante en el grupo de edad con fecha de nacimiento en la década de 1990. En consecuencia, las personas que tenían aprox. Los nacidos en 1990 tienen un riesgo más de dos veces mayor que la generación de 1950 de que se les diagnostique cáncer de colon e incluso cuatro veces mayor de que se les diagnostique cáncer de recto (TIR 2,40; IC 95%: 1,11-5,19 y 4,32; IC 95%: 2,19-8,51).
Los intervalos de confianza son más amplios en este caso porque, en general, las personas muy jóvenes siguen enfermando, naturalmente, con mucha menos frecuencia que las personas mayores y, por tanto, estadísticamente forman un grupo más pequeño. Sin embargo, también se someten a cribado con menos frecuencia, lo que significa que es más frecuente que los carcinomas ya estén presentes en el momento del diagnóstico y explica el aumento del riesgo. También se podría argumentar al revés e interpretar las tasas como expresión de un cribado en funcionamiento. De este modo, también se detectarían con mayor frecuencia carcinomas subclínicos precoces en personas muy jóvenes, que de otro modo pasarían desapercibidos y, por tanto, estarían infradiagnosticados. Sin embargo, esto es poco probable, dicen los autores, porque entonces las tasas de incidencia de los estadios tempranos del carcinoma tendrían que haber aumentado unilateralmente en comparación con los estadios avanzados en los últimos años, lo que se ha demostrado que no es el caso [1].
Otra razón podría ser el cambio de hábitos de vida. Aunque el consumo de alcohol y tabaco en la generación joven estadounidense ha tendido a disminuir a largo plazo [2], según los autores, la obesidad también es cada vez más común en este grupo [3]. Este último es un importante factor de riesgo del cáncer colorrectal, que además suele ir acompañado de otros factores de riesgo relevantes e independientes como una dieta poco saludable y desequilibrada y poco ejercicio.
Médicos de guardia
Los autores señalan que la generación joven actual se encuentra en zonas de riesgo similares a las de las personas nacidas en 1890. Esto significa que la situación de riesgo ha vuelto a empeorar en comparación con las generaciones de la primera mitad del siglo XX. Ahora corresponde a otros estudios examinar si un cribado insuficiente o un cambio en los factores de riesgo son los responsables de este nuevo aumento.
En cualquier caso, los médicos tendrían que ser conscientes de la creciente probabilidad de enfermedad en el grupo de edad de menores de 55 años y tomar precauciones activas, lo que también significa seguir más de cerca las recomendaciones de cribado. Éstas prevén exámenes de detección para personas menores de 50 años, entre otras cosas, en caso de una elevada carga familiar o antecedentes (personales) de pólipos. Los menores de 55 años tampoco se someten aún a un cribado suficiente, aunque éste se recomienda claramente a los pacientes de 50 años o más con un riesgo medio. Según los autores, la mayoría de los carcinomas colorrectales se desarrollan a partir de adenomas que sufren una transformación maligna durante un periodo de latencia de unos diez años debido a numerosas mutaciones, por lo que el inicio precoz y sistemático del cribado tiene doble sentido.
La población más joven, en particular, ha tenido durante mucho tiempo menos acceso al sistema sanitario y de seguros estadounidense, que ahora podría mejorar con la Ley de Asistencia Asequible (ACA), si no se deroga.
Fuente: Siegel RL, et al: J Natl Cancer Inst 2017; 109(8): djw322.
Literatura:
- Siegel RL, Jemal A, Ward EM: Aumento de la incidencia del cáncer colorrectal entre hombres y mujeres jóvenes en Estados Unidos. Cancer Epidemiol Biomarkers Prev 2009 Jun; 18(6): 1695-1698.
- Ezzati M, Riboli E: Factores de riesgo conductuales y dietéticos de las enfermedades no transmisibles. N Engl J Med 2013 Sep 5; 369(10): 954-964.
- Lee JM, et al: Cada vez más pesado, más joven: trayectorias de la obesidad a lo largo de la vida. Int J Obes (Lond) 2010 Abr; 34(4): 614-623.
InFo ONCOLOGÍA Y HEMATOLOGÍA 2017; 5(3): 4