Las deficiencias en la comunicación social y la interacción social, junto con la aparición de comportamientos, intereses y actividades restringidos y repetitivos, constituyen el criterio diagnóstico central del trastorno del espectro autista (TEA). Por lo tanto, una visión diferenciada de las particularidades en la comunicación es de gran importancia tanto desde una perspectiva diagnóstica como educativa y terapéutica.