Alrededor de 60 millones de personas en todo el mundo están afectadas por la epilepsia, el tercer trastorno neurológico más frecuente. Hasta el 70% de los pacientes pueden ser ayudados eficazmente con el manejo terapéutico inicial y su pronóstico es bueno. Sin embargo, la situación es diferente para los pacientes cuyas crisis no pueden estabilizarse con la primera medicación. Para mejorar el pronóstico, está indicado entonces un tratamiento complementario personalizado.
La epilepsia es una de las enfermedades neurológicas más comunes, aunque no se dispone de datos exactos. En los países de ingresos altos, la incidencia se estima en unos 40-70 casos por cada 100.000 habitantes al año. En los países de renta baja, parece ser incluso mayor [1]. En la mayoría de los casos, el pronóstico es bueno. Sin embargo, hasta un 30% de los pacientes siguen sufriendo convulsiones a pesar de los repetidos ciclos de tratamiento con fármacos antiepilépticos (FAE) [2]. Esto deteriora significativamente el pronóstico. Si la medicación inicial adecuada no conduce a la ausencia de crisis en el momento del nuevo diagnóstico, la probabilidad de lograr la remisión con una medicación alternativa es sólo del 11% [3].
La epilepsia farmacorresistente se produce principalmente cuando los pacientes tienen una elevada frecuencia inicial de crisis, crisis focales, una combinación de diferentes tipos de crisis, una edad de inicio anterior al año o posterior a los doce años y crisis en el periodo neonatal. El problema: Los pacientes con epilepsia farmacorresistente suelen tener comorbilidades psicosociales, psiquiátricas y médicas debido a las crisis recurrentes, los efectos a largo plazo de los fármacos y las limitaciones en la vida cotidiana [4].
¿Monoterapia o complemento?
Si no se consigue liberar de las convulsiones con la monoterapia, además de cambiar de principio activo también puede ser eficaz un medicamento complementario. Para ello existen principios activos como la carbamazepina, el acetato de eslicarbazepina, la lamotrigina, el levetiracetam, la oxcarbazepina, el topiramato o el valproato [5]. Qué preparado es el adecuado depende no sólo de la eficacia sino también de otros criterios individuales como el tipo de crisis, la tolerabilidad, la seguridad, la rentabilidad y las necesidades específicas del paciente. La lamotrigina parece tener ventajas sobre los anticonvulsivantes clásicos como la carbamazepina y la oxcarbazepina en cuanto a su perfil de efectos secundarios y farmacocinética (bajo o nulo potencial de interacción y ausencia de inducción enzimática). Sin embargo, no es superior en cuanto a su eficacia antiepiléptica.
El acetato de eslicarbazepina es un derivado de la carbamazepina cuyo efecto se basa en la inhibición de los canales de sodio en el cerebro. Los estudios electrofisiológicos in vitro han demostrado que el principio activo y sus metabolitos estabilizan el estado inactivo de los canales de sodio activados por voltaje e impiden que vuelvan al estado activo. El acetato de eslicarbazepina tiene una estructura similar a la carbamazepina y la oxcarbazepina, pero no inhibe la mayoría de las enzimas del citocromo P450 (CYP450), por lo que tiene un bajo potencial de interacciones medicamentosas [6]. Además, su farmacocinética no se ve influida por la edad, el sexo, la dieta o una disfunción hepática moderada [1]. Los estudios han demostrado que el fármaco antiepiléptico (1200 mg) fue capaz de reducir la frecuencia de las crisis en ≥50% en el 43,5% de los pacientes [5]. Además, también se investigaron las dosis de 400 mg y 800 mg diarios. Un metaanálisis concluye que el acetato de eslicarbazepina como tratamiento complementario reduce la frecuencia de las crisis en adultos con epilepsia focal farmacorresistente, y que la eficacia aumenta al aumentar la dosis [1]. También existen pruebas de que este efecto también se produce en niños de 6 a 18 años [1]. Dado que en el metaanálisis se incluyeron muy pocos estudios con niños, los resultados no fueron suficientemente concluyentes. Las principales reacciones adversas observadas fueron mareos, náuseas y diplopía.
Literatura:
- Chang XC, Yuan H, Wang Y, et al: Tratamiento complementario con acetato de eslicarbazepina para la epilepsia focal farmacorresistente. Cochrane Database Syst Rev 2021, 22 de junio; 6(6): CD008907.
- Walker MC, Sander JW: Dificultades en la extrapolación de datos de ensayos clínicos a la práctica clínica: el caso de los fármacos antiepilépticos. Neurología 1997; 49(2): 333-337.
- www.akdae.de/arzneimitteltherapie/arzneiverordnung-in-der-praxis/ausgaben-archiv/ausgaben-ab-2015/ausgabe/artikel?%5Baction%%5Barticle%%5Bcontroller%tx_lnsissuearchive_articleshow 5D=show&tx_lnsissuearchive_articleshow 5D=4402&tx_lnsissuearchive_articleshow 5D=Article&%5Bissue%%5Byear%tx_lnsissuearchive_articleshow 5D=6&tx_lnsissuearchive_articleshow 5D=2015&cHash=a090b9ae8f04523b6b1cfa5214fbaaec (último acceso el 28.01.2025).
- Schuele SU, Luders HO: Epilepsia intratable: manejo y alternativas terapéuticas. Lancet Neurology 2008; 7(6): 514-524.
- www.akdae.de/fileadmin/user_upload/akdae/Arzneimitteltherapie/WA/Archiv/Eslicarbazepinacetat.pdf (última consulta: 28 de enero de 2025).
- Almeida L, Soares-da-Silva P: Acetato de eslicarbazepina (BIA 2-093). Neuroterapéutica 2007; 4(1): 88-96.
InFo NEUROLOGÍA Y PSIQUIATRÍA 2025; 23(1): 26