Los pacientes con enfermedades físicas como un derrame cerebral, diabetes mellitus, enfermedades oncológicas o incluso acúfenos suelen recibir un tratamiento adecuado, al menos en lo que se refiere a las dolencias físicas. Sin embargo, con demasiada frecuencia no se tiene en cuenta el estado mental. Sin embargo, la depresión no es en absoluto infrecuente en personas con enfermedades físicas.
En caso de gripe grave, diabetes mellitus o acúfenos, su médico de confianza le atenderá bien. Se refuerzan las defensas, se ajusta el nivel de azúcar en sangre y se tratan los ruidos del oído con la mayor eficacia posible, en función del factor desencadenante. La consulta con un neurólogo/psiquiatra, por otro lado, no está en la lista de tareas pendientes. ¿Por qué iban a hacerlo? Al fin y al cabo, sólo afecta al cuerpo. Pero resulta que precisamente este pensamiento es una falacia. En comparación con las personas sanas, los pacientes con enfermedades físicas desarrollan problemas psicológicos con el doble de frecuencia. En primer lugar, la depresión (tab. 1). A menudo se trata de una reacción al estrés físico, pero también al mental que lo acompaña. El dolor crónico, las limitaciones en la capacidad de recuperación o incluso el miedo a perder el trabajo o las preocupaciones financieras pueden desempeñar un papel en este sentido. Además, las intervenciones farmacológicas utilizadas en el contexto de una enfermedad física también pueden tener efectos psicológicos. Los agentes quimioterapéuticos, los interferones, los preparados de cortisona y los betabloqueantes en particular son sospechosos de desencadenar la depresión.
Aún no se ha investigado a fondo por qué las enfermedades físicas pueden provocar depresión. La causa pueden ser ciertos patrones de comportamiento, mecanismos hormonales o incluso genes heredados. Básicamente, casi la mitad de las personas experimentan una enfermedad mental en algún momento de su vida. Las mujeres se ven afectadas con más frecuencia que los hombres. Además de los trastornos de ansiedad, los trastornos somatomorfos y el abuso del alcohol, esto incluye también la depresión. Es, por tanto, una de las enfermedades mentales más comunes y no sólo se asocia a un estado de ánimo persistentemente deprimido, desgana y pérdida de interés. La mayoría de los afectados también albergan pensamientos suicidas tarde o temprano. Por lo tanto, es esencial un tratamiento rápido y eficaz.
Adaptar la terapia a la enfermedad subyacente
La terapia de la depresión debe enmarcarse en el régimen de tratamiento de las dolencias físicas y, por lo tanto, debe adaptarse individualmente a las circunstancias. Si se asume que la farmacoterapia es causal, el fármaco debe sustituirse por otro con menos efectos secundarios, si es posible. Por lo demás, la elección del antidepresivo depende de la enfermedad subyacente y de los posibles potenciales de interacción. Las generaciones más antiguas de antidepresivos, por ejemplo, suelen causar problemas cardiovasculares. Por lo tanto, los antidepresivos tricíclicos no deben utilizarse en pacientes que reciban terapia cardiaca. Los fármacos de nueva generación como los inhibidores selectivos de la recaptación de serotonina, los inhibidores selectivos de la recaptación de norepinefrina, los inhibidores selectivos duales de la recaptación de serotonina-norepinefrina, la norepinefrina y los antidepresivos serotoninérgicos específicos o los inhibidores de la monoaminooxidasa se encuentran en una posición mucho mejor. No obstante, difieren en cuanto a sus efectos secundarios y a su posible perfil de interacciones, por lo que debe estudiarse detenidamente con antelación y llevarse a cabo un estrecho seguimiento durante el tratamiento.
Una revisión sistemática con metaanálisis en red clasificó las diferentes sustancias activas según su eficacia y tolerabilidad. Según el estudio, la vortioxetina, la agomelatina, la amitriptilina, el escitalopram, la mirtazapina, la paroxetina y la venlafaxina en particular demostraron ser superiores a los demás antidepresivos en su efecto. La vortioxetina, la agomelatina, el citalopram, el escitalopram, la fluoxetina y la sertralina obtuvieron buenas puntuaciones en cuanto a tolerabilidad. Las tasas de interrupción más elevadas se observaron entre la amitriptilina, la clomipramina, la duloxetina, la fluvoxamina, la reboxetina, la trazodona y la venlafaxina. Los expertos identificaron la vortioxetina, la agomelatina y el escitalopram como las sustancias más eficaces y tolerables.
Para saber más:
- www.neuropraxis-ffm.de/depression-bei-korperlichen-erkrankungen/ (último acceso 11.11.2020)
- www.psychosoziale-gesundheit.net/pdf/Int.1-Depression_und_koerperliche_Krankheit.pdf (último acceso 11.11.2020)
- Anderson RJ, Freedland KE, Clouse RE, Lustman P: La prevalencia de la depresión comórbida en adultos con diabetes. Diabetes Care 2001; 24(6): 1069-1078.
- Pieper L, Schulz H, Klotsche J, et al: La depresión como trastorno comórbido en atención primaria. Bundesgesundheitsbl – Gesundheitsforsch – Gesundheitsschutz 2008; 51: 411-421.
- Cipriani A, Furukawa TA, Salanti G, et al: Eficacia comparativa y aceptabilidad de 21 fármacos antidepresivos para el tratamiento agudo de adultos con trastorno depresivo mayor: una revisión sistemática y un metaanálisis en red. Lancet 2018; 391(10128): 1357-1366.
InFo NEUROLOGÍA Y PSIQUIATRÍA 2020; 18(6): 18