Los múltiples efectos positivos de la actividad física sobre la salud, pero también sobre los procesos patológicos, son el resultado de sutiles procesos de adaptación en los distintos órganos y sistemas orgánicos. ¿Cómo funciona?
Tomemos como ejemplo la piel. Este órgano completo reacciona a los estímulos UV de forma conocida: Si el estímulo es demasiado débil o demasiado corto, no ocurre nada visible; si es demasiado fuerte y/o demasiado largo, se producen quemaduras; y si se ajusta en términos de tiempo e intensidad, se produce el bronceado -bueno o no- que se busca. Y para completar la similitud con el entrenamiento atlético, porque de eso trata este artículo: Si el estímulo no funciona en intervalos repetidos, se pierde la adaptación.
Capacidad de adaptación
El “sol” de los órganos y sistemas orgánicos ocultos bajo la piel se denomina factores de condición o principales formas de estrés físico en la terminología de las ciencias del deporte. Los métodos actuales de estimulación del entrenamiento cubren las siguientes áreas: resistencia (aeróbica y anaeróbica), fuerza, flexibilidad, velocidad y coordinación. Como suele ocurrir en la naturaleza, también hay transiciones fluidas y solapamientos inevitables entre estos elementos separados. Sin embargo, esta diferenciación es de gran importancia tanto en términos prácticos como teóricos. Una vez más, señalamos que el entrenamiento dirigido de estos factores se basa en la constatación de que los sistemas orgánicos reaccionan de forma diferente a los distintos tipos de estimulación. La respuesta de adaptación se produce en correspondencia exacta con el tipo de estimulación aplicada, por lo que cualitativamente los estímulos de entrenamiento no son intercambiables. Por lo tanto, para cada elemento de la función motora sólo existe una forma específica y bien definida de entrenamiento que puede utilizarse para lograr el aumento deseado del rendimiento.
Estas interesantísimas observaciones se basan en el hecho de que el organismo humano posee una característica crucial para la supervivencia de la especie: la mencionada capacidad de adaptación. Además de los factores cuantitativos y cualitativos que provocan estas reacciones de adaptación, también es importante considerar las condiciones específicas que debe cumplir el estímulo de estrés. Esto es especialmente importante si se tienen en cuenta las diferentes formas en que reaccionan los distintos tejidos que componen el organismo humano.
Efectos de ajuste
La tabla 1 ofrece una visión general no exhaustiva de los efectos de adaptación física que se han observado tras el entrenamiento dirigido. También demuestra que, además de las respuestas adaptativas visibles y mensurables, otras funciones importantes para el rendimiento deportivo y la salud también pueden mejorarse mediante un entrenamiento específico. Un organismo generalmente entrenado puede hacer frente más fácilmente al estrés y puede adaptarse más eficazmente a mayores exigencias físicas, por lo que se garantiza un mayor rendimiento y mejores resultados deportivos. Con la misma carga, el organismo se recupera más rápidamente y los síntomas de fatiga relacionados con la carga son menores.
Establecer incentivos de carga
Para aumentar el rendimiento físico se requieren estímulos de carga precisos que induzcan los procesos de adaptación deseados en los sistemas sometidos a tensión. Estos estímulos se caracterizan por su intensidad (fuerza del estímulo), densidad (relación temporal entre la exposición al estímulo y la fase de recuperación), duración, amplitud (duración y número de estímulos por sesión de entrenamiento) y frecuencia de entrenamiento (número de sesiones de entrenamiento al día o a la semana). No sólo el aspecto cuantitativo es crucial para el efecto del entrenamiento, sino también el aspecto cualitativo del rendimiento del entrenamiento. Debe prestarse la misma atención a las fases de recuperación, ya que tras el ejercicio se produce una disminución temporal del rendimiento físico, causada, entre otras cosas, por el agotamiento de las reservas energéticas. En el transcurso de la fase de recuperación, sin embargo, se produce un nuevo aumento del rendimiento que supera el nivel de rendimiento original como resultado de la sobrecompensación (Fig. 1) . El objetivo de aumentar el rendimiento se consigue mediante una sincronización óptima de los estímulos de entrenamiento.
La actividad física practicada con regularidad y según principios conscientes conduce así a una mejora funcional considerable de diversos sistemas orgánicos. Por el contrario, hoy en día está demostrado que la falta de dicha actividad debido al estilo de vida moderno puede provocar toda una serie de síntomas desfavorables. La falta generalizada de ejercicio es una especie de bomba de relojería que hay que desactivar a toda costa.
PRÁCTICA GP 2014; 9(3): 8-9