La cardiopatía coronaria sigue siendo uno de los principales retos de la cardiología. Sin embargo, la forma de diagnosticarla está cambiando rápidamente. La angiografía coronaria por tomografía computarizada (ACTC), la reserva fraccional de flujo por TC (FFR-CT), las imágenes de estrés y los nuevos biomarcadores se están fusionando para crear una vía de diagnóstico precisa e individualizada. La inteligencia artificial (IA) desempeña un papel decisivo en este sentido: mide las placas, reconoce la actividad inflamatoria y vincula los patrones de imagen con los valores de laboratorio. Al mismo tiempo, las firmas de apolipoproteína B, lipoproteína(a), proteoma y microARN proporcionan una imagen cada vez más precisa de la dinámica biológica del riesgo. Esta combinación de anatomía, función y biología definirá un nuevo estándar en 2025: pasar de la mera estenosis a la aterosclerosis activa y medible.
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