Los trastornos gastrointestinales funcionales son una enfermedad multifactorial compleja. Al igual que ocurre con otras enfermedades, cada vez hay más pruebas de que los cambios en la microflora intestinal tienen una importancia patogénica. Hasta el momento, no existe ninguna terapia causal para los trastornos gastrointestinales funcionales. Como parte de una estrategia de tratamiento multimodal, diversas directrices recomiendan el uso de preparados fitofarmacológicos cuyo espectro de acción incluya la inhibición selectiva de los microorganismos patógenos.
Hoy en día se dispone de las tecnologías de secuenciación más modernas, que permiten estudiar el microbioma intestinal en su conjunto y no sólo en cultivo celular, como ocurría anteriormente [1]. El funcionamiento de la microbiota intestinal es comparable al de un órgano endocrino; entre otras cosas, se producen metabolitos bioactivos y enzimas que modulan los procesos fisiológicos [2]. Como ocurre con muchas otras enfermedades, también se cree que los trastornos gastrointestinales funcionales están influidos por el microbioma [3]. Se supone que una composición alterada de la microflora intestinal y las moléculas de señalización asociadas desempeñan un papel importante en el patomecanismo. Dado que el microbioma intestinal influye en el sistema inmunitario y la barrera intestinal, así como en el eje intestino-cerebro, es lógico que existan vínculos con los trastornos gastrointestinales funcionales [4].
Barrera intestinal perturbada y microflora alterada
Los trastornos gastrointestinales funcionales son frecuentes y pueden diagnosticarse utilizando los criterios de Roma IV cuando se ha excluido una enfermedad estructural patológica orgánica [5]. Existen hallazgos empíricos sobre las correlaciones entre los cambios en la microbiota intestinal y los síntomas de las enfermedades gastrointestinales funcionales. Por ejemplo, los pacientes con intestino irritable tienen una composición diferente o una diversidad reducida de la microbiota en comparación con los controles sanos [6]. Los mecanismos específicos de las interacciones del microbioma y el síndrome del intestino irritable aún no se comprenden del todo, pero existen pruebas de que el subtipo asociado a la diarrea se asocia a un sobrecrecimiento bacteriano intestinal y el subtipo asociado al estreñimiento a una reducción de las bacterias del metano.
La dispepsia funcional también se correlaciona con cambios en la microbiota y una barrera intestinal alterada [7]. Según diversos hallazgos, el duodeno, es decir, la parte del intestino delgado de localización más oral, es una región clave en la fisiopatología de la dispepsia funcional [8]. La integridad reducida de la mucosa duodenal favorece la penetración del ácido, la bilis, la microbiota y los antígenos alimentarios, y el patrón de interacción es complejo en términos de procesos patogenéticos asociados. Un síntoma común de diversos trastornos gastrointestinales funcionales es la flatulencia. Además de la hipersensibilidad visceral, los hidratos de carbono fermentables mal absorbidos y otros factores, las alteraciones del microbioma también desempeñan un papel, ya que influyen en la formación de gas y espuma en el intestino, lo que contribuye a la flatulencia [9].
La inhibición selectiva de gérmenes patógenos como principio de acción terapéutica
Hasta ahora no se han dilucidado las causas exactas de los trastornos gastrointestinales funcionales. Se supone que existe una estructura de interacción multifactorial, en la que intervienen otros aspectos además de la microbiota intestinal. Por ello, actualmente no existe una estrategia de tratamiento causal, sino que la atención se centra en el tratamiento de síntomas como la flatulencia, el dolor epigástrico, los retortijones, la hinchazón, la diarrea o el estreñimiento. Basándose en un gran número de pruebas procedentes de ensayos controlados con placebo, los fitoterapéuticos son recomendados actualmente por las directrices nacionales e internacionales para los trastornos gastrointestinales funcionales, especialmente la dispepsia funcional y el síndrome del intestino irritable [5,10]. Una combinación de altas dosis de aceite de menta piperita y aceite de alcaravea (Carmenthin®) es un remedio eficaz para los trastornos digestivos, especialmente los retortijones, la flatulencia y la hinchazón. Los dos aceites esenciales tienen efectos analgésicos y antiinflamatorios, así como antibacterianos. Al hacerlo, combaten específicamente las bacterias intestinales patógenas sin afectar a las comensales. En particular, el aceite de alcaravea (Carvi aetheroleum) inhibe selectivamente el crecimiento de gérmenes patógenos (por ejemplo, Bacteroides fragilis, Candida albicans, Clostridium spp.) sin afectar a las bacterias beneficiosas (por ejemplo, Lactobacilos, Bifidobacterias, E.coli). Esto conduce a una menor formación de gas por parte de los microorganismos [11]. El aceite de menta también tiene propiedades antibacterianas, entre otras [12]. Debido al principio multiobjetivo, el preparado combinado Carmenthin® alivia varios complejos de dolencias al mismo tiempo [13]. El fitofármaco está autorizado en Suiza para adultos y adolescentes mayores de 12 años para el tratamiento de la dispepsia funcional con dolor epigástrico, calambres leves, flatulencia y distensión abdominal, y ha demostrado ser bien tolerado incluso con un uso frecuente y prolongado [14]. Se recomienda utilizar fitoterapéuticos para el tratamiento de los trastornos gastrointestinales funcionales como parte de un concepto de terapia multimodal.
Literatura:
- Shin A, et al: El microbioma intestinal en los trastornos gastrointestinales funcionales adultos y pediátricos. Clin Gastroenterol Hepatol 2019; 17(2): 256-274.
- Meng X, et al.: Disbacteriosis intestinal y enfermedad intestinal: mecanismo y tratamiento. J Appl Microbiol 2020; 129(4): 787-805.
- Layer P, et al.: Síndrome del intestino irritable: directrices de consenso alemanas sobre definición, fisiopatología y tratamiento. Z Gastroenterol 2011; 49: 237-293.
- Pimentel M, Lembo A: El microbioma y su papel en el síndrome del intestino irritable. Dig Dis Sci 2020; 65(3): 829-839.
- Stanghellini V, et al: Roma IV – Trastornos gastroduodenales. Gastroenterología 2016 pii: S0016-5085(16)00177-3.
- Enck P, et al: Síndrome del intestino irritable. Nat Rev Dis Primers 2016; 2: 16014
- Madisch A, et al: Diagnóstico y terapia de la dispepsia funcional. https://cdn.aerzteblatt.de/pdf/115/13/m222.pdf
- Wauters L, et al: Conceptos novedosos en la fisiopatología y el tratamiento de la dispepsia funcional. Gut 2020; 69(3): 591-600.
- Mari A, et al: Hinchazón y distensión abdominal: enfoque clínico y manejo. Adv Ther 2019; 36(5): 1075-1084.
- Talley NJ, Walker MM, Holtmann G: Dispepsia funcional. Curr Opin Gastroenterol 2016; 32: 467-473.
- Hawrelak JA, et al: Aceites esenciales en el tratamiento de la disbiosis intestinal: Un estudio preliminar in vitro. Altern Med Rev 2009; 14(4): 380-384.
- Shams EC, et al: Aceite de menta: usos clínicos en el tratamiento de enfermedades gastrointestinales. JSM Gastroenterol Hepatol 2015; 3(1), www.jscimedcentral.com/Gastroenterology/gastroenterology-3-1036.pdf
- Madisch A, et al: Internist 2015; 56, (Suppl. 1): 28.
- Compendio suizo de medicamentos: www.compendium.ch
PRÁCTICA GP 2020; 15(10): 31