Después de un trasplante de corazón, es imprescindible suprimir el sistema inmunológico. Existe el riesgo de rechazo del nuevo órgano. Sin embargo, esto también significa que las células degeneradas ya no pueden combatirse con la misma eficacia.
Para que el nuevo órgano no sea rechazado, normalmente requiere una inmunosupresión permanente. Los nuevos descubrimientos y avances de los últimos años han aumentado aún más las posibilidades de supervivencia. Pero ahora el peligro acecha en otra parte. Los pacientes que reciben un corazón nuevo tienen más probabilidades de que se les diagnostique un cáncer más tarde que a los demás (por no hablar del riesgo de infección) precisamente debido a la inmunosupresión.
Estas preocupaciones existen desde hace mucho tiempo. Especialmente en los receptores de riñón de donantes, se ha estudiado en detalle el riesgo de desarrollar cáncer de piel. Sin embargo, los órganos torácicos trasplantados suponen el mayor riesgo debido a los regímenes de inmunosupresión más intensivos. De hecho, la incidencia del cáncer de piel (y especialmente del carcinoma de células basales y el carcinoma de células escamosas) es de 65 a 250 veces mayor en los receptores de corazón en comparación con la población general.
Ahora, un estudio de registro ha observado muy de cerca a lo largo del tiempo y ha examinado los datos de casi 18.000 receptores de trasplantes de corazón para detectar el desarrollo de un tumor de novo.
Uno de cada diez receptores de trasplantes afectados al cabo de cinco años
El Registro Internacional de Trasplantes de Corazón y Pulmón (ISHLT) descubrió un riesgo del 10,7% de desarrollar un tumor sólido de novo en los cinco años siguientes al trasplante de corazón. Como era de esperar, estos pacientes tuvieron una supervivencia consecutiva significativamente peor (p<0,0001). Por lo general, la tasa descendía al 40-60% al cabo de cinco años, en comparación con el 80% aproximadamente de los pacientes sin cáncer.
En los años observados 2006-2011, la incidencia aumentó significativamente en comparación con 2000-2005 (principalmente debido al cáncer de piel), del 10% al 12,4% en general, y del 6,4% al 8,4% para el cáncer de piel. Por lo tanto, el riesgo tumoral de los receptores de trasplantes durante este periodo también fue mayor, al igual que el de los receptores de mayor edad.
No existía ninguna conexión temporal con un tipo específico de tumor. La incidencia acumulada del cáncer de piel – inicialmente el “territorio” de las nuevas inmunoterapias – fue del 7%, la de otros cánceres sólidos del 4% y la de los tumores linfoproliferativos del 0,9%.
¿Qué podemos hacer?
A uno de cada diez pacientes de trasplante de corazón se le diagnostica un cáncer poco después de la exitosa operación. Por lo tanto, este grupo de pacientes debería someterse a un cribado individualizado y, si fuera necesario, seguir también estrategias específicas de inmunosupresión (en función del riesgo de degeneración). Los estudios tendrían que examinar si esto podría reducir la tasa de malignidad.
Sin embargo, hay que tener en cuenta una cosa: En un estudio retrospectivo de este tipo, los factores que influyen tanto en el riesgo de cáncer como en la supervivencia desempeñan un papel decisivo. En primer lugar, la edad, pero también el tabaquismo, etc. En efecto, el aumento de la incidencia del cáncer podría deberse al uso más frecuente de ciertos regímenes inmunosupresores. No obstante, es igualmente concebible una evolución análoga a la de la población general, como ocurre, por ejemplo, con el cáncer de piel (en este caso se produce un aumento general de la incidencia). O bien, cada vez más personas mayores se someten a un trasplante.
En pocas palabras
- Un sistema inmunitario suprimido combate insuficientemente las células degeneradas.
- Cinco años después del trasplante de corazón, por tanto, uno de cada diez desarrolla cáncer.
Fuente: Youn JC, et al: Tendencias temporales del desarrollo de neoplasias de novo tras un trasplante cardiaco. Revista del Colegio Americano de Cardiología 2018; 71(1). DOI: 10.1016/j.jacc.2017.10.077.
InFo ONCOLOGÍA Y HEMATOLOGÍA 2018; 6(3): 4