Más que una “sensación visceral”: Los antibióticos reducen el comportamiento depresivo a través de cambios en la composición de la flora intestinal y, por tanto, inhiben un “proceso inflamatorio” en el cerebro.
La depresión es una de las enfermedades mentales más comunes. Casi una de cada cinco personas se ve afectada por ella una vez en la vida. Al menos 350 millones de personas en todo el mundo sufren depresión.
Nuestra psique está regulada por diversas influencias: el sistema inmunitario, la interacción de nuestras hormonas, pero también la flora intestinal, el microbioma. Las bacterias de la flora intestinal no sólo son importantes para la digestión, sino que la composición del microbioma decide incluso de forma significativa sobre nuestro bienestar emocional y parece estar alterada en los pacientes deprimidos. En un estudio publicado en la revista en línea Translational Psychiatry, neurobiólogos dirigidos por la Prof. Dra. Inga Neumann, Catedrática de Fisiología Animal y Neurobiología de la Universidad de Ratisbona, en colaboración con los equipos del Prof. Dr. Rainer Rupprecht, catedrático de Psiquiatría y Psicoterapia del Hospital del Distrito de Ratisbona, el Prof. Dr. Andre Gessner, del Instituto de Microbiología Clínica e Higiene del Hospital Universitario de Ratisbona, y la Prof. Dra. Isabella Heuser, de Charite Berlín, han investigado ahora la relación exacta entre la emocionalidad, la depresión y el microbioma en ratas de laboratorio. Se demostró que la composición del microbioma intestinal de las ratas especialmente ansiosas y que además presentan un comportamiento depresivo resistente al tratamiento difiere mucho de la de los animales normales no ansiosos. Si se trata a los animales ansiosos con el antibiótico minociclina, no sólo se modifica fuertemente la flora intestinal, como era de esperar. Los animales también se comportan de forma más activa y muestran menos conductas depresivas.
¿Cómo puede ser que un antibiótico afecte al comportamiento de los animales? Además de su efecto sobre las bacterias intestinales, la minociclina alteró las llamadas células gliales del cerebro, antiguamente conocidas como el “pegamento” del cerebro, que regulan numerosas funciones cerebrales. La depresión está asociada a la activación de la microglía, que también se interpreta como un proceso inflamatorio del cerebro.
El equipo del Prof. Neumann ha conseguido ahora demostrar que la composición del microbioma cambia tras el tratamiento con minociclina: Algunas familias bacterianas se vuelven más raras, otras más frecuentes, especialmente aquellas familias bacterianas que producen ácidos grasos de cadena corta Estos entran en el torrente sanguíneo y también pueden influir de esta manera en el cerebro. Una de estas sustancias – el butirato – puede incluso impedir la activación de la microglía en el cerebro, teniendo así un efecto antiinflamatorio. Por lo tanto, es muy probable que el efecto antidepresivo de la minociclina se deba a este efecto.
Fuente: DOI: https://doi.org/10.1038/s41398-019-0556-9
PRÁCTICA GP 2019; 14(9): 44