Los cambios inflamatorios de la columna vertebral son más frecuentes en los adultos mayores. Hoy en día, la resonancia magnética se considera el patrón de oro para el diagnóstico. La TC multicorte sirve como alternativa en caso de contraindicaciones para la RM. La forma primaria de la espondilodiscitis está causada por la propagación hematógena de gérmenes patógenos y también puede producirse como consecuencia de intervenciones quirúrgicas o acontecimientos traumáticos.
Alrededor del 3% de las enfermedades esqueléticas inflamatorias se localizan en la columna vertebral con el desarrollo de espondilodiscitis. Las causas son metástasis hematógenas de focos infecciosos, consecuencias de complicaciones quirúrgicas, inyecciones de fármacos o traumatismos. También es posible la propagación per continuitatem de inflamaciones de tejidos blandos y órganos vecinos. Las enfermedades metabólicas como la diabetes mellitus o un sistema inmunitario debilitado pueden favorecer la propagación de la infección [1,8]. Además de un primer pico en la frecuencia de la osteomielitis en la infancia, con osteomielitis principalmente en la región de los huesos tubulares largos, hay un segundo pico de la enfermedad en adultos después de los 50 años, entonces con predominio en la región de la columna vertebral [6,7]. En los niños, la espondilodiscitis sólo representa entre el 2% y el 4% de los cambios esqueléticos inflamatorios [10].
Los patógenos más comunes se enumeran en la tabla 1. El Staphylococcus aureus es responsable de más del 50% de las infecciones en las inflamaciones no tuberculosas [3].
Especialmente en lo que se refiere a la morfología de la imagen, deben hacerse consideraciones de diagnóstico diferencial cuando se sospecha una enfermedad inflamatoria espinal; éstas se enumeran en el resumen 1 [7].
Hoy en día se dispone de numerosos antibióticos y agentes quimioterapéuticos para el tratamiento de la espondilodiscitis. Sin embargo, como en el caso presentado, la terapia conservadora no garantiza el control de la infección. La intervención quirúrgica sigue siendo una opción terapéutica [3].
Las imágenes tomográficas por ordenador han pasado claramente a un segundo plano en el contexto del diagnóstico de la inflamación del sistema esquelético tras el establecimiento de la resonancia magnética. Sin embargo, la verdadera extensión de la destrucción ósea puede determinarse bien en la TC multicorte. En contraindicaciones para la RM (por ejemplo, marcapasos), la inflamación activa en las series de contraste muestra un realce similar a un velo en la TC. Si los hemocultivos para la determinación de patógenos son negativos, la punción guiada por TC para la recogida de material puede ser útil desde el punto de vista diagnóstico [2,4,5].
Las exploraciones por resonancia magnética ofrecen claras ventajas sobre los demás métodos de imagen en el diagnóstico de la inflamación cuando el contraste de los tejidos blandos es elevado. Las secuencias asistidas por KM visualizan muy bien la extensión y la actividad de la inflamación. Si se encuentra predominantemente en la parte ventral de las vértebras y se extiende a lo largo del ligamento longitudinal anterior, puede indicar una infección tuberculosa [7]. Los cambios de señal en T1w y T2w, así como en las secuencias supresoras de grasa son típicos, tras la aplicación de un agente de contraste intravenoso se puede detectar con precisión la inflamación segmentaria de las vértebras, los discos intervertebrales y normalmente también la de los tejidos blandos circundantes [9].
Estudio de caso
El caso documentado en el curso de una paciente multimórbida de 63 años en el momento del diagnóstico es bastante impresionante. La mujer se encontraba en un estado general reducido y dependía de una silla de ruedas tras haber sufrido una apoplejía años atrás. Padecía diabetes mellitus insulinodependiente desde hacía tiempo. El marido la cuidó, apoyado por un servicio de atención ambulatoria. Dado que su habla era arrastrada incluso después del insulto cerebral, los síntomas iniciales con dolor de espalda sin radiación radicular, dominantemente en la columna lumbar inferior, obviamente no fueron advertidos por la comunidad circundante al principio. El dolor aumentó y el estado general empeoró con las temperaturas subfebriles. La resonancia magnética solicitada para su aclaración reveló una espondilodiscitis en el segmento L3/4 en una disco- y espondiloartropatía degenerativa multisegmentaria. (Fig. 1A a 1D). Con los antibióticos orales iniciados inmediatamente, las dolencias aumentaron y la resonancia magnética de control 10 días después del diagnóstico inicial también mostró una clara expansión de la inflamación (Fig. 2A a 2C). La terapia se llevó a cabo entonces mediante neurocirugía.
A principios de 2018, la paciente fue sometida a un tratamiento quirúrgico de un carcinoma de mama y, en caso de sinterización e inestabilidad vertebral intervenidas, a una espondilodesis con fijador interno (Fig. 3).
Literatura:
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- Cottle R, Riordan T: Espondilodiscitis infecciosa. J Infect 2008, abr. 26.
- Gouliouris T, Aliyu SH, Brown NM: Espondilodiscitis: Actualización sobre diagnóstico y tratamiento. J Antimicrob Chemother 2010; 65 Suppl 3: iii11-24.
- Grumme T, et al: Tomografía computarizada cerebral y espinal. 3ª edición completamente revisada y ampliada. Blackwell Wissenschafts-Verlag Berlín, Viena 1998: 258.
- Kauffmann GW, Rau WS, Roeren T, Sartor K, (eds). Cartilla de rayos X. 3ª edición revisada. Springer-Verlag Berlín, Heidelberg, Nueva York 2001; 531-532.
- Sartor K (ed.): Neurorradiología. 2ª edición completamente revisada y ampliada. Georg Thieme Verlag Stuttgart, Nueva York 2001: 316-317.
- Tali ET: Infecciones espinales. Eur J Radiol 2004; 50(2): 120-133.
- Thiel HJ: Diagnóstico transversal de la columna vertebral: cambios inflamatorios (3.1): Espondilodiscitis de la columna lumbar. Diálogo MTA 2008; 11(9): 918-920.
- Uhlenbrock D (ed.): Resonancia magnética de la columna vertebral y el canal medular. Georg Thieme Verlag Stuttgart, Nueva York 2001: 360.
- Völker A, Schubert S, Heyde C: Espondilodiscitis en niños y adolescentes. Orthopaed 2016; 45(6): 491-499.
PRÁCTICA GP 2020; 15(10): 46-48